20 ⌘ Zona de Guerra

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Tai no pudo volver a dormir después de que Alek desapareció de la playa. Ni siquiera hizo el intento de caminar más allá de la cocina, tomando asiento en una de las sillas y poniendo sus piernas contra su pecho, aguantando las ganas inmensas de llorar con la nariz enterrada entre sus dos rodillas.

Sabía que no era ninguna santa, y que una vez más; como aquella vez en el baño de la escuela; Mia tenía razón. Tenía que afrontar las consecuencias de sus actos, y no llorar esperando que alguien más resolviera el embrollo que ella misma se había creado.

Su cabeza no dejaba de dar vueltas. Con los ojos clavados en la mesa de mármol, intentó poner en orden sus ideas.

Primero. El hecho de que Alek había confirmado que Skyler se había ido de la villa hizo que parte del tifón en su corazón se aplacara un poco. Era una cosa menos por la que preocuparse.

Pero eso daba incapié a la segunda cuestión: ¿por qué?

¿Por qué a Tai tendría que importarle el que Alek y Skyler ya no estuvieran juntos? En el yate habían dejado en claro que eran amigos. Aunque claro que después de la contienda en la playa, dichas declaraciones se contraponían con el desplante de celos que Alek había demostrado.

Tercero. ¿Por qué? ¿Por qué Alek debería de sentir celos porque Tai hubiera besado a Asher? ¿Qué significaban esos celos? ¿Todo lo que se dijo en el yate era mentira?

Tai no sabía si de su parte había sido una farsa, porque con el agua hasta el cuello, Tai no podría asegurar que había apaciguado las malditas mariposas que había sentido en el estómago al ver a Alek solo en la playa.

Pero el hecho de que Alek le reclamara con tanto fervor y le dejara entrever que había querido que lo besara a él en vez de a Asher, le generaba la peor crisis que había sentido hacía años.

Porque le confirmaba que Alek no la veía como una amiga.

Tai no supo cuánto tiempo estuvo en la misma posición, porque cuando se había sentado, afuera estaba oscuro y no había nadie en la cocina. Pero cuando parpadeó, la luz entraba por las ventanas, Óscar estaba preparando el desayuno, Tai tenía una taza de té entre las manos, y Harry y Max se encontraban secreteando entre ellos, riéndose de vez en cuando mientras miraban a Tai como si les causara gracia su desgracia.

Tai parpadeó, despertando por completo y mirando el reloj en la pared. Eran las nueve y veintitrés de la mañana, y la villa comenzaba a despertar poco a poco.

Ese día pasarían el día en un viñedo cercano, donde comerían y harían un recorrido guiado solo para ellos.

Tai decidió que beber quedaba descartado por el resto del viaje, porque si probaba una sola gota de alcohol, sentía que volvería a recuperar el mote de borracha apática. Y si ella misma se había estropeado sus vacaciones y las de Alek, no quería echar a perder las del resto.

Pero supo que para al menos buscar aligerar el peso en su alma, tendría que dar la cara a las personas que habían resultado manchadas por todo el maldito número del beso.

Cuando Mia entró a la cocina, bostezando de sueño, Tai reaccionó, levantándose de su lugar y tomándola del brazo para regresar por donde había llegado.

—¿Tai? —preguntó Mia, tropezándose con sus propios pies mientras Tai subía por la escalera—. ¿Qué sucede?

Tai la ignoró, así como ignoró la puerta de Alek abrirse cuando Luka salía de la habitación con una mirada curiosa hacia ellas. Sin decir nada, Tai tomó el pomo de la puerta de la habitación de sus amigos, donde entró sin siquiera tocar.

Afortunadamente, Asher estaba completamente vestido, saliendo del baño con una expresión sorprendida por ver a Mia y a Tai en su habitación, con su novia sentada en una de las camas, y con Tai dando vueltas como un león enjaulado.

Ruleta Rusa [Libro #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora