Capítulo 31.

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Después de que Dooshik te calmara, se encargó de empacar las pocas cosas que tenías, incluyendo a Kiki, a quien metió cuidadosamente en su jaula

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Después de que Dooshik te calmara, se encargó de empacar las pocas cosas que tenías, incluyendo a Kiki, a quien metió cuidadosamente en su jaula. Antes de salir, habló brevemente con la dueña de la casa, quien había estado afuera, vigilando para asegurarse de que no te hiciera daño. Él le dio una explicación convincente, y ella, aparentemente satisfecha, lo dejó proceder sin más preguntas.

Sin que te dieras cuenta de todo lo que estaba sucediendo, Dooshik te llevó a un barco que partía de regreso a Seúl. Colocó tus pertenencias sobre una mesa, dejando a Kiki segura en su pequeña casita, mientras tú te sentabas en otra mesa, algo confundida por todo lo que estaba ocurriendo. Dooshik, siempre atento, se quitó su saco y lo colocó sobre tus hombros antes de agacharse para estar a tu altura.

Sus ojos se encontraron con los tuyos, y sentiste cómo el calor subía a tus mejillas, poniéndote roja. Había algo diferente en él; ya no era el chico que recordabas. Ahora, Dooshik emanaba una presencia más fuerte, más segura de sí mismo. Se veía más serio, incluso más guapo, con el cambio en su cabello y las nuevas perforaciones en su oreja.

Se inclinó hacia ti, sus intenciones eran claras, pero giraste la cara, dejándolo a medio camino, quieto.

— ¿No vas a darme un besito de reconciliación? — preguntó, colocando sus manos a los lados de tus piernas, su tono fue juguetón.

— Nos van a ver — murmuraste, aún más apenada.

— No hay nadie, solo viene el capitán — comentó — ¿Acaso no quieres besarme?

Lo miraste, sintiendo el peso de su pregunta.

— No... No es eso — dijiste en voz baja, el calor en tu rostro se intensificó.

— ¿Entonces? — presionó.

— Te ves... Diferente — admitiste, mirándolo a los ojos, tu rubor volviéndose más intenso.

Él soltó una risita, asintiendo con comprensión.

— Tú también te ves hermosa, tu cabello corto te queda bastante bien — dijo, acariciando suavemente tu cabeza ─ Y esos... Tatuajes también.

— Gracias... — susurraste, desviando la mirada hacia la jaula de Kiki antes de volver a enfocarte en él — ¿Cómo me encontraste?

Dooshik ladeó la cabeza, pensativo.

— Mmm... ¿Quieres respuestas? — asentiste varias veces, ansiosa — Pero no quisiste darme besitos — hizo un puchero, y se alejó hacia la puerta, jugando con tu paciencia — Si no hay besitos, no hay respuestas — dijo finalmente, saliendo del lugar con una sonrisa en los labios.

Te dejó ahí, sintiendo cómo la frustración y la ternura se mezclaban en tu corazón, mientras lo veías desaparecer por la puerta.

Te bajaste de la mesa con la intención de ir tras él, pero antes de que pudieras dar un paso, Dooshik regresó abriendo la puerta de un portazo, lo que te hizo dar un pequeño brinco de susto. Ibas a protestar por su repentina entrada, pero tus palabras se detuvieron al ver lo que tenía en sus manos: algunas de las perlas que habías dejado esparcidas.

Camino De Espinas | Kang DooshikDonde viven las historias. Descúbrelo ahora