Isaac

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Isaac 

Desde el momento en que Kyle había respondido a la llamada, supo que algo no andaba bien, pero no creyó que fuera algo tan malo hasta que vio que el muchacho perdía todo rastro de color. La piel del de ojos verdes ya era de por sí blanquecina, pero en aquel momento hasta parecía traslúcido.

Kyle tragó saliva y sin decir ni una sola palabra colgó el teléfono. Tenía la mirada perdida más allá de Isaac, quien se había acercado lo suficiente como para detener su caída si fuera necesario, porque sí. Así de mal se veía.

—Kyle...—lo llamó, intentando hacerlo reaccionar—. ¿Qué pasa? ¿quién era? —pasaron varios segundos sin que el muchacho reaccionara, por lo que Isaac se arriesgó a tomarlo del hombro. Solo ahí obtuvo su mirada.

Si su piel se veía casi traslúcida, sus ojos estaban peor. Aquellos hermosos ojos verdes que tenían la cantidad perfecta entre una luz enceguecedora y misterio. Su mirada había sido la primera que había captado su atención y ahora se veía completamente fría, perdida, oscura...

—Era... —comenzó a decir, mientras parpadeaba lentamente, como si intentara espabilar, pero le era imposible—. Teresa... —volvió a tragar saliva. Parecía tener la boca seca—. La hermana de mi madre.

Isaac no recordaba haber escuchado nunca nada de ella, pero no le tomó importancia. Ya sabía que Kyle rara vez decía cosas de su vida privada.

—¿Y qué te dijo? —preguntó con cautela. No sabía si aquello detonaría algo en Kyle—. ¿Está todo bien?

Por un segundo, solo por un segundo, Isaac realmente creyó que su amigo se desplomaría en el suelo, pero este nunca lo hizo. Aun así, se notaba a leguas de distancia que era lo que más quería.

—Mi madre... —carraspeó—. Tuvo un accidente. Está en el hospital. Teresa aún no sabe cómo está, no le han dicho nada.

Isaac sacó todo el aire en sus pulmones, conmocionado. Él no conocía mucho a la madre del muchacho, pero sabía con exactitud cuánto significaba Bárbara para Kyle. Era decir, parecía ser la única familia de su amigo y por lo que habían visto, eran bastante unidos. 

Se sorprendió que el chico realmente se estuviera sosteniendo.

—Vamos —dijo inmediatamente—. Te llevaré al hospital enseguida. Yo conduzco.

Comenzó a decir mientras buscaba con la mirada el lugar en donde Kyle dejaba sus llaves. Sin esperar respuesta, las tomó entre sus manos y caminó a la puerta, pero cuando se volvió, su amigo seguía plantado en el mismo lugar. Como si, de moverse un poco, simplemente caería en pedazos.

—Kyle, vamos, déjame llevarte —le dijo mientras regresaba a su lado—. Yo estaré contigo, ¿de acuerdo? No tienes que hacer esto solo.

Recibió apenas una mirada y un asentimiento de cabeza.

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