Todo lo que necesito

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Dylan

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Dylan

Era difícil describirlo. Era como estar al lado de una chimenea luego de pasar horas en la nieve, al mismo tiempo que era como salir a disfrutar del frío luego de días de calor. Era como si luego de estar encerrado por mucho tiempo, finalmente saliera a tomar una bocanada de aire fresco. Como estar a la sombra de un árbol en días de primavera.

Así era como se sentía.

Y era ridículamente feliz.

Apenas abrió los ojos, sintió un cálido cuerpo pegado al suyo. Uno que nunca debió dejar ese lugar. El brazo de Kyle lo aprisionaba por la cintura, intentando dejar en extinción el espacio que quedaba entre ellos. Lo aferraba con fuerza, como si realmente temiera que el castaño desapareciera nada más despertarse.

Pero no. Él no iba a alejarse nunca más de su lado. Era cierto que podía sobrevivir sin Kyle, esos terribles dos años se lo demostraron. Pero no quería hacerlo. Siempre parecía que había una parte faltante, incluso cuando estaba con Erick. Sin embargo, ahora todo parecía estar en su lugar. Como debía ser.

Se dio la vuelta como pudo, intentando ser sigiloso, pero como dijo alguna vez: Kyle tenía un sueño ligero. Por lo que cuando estuvieron frente a frente, el de ojos verdes ya lo veía entre las pestañas, adormilado. Ambos sonrieron al encontrarse.

—Buenos días, mi amor —dijo un Dylan con voz suave y ronca por los rastros de sueño que aún quedaban, mientras se acercaba hasta que rosaran sus narices. 

—Y vaya que son buenos... —respondió Kyle con la misma tonalidad y sonrisa de bobo, para luego darle un beso casto a su chico.

—Hace un poco de frío, ¿no crees? —siguió hablando el castaño, mientras se echaba más la sábana encima. Lo cierto es que sí hacía frío y ellos no tenían nada más encima que sus propios brazos.

Kyle sonrió más ampliamente. 

—Eso se resuelve rápido —comentó con sonrisa pícara antes de lanzarse definitivamente sobre los labios de su (él esperaba) otra vez novio.

Profundizaron el beso desde el principio y poco les importó la hora. Lo cierto es que Dylan no sabía si era temprano o tarde, pero por ese día se permitió simplemente dejar que las cosas siguieran su curso.

Era decir, ¿cómo no dejarse llevar? Si aquella había sido la mejor decisión de su vida. ¿Cómo es que pudo engañarse tanto tiempo e ignorar lo que aún sentía por el de ojos verdes?

La noche anterior había sido un acto un poco impulsivo, aunque ese adjetivo no era muy exacto, considerando que era algo que había venido pensando desde hacía un tiempo. Sin embargo, a pesar de que era algo que quería hacer, no se imaginó hacerlo de forma tan abrupta. Aunque tenía que admitir, que no hubiese salido mucho mejor de otra manera.

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