26 ⌘ Causa Y Efecto

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[Chat con Kai]

[Kai]:
A qué hora sales de trabajar?
?
No me ignores, Ivanov. Sabes que puedo ver que leíste mis mensajes
Ivanov
Aunque intentes evitarlo, sabes que tenemos que hablar

Alek se llevó una mano al cuello, rotándolo hasta que las vértebras tronaron por la tensión. Se le hacía raro que Kai lo hubiera buscado hasta la tarde del domingo, cuando esperaba un mensaje inmediatamente después de haberse ido de la mansión en medio de una escena de una serie cómica-romántica.

A decir verdad, Alek temió por un minuto que Kai fuera a abrir la boca para preguntar qué rayos hacía sentado en el piso de su cocina, delatándolo frente a Nikita. Sabía que estaba en problemas por la forma rígida en la que Kai manejó la situación, y sin duda, por la breve mirada asesina que su mejor amigo le dedicó antes de salvarlo cuando Nikita se ofreció a ayudar a Tai para hacer chocolate caliente.

La ansiedad de recibir una llamada o mensaje lo tuvo en vela gran parte de la noche, pero cuando pasó más de medianoche y el mensaje nunca llegó, Alek cayó rendido en su cama.

A la mañana siguiente, su teléfono seguía sin rastro de Kai, por lo que retomó su día con normalidad. Hasta pasado el mediodía, cuando el primer mensaje de Kai hizo que su teléfono vibrara en la bolsa de su pantalón. Y después otro. Y otro y otro.

Y sí, Alek estaba evitando a Kai porque sabía perfectamente lo que iba a decirle. O advertirle, si estaba siendo honesto.

Pero Alek no quería salir de ese pequeño oasis en el que estaba sumido su corazón, con una extraña familiaridad después de haber sostenido a Tai en sus brazos, de haberla soportado mientras dejaba que las aguas de su represa se vaciaran, que asimilara su realidad y pusiera las cosas en perspectiva.

Quería mantener ese frágil equilibrio donde mantenía su postura de amigo intacta, pero al mismo tiempo, mantener viva la esperanza del tal vez.

La conexión que había sentido en el lago no era imaginación suya. Alek sabía que la química entre él y Tai seguía ahí, perpetua y tan real como los miedos e inseguridades que Tai le había confiado.

Pero al mismo tiempo, Alek tenía miedo. Porque si esa química aún existía, y Tai caía en cuenta de ello también... ¿entonces, qué? ¿Qué pasaría con ellos? ¿Con Nikita?

Alek sabía que el asunto era grave si Kai se estaba metiendo en el embrollo. Por eso Alek había estado ignorándolo durante todo el día. Al menos hasta la mañana siguiente cuando Alek estuviera montado en un autobús con destino a Folsom para el campamento de concentración.

Pero si había algo de lo que Alek se enorgullecía, era de conocer bastante bien a Kai. Así que sabía que su amigo no iba a rendirse tan fácilmente solo porque Alek había decidido aplicarle la ley de hielo.

Debía tener cuidado cuando saliera de trabajar. Incluso, advertirle a su madre que ignorara a quien sea que tocara la puerta por la noche. La excusa era lo de menos. Lo que Alek quería era al menos retener esa pequeña llamita de esperanza intacta, y no matarla por la tormenta de nieve llamada Kai Nazarova.

—Ivanov.

Alek levantó la cabeza, encontrándose con Justin, uno de los meseros que estaban atendiendo el piso esa tarde, con medio cuerpo dentro de la cocina, y la otra mitad en la recepción.

—¿Puedes venir un momento? —Justin desvió los ojos un segundo hacia afuera, antes de devolver la mirada asustado—. Necesito ayuda con algo.

Alek puso los ojos en blanco. Solo hacía de mesero cuando había demasiados comensales, y no había las suficientes manos para atenderlos a todos. Pero para ser un domingo por la tarde, la afluencia de clientes era escasa, por lo que no debería existir un problema que Justin no pudiera resolver por su cuenta.

Ruleta Rusa [Libro #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora