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26 | Girls.

ALANA SE PARÓ frente a la gran puerta del laberinto, sus pensamientos corriendo a mil por hora. El sol comenzaba a descender, alargando las sombras de los enormes muros que parecían cobrar vida propia. Respiró hondo, llenando sus pulmones del aire fresco de la tarde, intentando calmar los nervios que se agolpaban en su pecho. El corazón le latía con fuerza mientras daba un paso adelante, adentrándose en el laberinto.

Cada paso resonaba en el eco de los muros, su sonido rebotando de vuelta hacia ella, recordándole lo solitaria y peligrosa que era esa vasta estructura. Al doblar la esquina a la izquierda, sus ojos recorrieron la rugosa superficie de las paredes, cubiertas de musgo y enredaderas. La altura de los muros la hacía sentir pequeña, vulnerable. Era como estar atrapada en el interior de un gigantesco monstruo de piedra.

De repente, un ruido la hizo detenerse en seco. Su respiración se aceleró, y una sensación de inquietud le recorrió el cuerpo.

— ¿Qué haces aquí? — la voz de Minho rompió el silencio, sacándola de sus pensamientos.

Alana se volteó rápidamente, encontrándose con Minho, quien la miraba con los brazos cruzados y una expresión de leve desaprobación.

— ¿Pensaban irse sin mí, condenados garlopos mierteros? — pronunció ella, intentando recuperar su compostura.

Minho dejó escapar una risa ligera, negando con la cabeza.

— Dos años estando aquí y aún das vergüenza con tu lenguaje — replicó, su tono más suave de lo que esperaba — Síganme, por aquí — ordenó Minho, tomando la delantera.

Alana se unió al grupo, siguiendo de cerca a Thomas, quien caminaba justo delante de ella. Winston, Zart y Sartén completaban la formación, todos con expresiones de determinación y nerviosismo. Alana sentía una mezcla de emociones: miedo, anticipación y una extraña sensación de camaradería.

Mientras avanzaban, las sombras se alargaban aún más, creando un ambiente casi surrealista. Los muros, altos y opresivos, parecían vigilar cada uno de sus movimientos. Alana no podía evitar pensar en la enormidad de lo que estaban enfrentando, y en el hecho de que cada paso los acercaba más a lo desconocido.

El laberinto, con sus secretos y peligros, era un enemigo implacable. Pero, al mismo tiempo, era el escenario en el que habían forjado sus lazos y su resistencia. Alana, rodeada de sus compañeros, se sintió fortalecida por su presencia, decidida a enfrentar lo que fuera que el laberinto les deparara. Cada cruce y cada vuelta eran un recordatorio del riesgo que corrían.

— ¿Newt sabe que estás aquí? — preguntó Sartén, mirándola con preocupación. Alana lo miró de reojo — Creo que no serán los penitentes quienes nos maten.

𓂃࣪𝐓𝐡𝐞 𝐌𝐚𝐳𝐞 𝐑𝐮𝐧𝐧𝐞𝐫 |  Alone 𓏲ּ  NewtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora