El hecho de que los mellizos tuvieran la libertad de desplazarse a su antojo, sin tener que depender de nadie más, era extraño.
Antes de irse a Moscú, Alek siempre los había visto con alguien diciéndoles a qué hora y cuando tenían que estar en ciertos lugares, haciendo la actividad que se suponía que debían hacer en el menor tiempo posible.
Ahora, solo eran seguidos por el Escuadrón de la Muerte a todas horas, pegados a ellos como sombras.
Si Alek intentaba ignorarlos, no se daría cuenta de que tenía un Charger detrás de él, siguiéndolo a unos cuantos metros de distancia. Miró el retrovisor una vez más antes de suspirar y seguir las indicaciones del GPS que lo llevarían al taller de motocicletas donde Kai había ido a modificar la suya.
—Podrías inflar un globo de tantas veces que has suspirado el día de hoy —Kai ni siquiera se molestó en levantar los ojos de su teléfono.
Alek no respondió ante la observación, enfocado en seguir manejando hasta un semáforo. Volvió a mirar por el retrovisor y se acomodó en el asiento.
—No importa cuántas veces los mires, van a seguir ahí —Kai bloqueó su teléfono—. Créeme, he intentado borrarlos con la mente. No funciona.
Era extraño, bizarro incluso, haber estado en ese mismo escenario años atrás, ajenos a los peligros que ser un Nazarova implicaba.
Haber compartido un viaje en auto con Kai y con sus amigos; riéndose de cualquier ocurrencia que Luka dijera o cantando la canción que Anna escogiera; parecía realmente lejano. Luka y Serge estaban del otro lado del país estudiando, Anna y Arizona pasaban todo el año escolar en Davis. Y por si fuera poco, Alek tenía que competir con otro chico por el título de mejor amigo de Kai. Uno que Alek siempre había portado con orgullo durante tantos años.
Y técnicamente, Alek estaba ganando de nuevo, si consideraba que había sido a él a quien Kai había llamado para que lo acompañara a recoger su motocicleta.
Alek entendía porque los mellizos habían decidido comprar un vehículo para poder trasladarse a donde quisieran cuando quisieran. Lo que no entendía era porque Kai había optado por comprar una motocicleta, si nunca en su vida lo había visto montarse a una.
Tal vez Kai quiso continuar con su imagen de chico malo. Nikita había mencionado que Kai había ido a una exposición de motos en Rusia y desde entonces había quedado encantado. Pero fuera de eso, Kai no había mostrado mayor interés. Al menos no hasta que pisó Sacramento.
Aunado a eso, Alek nunca lo había visto manejarla desde que habían regresado.
—¿Estás seguro que te vendieron una motocicleta nueva?
—¿A qué te refieres?
—Tienes un par de meses aquí y según Nikita, ya son tres veces las que has mandado tu moto al taller.
El silencio reinó en el auto, salvo por la voz animada del locutor de la estación de radio que comentaba sobre el último concierto que había sucedido en la ciudad y como había estado abarrotado de adolescentes. Alek sintió la clásica mirada penetrante de Kai que indicaba que lo estaba juzgando en silencio, antes de avanzar de nuevo en el semáforo.
Alek no despegó los ojos del camino, ignorando la constante imagen del auto detrás de ellos mientras avanzaba según las indicaciones del teléfono.
—Cuando compré la moto —Alek tarareó para que Kai continuara su explicación—, nadie me explicó que estaba comprando una motocicleta sencilla.
—¿El modelo básico? —Alek resopló divertido—. ¿No se supone que tu padre colecciona autos? No es lo mismo, pero al menos él pudo hacerte la observación para que te informaras mejor... ¡Ouch!
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Ruleta Rusa [Libro #2]
RomanceBilogía «Russkaya ruletka». Libro #2. Alek Ivanov se fue a Tokio esperando regresar para saber qué decisión había tomado Tailime Nazarova respecto a su relación. Pero ella nunca volvió de Moscú, dejando el corazón de Alek destrozado. «Dos por uno» s...