35 ⌘ Fracturado

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Era mucho más fácil dejar que el tiempo pasara cuando dormía, aunque a veces Tai no se diera cuenta de cuando lo hacía.

Le gustaba. Porque a veces soñaba que estaba sentada en una banca del parque en Davis; donde se había encontrado con Alek para ir a la fiesta; disfrutando del sol y la brisa del aire. A su lado, Alek se sentaba con el teléfono en la mano, jugando algún juego para matar el tiempo. Su simple compañía era más que suficiente, porque todo lo que Tai tenía que hacer era estirarse para besar su mejilla, logrando acaparar su atención, y que esos bonitos ojos azules se posaran en ella.

Lo que no le gustaba, era que cuando despertaba en la incómoda superficie del colchón, un par de ojos azules, diferentes a los de Alek, la estuvieran observando de cerca.

La primera vez que Tai despertó y tuvo a Lawrence a escasos centímetros de su rostro, gritó y se alejó de él por el susto, desorientada y golpeándose la cabeza con la pared. Lawrence tardó un rato en hacer que dejara de gritar, asegurando que solo estaba él en la celda con ella y que no había nada que temer.

Fue un shock para ella, porque no entendía porque un minuto antes, Alek le sonreía con esa sonrisa boba enamorada, y al siguiente tenía a Lawrence recargando su cabeza sobre sus brazos en el colchón, observándola dormir.

Pasaron dos bandejas de comida como medida de tiempo, cuando la puerta de metal volvió a abrirse, y Jack y Reece entraron a la celda. Tai había estado acostada en el colchón, contando las grietas en el techo, mientras que Lawrence estaba dormido en el suelo, brincando del susto por el estruendo que los otros dos armaron al entrar.

—Ve por ella —le indicó Reece a Jack.

La sonrisa en el rostro de Jack se extendió cuando sus ojos saltones se posaron en Tai. Ella se sentó en la cama, pegándose lo más que pudiera a la pared, como si con eso pudiera poner el máximo de distancia entre ellos.

—Vamos, muñeca. Iremos a dar una vuelta.

—¡No! ¡Espera!

Fue muy rápido, porque un segundo antes, Tai estaba viendo a Jack acercarse, y al siguiente, solo podía ver la espalda de Lawrence, bloqueando cualquier contacto hacia Tai. Ella no movió un músculo, temiendo que si lo hacía, Jack volvería a golpearla. Pero el desplante de Lawrence pareció descolocar a Jack de sus intenciones originales, porque se detuvo, llevándose una de las manos al cinturón, donde mantenía oculta el arma.

—¡No! —volvió a repetir Lawrence, asustado por las intenciones de Jack, agitando la cabeza—. ¿Qué vas a hacer con ella?

—¿A ti qué te importa, maldito imbécil? Quítate de en medio.

—¡No le hagas...!

Tai jadeó cuando escuchó el sonido de hueso con hueso al momento en el que el puño de Jack conectó con la mejilla de Lawrence, mandándolo al otro lado de la celda. Lawrence se quejó, escupiendo un poco de sangre, y Tai no dudó que hubieran incluso un par de dientes rotos.

—¿Quieres hacerte el héroe, mocoso? —se burló Jack sin perder el tiempo en estirarse y tomar a Tai del brazo, jalándola hacia la puerta—. Primero aprende a tirar un golpe.

Reece tenía una expresión neutra, mirando primero a Jack y después a Lawrence, como si la escena hubiera perdido su chiste en cuanto Jack entró en modo primitivo.

Tai no pudo ver más de Lawrence una vez salió de la habitación, caminando a tropezones detrás de Jack, que la hizo volver a subir por las escaleras de madera. Esta vez no opuso resistencia; sobre todo porque a Tai le habían sangrado los dedos por las astillas al momento de aferrarse. Solo se golpeó unas cuantas veces en las pantorrillas por su torpeza, pero fuera de eso, no hubo más sangre.

Ruleta Rusa [Libro #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora