LAS CURVAS DE MI ABUELA...

20. EL CONSEJO DE UN POBRE HOMBRE RICO.

A Don Jorge, quien era el dueño de cinco grandes fábricas de productos de caucho de exportación, le gustaba invitar al Dr. Álvaro a conversar usualmente los martes y jueves en la cafetería de Don Cristian C. Pedía un café con pastel para el Dr. y él solo consumía una especie de potaje amarillento.

Así habían pasado aproximadamente ocho encuentros de amenas conversaciones. Hasta que, en cierto día, la curiosidad del Dr. despertó y preguntó: ¿Don Jorge, por qué no consume café y pastel como yo? ¡Solo consume ese potaje amarillento que su asistente le sirve!

Mi estimado Dr., me permitiré contarle que, yo nací en un hogar inmensamente rico en valores de moralidad y profundamente pobre financieramente. Éramos 09 hermanos y yo, el más pequeño, a la edad de 15 años, me arrodillé ante Dios a cielo abierto y me juré que me iba a morir millonario, a lo cual no agregué en mi oración o decreto que iba a disfrutar de esa fortuna. Desde la mañana siguiente de aquel juramento, solo compraba para mi sustento alimentario un pan, un café para desayuno y una banana para almorzar. Y así pasé los siguientes 25 años...

Me hice un hombre millonario. Pero mi estómago y sistema digestivo sufrieron lesiones cancerígenas tan profundas, que actualmente solo estoy esperando una triste muerte, luego de una triste vida. Ya que, por mi deseo desmedido de acumular dinero, sin disfrutarlo, solo me convertí en "Un pobre hombre rico". Y ese mismo hombre. ¡Solo si usted me lo permite, mi estimado Dr.! ¡Le quisiera dar un solo consejo!

¡Sin dudas! ¡Don Jorge! ¡Escucho su consejo!

Y así le dijo: cada vez que tenga hambre, revise su bolsillo y si tiene allí, por lo menos, tres pesos... ¡no dude en comerse un pastel! ¡Ya que en cada presente se debe alimentar al espíritu, de ello no hay duda! Pero al organismo también...

Moraleja: No hay ninguna excusa para posponer la alimentación del cuerpo, que es el único vehículo donde podemos disfrutar del dinero.