Te lo advertí

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Kyle 

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Kyle 

—No sucedió nada, Isaac —insistió por tercera vez, luego de dos veces en que su amigo se había limitado en darle la espalda y hacer como si estuviese muy ocupado en su cocina.

—No tienes que explicarme, Kyle, nosotros no somos nada —dijo por fin, pero sin volverse a verlo.

Su amigo estaba molesto, claramente molesto. Lo cual era extraño para el de ojos verdes. Isaac era muy tranquilo y siempre mantenía la calma en situaciones estresantes, pero cuando algo realmente lo sacaba de sus casillas, parecía la versión de Isaac que le mostraba a todo el mundo: el chico malo, serio, malhumorado y quien sientes que puede hacerte sentir ridículo solo con mirarte de manera indiferente.

—Somos amigos —dijo finalmente, luego de unos agobiantes segundos en silencio.

Isaac suspiró y finalmente se dio la vuelta, encontrando a Kyle sentado en un taburete frente a la isla de la cocina.

—Y es por eso que no debo molestarme —admitió con mucha más calma, más «Isaac»—. Lo siento. Tú me dejaste en claro lo que sucedía con tu exnovio desde el principio, no debería enojarme porque tú y él...

—Nada pasó —lo interrumpió, antes de que el chico manifestara lo que había estado pensando desde que vio a Dylan usar su ropa—. Aunque sí tengo que admitir que hice algo tonto... —cuando dirigió su mirada a la de Isaac, este alzaba las cejas, invitándolo a explicarse—. Yo... intenté que volviera conmigo.

Kyle había desviado la mirada cuando confesó aquello, por lo que no vio la expresión de su amigo, pero sí escuchó su suspiro.

—¿Y...? —lo incitó el de ojos oscuros.

Él negó con la cabeza, sintiendo una punzada en su pecho al recordar lo que él hizo y lo que Dylan terminó por decirle.

—Como dije, fue tonto. Creo que hasta terminé arruinando la poca amistad que habíamos logrado recuperar.

Hubo otro momento de silencio, en el cual Kyle no se atrevió a ver a su amigo. Se sentía avergonzado por alguna razón.

—Kyle, ¿si quiera te gusto? —preguntó repentinamente su amigo, tomándolo completamente desprevenido.

Eso era ser directo.

—No quiero complicar nuestra amistad, Isaac —dijo sincero. Era cierto que ya se había complicado, puesto que se habían besado dos veces. Decir si sí gustaba del chico o no, debería ser incluso menos complicado, pero aquello era ponerle palabras a lo que sucedía entre ambos. Eso era lo que lo volvía difícil. Media vez tuviera palabras de por medio, entonces se volvía algo concreto.

—Sabes que no lo hará. Es decir, ya nos besamos, ¿no? ¿cuánto más lo podemos complicar con unas palabras? —expresó su amigo, teniendo un pensamiento entre similar y completamente opuesto al suyo—. Vamos, Kyle. Llevo un año sintiendo esto por ti, como mínimo quiero saber si tengo una oportunidad.

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