Capítulo 29.

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El fin de semana terminó y para el día lunes decidiste llevarte a Kiki a la escuela

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El fin de semana terminó y para el día lunes decidiste llevarte a Kiki a la escuela. Todos los niños estaban enamorados de la gatita de Miyong. Ellos sabían que era de ella, ya que anteriormente también la llevaba para que los niños la conocieran. Algunos se entristecieron al ver en qué estado había quedado la felina, pero el amor que le tenían no cambiaba.

─ ¡Abrió su boquita! ─ decía una niña con entusiasmo.

─ Sus ojitos son tan lindos ─ comentó un niño.

Le estabas dando de comer ya que era el receso y no tenías ningún problema. Los demás docentes te miraban por la gran ventana con tristeza, pero también con orgullo ya que nada podía acabar con lo que tenías.

La directora también se hizo presente para ver a Kiki y pasó un rato con los niños mientras tú cubrías las necesidades de la gatita. Para tu buena suerte, habías encontrado gente buena y comprensiva, y agradecías eso con todo tu ser.

Al terminar las clases, los niños se despidieron de ti y de Kiki. Ellos iban hablando con sus padres sobre que era la gatita de Miyong y te sorprendiste al ver que todavía tenían la presencia de tu amiga muy presente. Eso te hizo sentir mejor.

Metiste a la gatita en su jaula y junto con tus cosas te fuiste antes que los demás docentes. Al llegar a la casa dejaste todo en la entrada y sacaste a Kiki de la jaula para luego llevarla al sofá. Empezaste a preparar tu comida ya que tenías mucha hambre. Mientras esta se preparaba, fuiste por la felina y te la llevaste al baño.

─ Ya sé que odias el agua, pero hay que bañarte ─ le dijiste con ternura.

Ella apenas y emitió algún sonido. La bañaste con mucho cuidado de no lastimarla o causarle algún tipo de incomodidad. Al terminar, la secaste muy bien y la dejaste de nuevo en el sofá. Le prendiste la televisión para que se distrajera un poco y fuiste a ver la comida.

─ Bien, a comer ─ te serviste rápidamente y a Kiki le serviste en su plato, pero con una comida diferente. Regresaste a la sala con ambos platos y te acomodaste. Primero le diste una mordida a tu comida y luego le diste a la gatita de la suya ─ Eso mi niña, sigue comiendo mucho y verás que te vas a recuperar pronto ─ le dijiste con una sonrisa mientras le besabas la nariz. Luego seguiste comiendo, disfrutando de la tranquila compañía de Kiki.

●●●

La noche cayó y habías ido a dejar a la gatita en su cama para que descansara, mientras que tú te quedaste en la sala. La televisión estaba apagada y una pequeña lámpara estaba encendida, apenas y se lograba visualizar algo en la sala.

Tu ropa interior estaba colgando en una de tus piernas las cuáles estaban abiertas, tus dedos comenzaron a entrar en aquella zona pequeña y dejaste salir un pequeño gemido. Tus dedos comenzaron hacer más camino para adentrarse a tu interior, la sensación no era tan satisfactoria, pero al menos lograbas satisfacer tu necesidad.

Con tu otra mano comenzaste a tocar tu clitoris, dándole pequeños masajes en círculo para más placer. Cerraste los ojos mientras seguías con los movimientos en ambas mano y entonces la imagen de Dooshik besándote los pezones hicieron que apretaras tu interior.

─ Mha~ Dooshik~

Era un poco enfermizo tocarse pensado en esa persona que alejaste, porque si la amabas, ¿por qué alejarla? A pesar de tus preguntas en medio de un autodelicioso, no te detuviste por nada.

El recuerdo de la voz y los gemidos de Dooshik se penetraron en tu cabeza, haciéndote perder la razón de lo que estaba bien o mal. Tus piernas comenzaron a temblar al imaginarte que eran los dedos de él y que estaba a punto de hacerte mierda con ellos.

Tus dedos entraban y salían con gran velocidad, empezaste a retorcerte por el placer sobre el sofá hasta que te corriste expulsando perlas por todos lados.

Cubriste tu cara con ambas manos, sintiendo como tu interior palpitaba fuertemente y entonces sentiste un nudo en la garganta mientras las lágrimas comenzaban a acumularse en tus ojos. Todo el peso de las recientes pérdidas y los recuerdos dolorosos empezaron a caer sobre ti nuevamente, como una ola que no podías detener.

Te abrazaste a ti misma, tratando de encontrar consuelo en la soledad de la sala. El silencio era abrumador, interrumpido solo por el sonido de tu respiración entrecortada.

─ Parezco una desquiciada ─ murmuraste para ti misma.

Finalmente, te permitiste llorar en silencio, dejando que las lágrimas corrieran libremente por tu rostro. Era un desahogo necesario, una liberación de todo lo que habías estado reprimiendo.

●●●

Eran casi las 3 de la mañana y la puerta principal de la casa estaba abierta. El aire frío empezó a adentrarse en cada rincón del lugar. Sentiste un escalofrío, pero no te despertaste.

Frente a tu cuerpo desnudo y dormido se encontraba Dooshik, fumando un cigarrillo. Miró el desastre de las perlas esparcidas por el suelo y rápidamente colocó una sábana sobre ti. Se acercó cuidadosamente para no despertarte y miró tu rostro con una mezcla de alivio y tristeza. Te había encontrado, pero ver que estabas más delgada y que habías cortado tu cabello le rompió el corazón.

─ Por fin te encontré ─ murmuró, dejando un beso en tu frente. Se levantó y empezó a recoger todas las perlas que habías sacado, tratando de hacer el menor ruido posible.

Después de un rato, terminó de recoger las perlas y se quedó observándote en silencio. El peso de los recuerdos compartidos y el dolor de tu separación inundaron su mente. Se sentó a tu lado, sin saber exactamente qué hacer a continuación. Quería hablar contigo, decirte cuánto te había extrañado y lo mucho que significabas para él, pero no quería despertarte de tu descanso.

Dooshik apagó su cigarrillo y lo dejó en un cenicero cercano, y entonces sus ojos se llenaron de lágrimas ya que estaba feliz de poder tenerte de nuevo en su vida.

Camino De Espinas | Kang DooshikDonde viven las historias. Descúbrelo ahora