Una persona terrible

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Dylan 

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Dylan 

—Erick —lo llamó por milésima vez, mientras tocaba la puerta—. Vamos, Erick, déjame entrar —volvió a golpear la madera, con sus nudillos ya doliendo por todo el rato que había estado haciendo lo mismo—. Cariño, vamos. Ábreme. No me iré de aquí hasta que me dejes hablar contigo. Quiero explicarte.

El asunto era que, la noche anterior, cuando abandonó el hospital, realmente había tenido intención de llamar a su novio. Sin embargo, prefería hacerlo hasta llegar a su habitación en la universidad, pero llegó tan cansado que cuando se recostó en la cama, quedó completamente dormido. No despertó hasta tarde, cuando ya había perdido su primera clase. Su alarma no había sonado y Joe tampoco se molestó en despertarlo.

Cuando se levantó y vio la hora, se resignó en que no lograría retomar sus actividades de ese día, por lo que tomó una ducha y se dirigió nuevamente al hospital. En el camino también quiso llamar a Erick, pero sabía que este estaría en clases y no le respondería. Así que lo pospuso. Realmente quiso convencerse a sí mismo que no había un momento oportuno para llamar a su novio y explicarle, pero en el fondo, muy en el fondo, sabía que la verdadera excusa era que no sabía cómo decirle que estuvo casi toda la noche en el hospital con su exnovio; porque dejar a Kyle en aquel momento, era simplemente impensable. Había querido estar con él, apoyarlo y apoyar a la madre de este a recuperarse. No estaba mal, al menos no para Dylan, pero él conocía al rubio. Las cosas no podían explicársele tan fácilmente, sobre todo luego de meses de ocultarle demasiadas verdades.

Suspiró ruidosamente.

—Erick, por favor... te extraño.

Y eso no era mentira. Realmente lo había extrañado. Apenas habían pasado separados casi dos días, pero habían pasado la mayor parte del verano juntos. Su calidez lo había envuelto todos esos días y ahora Dylan sentía solo frío.

Pegó su frente a la puerta, rendido. No iba a irse de ahí no, pero dejaría de tocar solo para deslizarse hasta el frío suelo y tal vez, si Erick salía, podría forzarlo a que lo escuchara.

Sin embargo, cuando se separó de la entrada, esta se abrió, dejando ver a un rubio entre molesto, decepcionado y preocupado.

—Esa fue una jugada sucia —le dijo, con tono neutral—, sobre todo porque yo también te extraño.

Dylan sonrió un poco, aliviado de que su novio por fin le estuviera dirigiendo la palabra. No le importó si el chico aún estaría enfadado con él o si lo fuera a apartar de golpe una vez se acercara, pero él se lanzó sobre Erick, rodeándolo con los brazos y aspirando su aroma.

—Dylan, que te haya abierto la puerta porque te extrañe no quiere decir que dejé de estar molesto —siguió hablando con el mismo tono. Tomándolo de los brazos y apartándolo, así como el castaño supuso que haría.

Sin embargo, solo porque se lo esperaba no hacía que doliera menos. Odiaba hacer a Erick enfadar. Este parecía perder todo brillo en su mirada cuando Dylan hacía algo para molestarlo y una sensación fría le recorría el cuerpo. No quería que su novio perdiera ese brillo solo por su culpa.

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