𝓐𝓵𝓸𝓷𝓮
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❝ Termina lo que empezaste.
La soledad siempre fue su mejor compañia.
Alana es una joven cientifica, atrapada en
las instalaciones de CRUEL. Su existencia
se reduce a una sola tarea: monitorear el
sujet...
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. . . ❪ III, ❜❜ :tulip: ੭ ⁾⁾ ╰─────────── • ·
3 | Cuerda Fina
EL VAPOR LLENABA EN EL PEQUEÑO BAÑO, envolviendo a Alana en una cortina de calor. Había terminado de darse una ducha, y el agua aún goteaba de las puntas de su cabello oscuro. Se había vestido rápidamente, su mente girando con pensamientos turbulentos.
Se paró frente al espejo, mirando fijamente el reflejo de su rostro, pero su atención estaba en el frasco del antídoto que había guardado cuidadosamente en la repisa. Alana extendió la mano, tomando el pequeño frasco frío entre sus dedos. Lo observó con intensidad, como si pudiera descifrar todos sus secretos con solo mirarlo.
Entonces, un ruido sutil la sacó de sus pensamientos. La puerta de su departamento se abrió lentamente, un sonido que cortó el silencio de la habitación. Su cuerpo se tensó de inmediato, y su corazón comenzó a latir más rápido. Guardó el antídoto rápidamente en uno de los cajones del tocador y salió del baño, llamando con cautela.
— ¿Tía Ava?
No hubo respuesta. Un escalofrío recorrió su espalda; algo no estaba bien. Alana se movió con sigilo, como una sombra deslizándose por la pared. Caminó hasta el espejo, donde había dejado su arma. La tomó con firmeza, sintiendo el peso familiar en su mano, mientras avanzaba por el pasillo hacia la sala principal. Los pasos eran lentos, controlados, su respiración apenas un susurro.
Al llegar a la sala, se detuvo en seco. Allí, de pie, en medio de su departamento, estaba Janson. Su presencia era imponente y, a la vez, perturbadora. Alana no bajó el arma, sus ojos se entrecerraron mientras lo observaba con desconfianza. La imagen de Janson allí era tan inesperada como desconcertante.
— ¿Qué demonios haces aquí? — dijo Alana, su voz gélida, llena de una furia contenida.
Janson sonrió, una sonrisa que nunca alcanzaba sus ojos. Parecía disfrutar del desconcierto de Alana, como un gato jugando con su presa.
— Relájate, Alana — dijo con una voz suave, casi burlona — No vengo a hacerte daño... al menos no hoy.
Alana no bajó el arma. Mantuvo su postura defensiva, sin dejar de apuntarlo, evaluando cada palabra, cada movimiento.
— Estás en mi departamento sin invitación. Así que empieza a hablar o sal de aquí ahora mismo — respondió Alana con firmeza, su dedo rozando el gatillo.
Janson dio un paso hacia adelante, ignorando deliberadamente la amenaza del arma. Su rostro se volvió más serio, su tono más sombrío.
— Me preocupa tu reciente comportamiento, Alana. Tus movimientos, tus decisiones... No están alineados con nuestros objetivos. Vine a advertirte que estás caminando sobre una cuerda muy fina.
