XLI✨

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Apoyada en mi codo, miraba por la ventana la hermoso noche cubierta de estrellas, mientras ni Travis ni Helen parecían querer parar de hablar. Mi padre por su parte dormía tranquilamente.

No había dormido en todo el viaje, solo pensaba en llegar.

—¿Te gusta? —me preguntó por enésima vez, la castaña sentada a mi lado.

—Lo quiero —confesé—. Pero...

Me silencie a mi misma, sabiendo que mis primos no querrían escuchar lo siguiente.

—No puedo creerlo —murmuró, el pelinegro—. No puedo creer que continues pensando en semejante imbécil. Él no te merece, Nina. Jamás lo hará.

Dicho eso, se colocó sus auriculares, cerró los ojos, y comenzó a escuchar música a todo volumen.

Suspire cansada.

—No te repetiré lo que ya todos te han dicho porque ya debes haber tenido suficientemente de aquello —aclaró, siendo cuidadosa—. Pero quiero preguntarte algo, si me dejas.

Asentí, sin mirarla.

—¿Lo... amas?

Más de una vez me había hecho aquella pregunta, por ende tenía clara la respuesta.

—Yo...

El avión comenzó a descender, lo que significaba que ya habíamos llegado. Mi corazón se encogió de nervios, y no fui capaz de seguir con mi respuesta debido a que la azafata ya daba las instrucciones para bajar del avión.

(...)

Entramos en la gran casa, que parecía más bien una mansión. En cada rincón había algún detalle lujoso, sumando la hermosa decoración clásica con un toque moderno que poseía todo el lugar.

Mis tíos eran adinerados, lo sabía, pero no pensé que a tal extremo.

Adam fue el primero en aparecer, seguía tal y como lo recordaba; cabello negro, igual al de Travis, ojos azules, una radiante y amplia sonrisa, todo acompañado por un aspecto bastante elegante. Juliet, apareció segundos más tarde; cabello largo con leves reflejos color chocolate, ojos marrones, alta, y una figura realmente envidiable para su edad.

Me congelé por unos minutos, sin saber muy bien que hacer. Juliet, quien segundos antes sonreía ampliamente, ahora me miraba atentamente con una expresión de sorpresa y nostalgia a la vez.

—Nina... —Susurró, avanzando hacia mi con los brazos abiertos.

No dudé en corresponderle el abrazo, que perduró por varios segundos más.

—¡Mírate!, estas preciosa, cuanto haz crecido pequeñita —dijo, separándose de mi.

—¡Ven aquí! —gritó, Adam, para posteriormente abrazarme fuertemente—. Nos haz hecho una enorme falta.

Sonreí, feliz por estar ahí. Me sentía como en casa. Pero aún faltaba alguien.

Desde que mis primos habían estado quedándose en mi casa, no había parado de preguntar por él. No recibía muchas respuestas, ya que no se llevaban muy bien con su hermano, y no solían hablar mucho de él. Pero para mi era una persona muy importante.

—¡Jamie no lo va a creer! —comentó, mi tía, emocionada.

Vi la cara de desagrado en la castaña y el pelinegro.

—¿Dónde está? —no pude evitar preguntar.

—Debe estar por llegar —respondió, su padre—. Tengo una idea, ven conmigo.

Asentí, y comencé a subir las escaleras en compañía de mi tío. Me dejó frente a una habitación y me indicó que entrara, para luego retirarse.

En cuanto puse un pie adentro, el aroma masculino inundó mis fosas nasales. De inmediato supe que estaba en su habitación.

Recorrí el espacio notando lo evidentemente desordenado que seguía siendo. Tomé algunas de sus cosa y las ordené tal y como lo habría hecho unos años atrás.

Mis ojos se cristalizaron al ver una foto de ambos en un hermoso cuadro, la acaricie por unos cortos segundos y la volví a poner en su lugar.

Pasaron varios minutos, hasta que pude percibir pasos acercándose.

Rápidamente me escondí dentro del closet, dejando un espacio para mirar. Segundos después la puerta se abrió, dejándome ver al chico.

En cuanto entró se quitó la camiseta, quedando su definido torso al desnudo. Ahogué una carcajada al verlo observándose en el espejo.

Jamie era bastante alto, y ahora su cabello castaño oscuro estaba totalmente desordenado.

Recorrió con la vista su habitación, frunciendo el ceño y pasando por todos los lugares donde yo me había detenido.

Tomó algunas de las camisetas que le había doblado, y su ceño se frunció aun más.

Avanzó un poco más y cogió el retrato de ambos entre sus manos y lo acarició.

Se detuvo frente al closet, giró su cabeza y sonrió.

«Lo que me faltaba, un primo brujo.»

—¿Seré imbécil? —Preguntó, para si mismo—. Es... imposible.

Dejo la fotografía en su cama, y se acercó al armario, mas no fue capaz de abrirlo.

—Es idea mía —se recalcó—. No puede ser. No puede ser ella.

Se alejó, se recostó en su cama, y dio un sonoro suspiró.

—No sabes cuánto te extraño, monstruita —susurró, mirando la fotografía.

Cuando éramos más pequeños, solía llamarme así siempre. No pude evitar sentir nostalgia y una lágrima cayó por mi mejilla.

—Tanto, que creo que ya me estoy volviendo loco —rió.

En ese momento me decidí a salir. Abrí ambas puertas, y salté afuera.

—También te he extrañado mucho, pero no puedes echarme la culpa a mi de eso porque loco estas desde hace ya bastante tiempo —dije, sonriendo—. Y respecto a tu pregunta anterior, sí, eres imbécil.

Por unos segundos se quedo en estado de shock, pero luego saltó de la cama para tomarme en sus brazos.

—¡Lo sabía!, ¡sabía que eras tú! —gritó, emocionado—. No puedo creer que estés aquí.

Besó mi frente y volvió a apretarme, levantándome en el aire por unos segundos.

No dejé de sonreír en ningún momento al igual que él, luego noté que seguía sin camiseta.

—Ve a vestirte, por favor —hice una mueca de asco mientras me cubría los ojos.

Rió. —No, así estoy cómodo.

Reí y lo golpee suavemente con mi puño.

—Tenemos mucho de que hablar —dijo, sonriente.

—Oh, créeme que sí —le di la razón.

Strings; memories never die✨ ➳s.mDonde viven las historias. Descúbrelo ahora