34. Sam

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Tomé el camino por donde estaba la biblioteca favorita de Cole.
Entré y fui directamente hacia una empleada castaña de ojos claros.

-Disculpa... ¿Sabe algo sobre el señor que daba clases aquí de francés? Me dijeron que estaba enfermo... Pero ya hace mucho no he sabido como está.
La mujer castaña se volteó y me miró de arriba hacia abajo para otra vez mirarme a la cara y hacerme una sonrisa coqueta.

-No sabría decirte muy bien, rubio... Creo que sigue en el hospital mejorándose.

-Oh.. Bueno... Gracias...
Estaba a punto de voltearme en cuanto esta chica me detiene.

-espera...¿cómo te llamas? -dijo con una sonrisa perfecta.
Levanté las cejas, dudando por qué ella...

-Sam.
La chica soltó una risita y abrazó los libros que llevaba en las manos contra su pecho.

-Samantha.
Solté una risa y ella también rió.

-Bueno... Un gusto Samantha. Pero tengo que irme, tengo cosas qué hacer.
Ella sonrió ligeramente.

-Adiós, yo...he también tengo que trabajar aquí... Pero me gustaría verte más seguido.
Sonreí amistosamente.

-adiós. -Y me marché inmediatamente de ahí. Nunca pensé que podría gustarle a alguien. Y en especial si era a simple vista.
No quería ilusionar a Samantha... Era muy guapa y simpática, pero yo estaba locamente enamorado de Heather.
Aunque ya no sabía que estaba pasando entre nosotros.

Suspiré al alejarme de ese lugar con alivio de no haberme encontrado los chicos de las patinetas.

Entré por la puerta, le avisé a Ginger que regresé temprano y después de un rato llegué a mi cuarto para tirarme en la cama.
-Yo vivo para vivir y sufro para aprender. - dije entre los sonidos del viento que pasaba por la ventana.
Cole no estaba aquí.
Saqué mi libreta y comencé a dibujar de manera aleatoria.
Poco después Cole entró por la puerta y le noté unas cuantas raspadas en la mejilla y en sus brazos.
No me importó que estuviera enojado conmigo. ¿Qué le había ocurrido?

-¿por qué estás tan raspado? -dejé de dibujar y me levanté para verle mejor la cara, pero él se apartó.

-No es asunto tuyo.
Estaba decidido a cambiar.

-¿quién fue?

-nadie, y cállate.

-¿te vio Ginger así?

-No.

-¿Y qué hay de...?

-Deja de hablarme.
No quise escuchar.

-¿quién fue y dónde?
Cole se vio obligado a hablar. Sabía muy bien que esa sería la única opción para hacerme callar.
Él suspiró y me miró con enojo.
-Los skaters.
Iba a matar a esos chicos.

-¿dónde? -dije furioso

-en... El parque.
Asentí, tratando de guardar compostura.

-Nadie... en el mundo puede...-Mi furia me consumió y abrí la puerta para salir corriendo hacia la calle. Odiaba a esos chicos... La última vez le tuve que quitar goma de mascar a Cole del cabello. Y le quité un mechón enorme...
Deseé infinitamente que hubieran estado por la biblioteca cuando yo andaba por ahí... En vez de que estuvieran por rara vez en el parque.... Y con Cole ahí.

Corrí por la banqueta de la calle y crucé el semáforo sin ni siquiera revisar si había carros por ahí. Seguí mi camino a toda velocidad posible hasta llegar al parque que estaba a una cuadra de la casa de Heather.
Me paré en la seco: ahí estaban. Un chico ry dos castaños.

-HEY.
Ellos se voltearon hacia mí y rieron burlonamente.

-bueno, bueno, bueno... Chicos creo que deberíamos ir más seguido aquí. Nos hemos perdido de mucha diversión. -murmuraba un chico castaño de ojos oscuros.
Noté que sus skateboards estaban en una banqueta, cerca de veinte metros de distancia.
¿En qué estoy pensando?

-Sí claro. -dije con la mirada dura - ¿por qué no se van a casa?
Los chicos me miraron de una manera en que supe que estaría muerto en menos de cinco minutos.
Y era por cuenta propia.

You Are My Best Gift.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora