60. ¡LA CHICA CIEGA...!

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Y la señora Oriooli tuvo una hija a la que llamó Venecia. Y al momento de su nacimiento, pudieron notar rápidamente los médicos que la niña había nacido ciega. Pero eso no detuvo a la familia Oriooli. Si no que los unió más y se dedicaron a enseñar a la "pequeña Venecia".

Le enseñaron de todo aquello que le era menester a una persona con su condición visual, para adaptarse y sobrevivir en un mundo de personas con diferencias visuales, diferentes a la suya, llamadas "normales". La niña reconocía, a través del uso de sus manos, los detalles de los rostros y la corporeidad.

En cierto momento, se enteraron de un médico en la ciudad de Trento que podía, a través de cierta aplicación médica desarrollada por él... la regeneración microscópica o microcelular, estimular el renacimiento de las células de las retinas del ojo humano. Lo cual, precisamente, era la afectación que sufría la niña.

La familia hizo todo lo necesario y lo que estaba en sus posibilidades, incluyendo vender algunas propiedades para pagar la costosa operación. Lo lograron. Lograron contactar, acordar y viajar a Trento para operar a la niña.

El día tan esperado llegó. Y la operación tuvo una duración de seis horas. Pero el proceso de regeneración tenía un período estipulado de aproximados treinta días...

Pasaron los días de recuperación y el médico viajó desde Trento para retirar los vendajes y verificar si la regeneración celular había sido exitosa. El médico, mientras retiraba el vendaje a la niña, tenía sentimientos encontrados de dudas... esperanza y fe.

Al lado del médico estaba el señor Vito Oriooli, el padre de la niña... y al momento que le quitaron el vendaje... todos a la expectativa... La niña abrió sus ojos e hizo gestos de que la luz le había afectado su mirada... Ello... sin duda, fue festejado con alegría entre los presentes...

De momento, cuando ella trataba de ajustarse a su nuevo ambiente visual, los miró a todos y sonreía, y repentinamente, cuando reconoció por el tono de voz a su padre... mientras él agradecía a Dios por aquel milagro... la niña comparó el rostro de su padre con los otros y le dijo: ¡Papá! ¡Tú sí eres dientón!

Para el padre fueron palabras de la mayor alegría de su vida... porque pudo verificar que su hija lo veía y reconocía...

Todos los presentes... agradecían a Dios y sonreían... porque el señor Vito era feliz de ser el hombre más dientón de la familia.


Moraleja: Cuando haya duda, fe y esperanzas en el mismo corazón... a las dos últimas debemos darles más peso... Y así tendremos todos un papá dientón.

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