14 ⌘ Henry

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—Déjame ver si entendí bien —Emma se tocó la barbilla, sentada en la enorme mesa de mármol que los Nazarova usaban como desayunador en la cocina de la villa, ubicada en la zona costera de Malibú—. ¿Estabas dispuesta a dejar que Mia viajara en otro vehículo, solo para que Alek no se sintiera incómodo?

Tai arrugó la nariz, cruzándose de brazos y dejando caer la espalda contra el respaldo de la silla.

Durante las cuatro horas restantes del viaje, el ambiente en el autobús no fue tan relajado como Tai tenía en mente que sería. Mia no habló con nadie, solo bajó al baño durante las paradas obligatorias y volvió a su asiento para aislarse de todos. Las risas de Luka y Harry fueron lo que llenaron los silencios incómodos, y Tai terminó con un hombro babeado cuando Niki decidió usarla como almohada en algún punto.

Cuando llegaron a la villa, Mia tomó sus cosas y subió a la que sería su habitación, con Asher pisándole los talones para encerrarse con ella e intentar calmarla.

—¿Sabes en el problema en el que estás metida? —preguntó Emma de manera retórica.

Tai se rascó la frente, concentrada en las vetas del mármol de la superficie.

—No creo que sea tan grave.

—Tenemos aquí media hora, y Mia no tiene pensado abandonar la habitación —Emma señaló por sobre su hombro, hacia la puerta de la cocina—. Tú ni siquiera has podido desempacar.

—Puedes dormir con nosotros si Mia se pone intransigente —ofreció Max de buena gana.

—Gracias —resopló Tai—. Pero solo hay que darle tiempo para que se tranquilice.

—Espero que Ash esté haciendo un buen trabajo "contentandola" —Harry agitó las cejas, y Max decidió que era hora de sacarlo de ahí para que las chicas pudieran hablar.

El silencio volvió a reinar en la cocina, siendo interrumpido solo por el sonido de la comida siendo preparada por los chefs para la cena. Tai no dijo nada, procurando no alzar la vista para ver a Emma juzgándola por lo que había sucedido en la carretera.

Era bien sabido que Mia y Emma tenían mayor afinidad de lo que Emma y Tai podían tener. Y aunque eso no significaba que hubiera menos cariño entre ellas, Emma solía coincidir en más cosas con Mia.

Además, Emma era demasiado lista, y no tenía que ser una genio para entender que, aunque Tai no se sintiera mal por haber defendido a Alek, lo que había hecho podía prestarse a ser malinterpretado.

—Sabes que tengo que preguntarlo, Tai —comenzó Emma, derrotada—. ¿Qué sucede con Alek?

Tai miró por el ventanal que daba hacia la alberca, asegurándose que Harry y Max mantuvieran entretenido a Niki junto a la alberca.

—Nada.

—¿En qué estabas pensando?

—¿Por qué lo haces ver como si hubiera sido mi culpa? —respondió Tai con un tinte de irritación en la voz—. Mia fue la que inició todo.

—Eso lo sé —le clarificó Emma—. Lo que no sé, es porque creíste que Alek necesitaba que lo defendieras.

Tai se mordió el labio, y una pequeña oleada de incomodidad comenzó a bañar su estómago, y no sabía que nombre ponerle a ese sentimiento.

—Porque ya han pasado tres años, Emma —comenzó a explicar Tai en un susurro—. No creo que el que Mia se aferre tanto sea algo sano.

Emma no respondió, pero si la escuchó respirar profundo para volverse a cruzar de brazos.

—No es sano, Tai. Pero te fuiste. Y Mia perdió una parte de ella contigo. Si las cosas con Alek no hubieran acabado de esa manera...

Si las cosas con Alek no hubieran acabado de esa manera, irse hubiera sido todavía más difícil. Tai lo sabía, pero no podía decirlo. Porque la decisión de irse era algo que nadie podía evitar, y era difícil de explicar sin un contexto que la respaldara. Y aunque Emma no batallaría en comprenderlo, Tai no veía el punto de sacar la verdadera razón a colación si era algo zanjado.

Ruleta Rusa [Libro #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora