En cuanto abrí los ojos, un fuerte dolor de cabeza me invadió. Llevé una de mis manos hasta la zona de mi nuca, luego procedí a quitar la venda puesta alrededor de mi cabeza, y la compresa de hielo ubicada en mi frente.
Pude reconocer el lugar donde me encontraba de inmediato. Agradecí que fuese la habitación de Jamie y no un hospital.
El dueño de la espaciosa recámara se encontraba de pie, dándome la espalda, junto a la ventana. Acompañado de una taza de café.
Sentimientos encontrados vinieron a mi. Sentía felicidad pero a la vez tristeza. Recordar momentos de mi vida que ni siquiera creí que existiesen, era un gran golpe.
Y aún tenía una gran duda; ¿era momento de decírselo a los demás?
Terminé por optar por mantener el secreto, al menos por un tiempo más, hasta determinar qué era lo adecuado. Podía estar tomando una mala decisión, pero también podría ser una buena.
—Más vale que no te lo hayas acabado todo —bromee, con tono débil, haciéndolo girar de inmediato.
Con los ojos bien abiertos se acercó a la puerta. Dejó la taza de café en el escritorio y habló.
—Dios. No te muevas, voy por el doctor.
—¡No! —me negué—. Por favor, sabes que no me agradan los doctores.
—Nina, llevas casi tres días así, debo llamarlo —insistió, con expresión de preocupación.
Mis ojos se abrieron más de lo normal debido a la sopresa. Tragué saliva.
—Sólo... ¿podrías esperar unos minutos?
Luego de unos segundos, asintió no muy convencido.
—Vaya susto que me diste —dijo, acercándose a la cama—. A mi y a todos. Nos preocupamos muchísimo por ti, Nina.
Se recostó a mi lado y acarició mi cabello. Luego, me apretó fuertemente contra su pecho.
—Lo siento... mucho.
—¿Por qué no llamaste? Dijiste que lo harías si las cosas iban mal.
—Lo sé, pero quería y necesitaba estar sola —admití—. A propósito, ¿cómo llegué hasta aquí?
Se mantuvo en silencio.
—Jamie, dímelo —pedí.
Su mirada respondió a mi pregunta anterior. Le di un golpe en la nuca.
—¡Eso no se hace! ¡Par de entrometidos!
—¡Estábamos preocupados! —se defendió—. Además, te perdimos de vista, y para cuando te encontramos... ya sabes.
Suspire.
—De todos modos, no quiero que lo vuelvan a hacer —advertí—. Ahora, ¿ustedes me perdieron? Vaya, los mejores detectives del país me perdieron de vista.
—No te burles —pidió, cruzando de brazos—. Fue mientras ibas en el auto de aquel chico...
—Cameron —interrumpí—. Ese es su nombre.
—Bien, él manejaba rápido y por lugares no muy conocidos, por lo que fue difícil seguirte mientras estabas en su auto —comentó—. Después de una o dos horas, a Travis se le ocurrió ir a aquel hotel.
Asentí, sin muchas ganas de hablar del tema.
—¿Por qué no me llevaron al hospital? Digo, no es que quisiera ir, pero pensé que mi padre les diría lo típico; si te atiende un especialista es mejor. Y entonces, me llevarían de inmediato.
—En un principio, fue exactamente lo que dijo —rió un poco—. Pero... luego vio tu estado y prefirió llamar a un doctor, amigo de mis padres, para que viniese aquí. El doctor Cox fue quien nos dijo que, por tu condición, era riesgoso trasladarte hasta un hospital. Además, también dijo que el ambiente familiar quizás ayudaría a que te recuperaras con más rapidez.
Asentí, sintiéndome repentinamente cansada y con sueño. La jaqueca no tardó en volver. Bajé la cabeza y me llevé una mano hacia ella.
—Eh, ¿estás bien? —Levantó mi mentón con su mano.
—Eso creo —respondí, insegura.
—Creo que iré por el doctor.
Asentí sabiendo que esta vez no se lo podría impedir. Cuando estaba a punto de salir de la habitación, no pude contener más las ganas de preguntarle.
—Jamie... ¿Qué... pasó con él?
Suspiró. —Escucha, Nina, lo mejor es que no te vuelvas a acercar a ese tipo —dijo—. No es bueno para ti, y si no me crees mírate, mira todo lo que te provocó.
—Pero...
—Es por tu propio bien —insistió—. Eres como una hermana para mi, Nina, y no permitiré que te vuelvan a hacer daño.
Asentí, sin ánimos de discutir.
—¿Travis le... le hizo algo? —me atreví a preguntar.
Se pasó la mano nerviosamente por el cabello.
—Eso no debería importarte. Desde ahora en adelante, nada que tenga que ver con él debe importarte.
Maldecí por lo bajo, y le hice una seña indicando que podía continuar su salida.
No sabía que debía hacer con Shawn. Lo amaba, joder. Y ahora que recordaba cada momento que pasamos juntos, cada risa, cada caricia, cada sonrisa, cada beso, cada muestra de amor... simplemente parecía dolerme el doble. Lo amaba, a cada segundo más.
¿Quién lo diría? Sus palabras habían marcado un antes y un después en mi vida.
Tantas mentiras dichas por mis padres, por mis primos, por todos. Era impactante la forma en la que los recuerdos seguían y seguían volviendo. A cada mirada, lograba recordar algo.
Cerré los ojos por un momento, y en ese mismo instante la puerta se abrió. Los abrí rápidamente, aun así no pude ver el rostro del doctor, ya que había entrado rápidamente, pero podía reconocer que era joven.
—Al parecer, señorita Nina, alguien, le prometió a alguien más, llamarlo todos los días —comenzó—. Pero... no cumplió con su palabra.
Reconocí inmediatamente aquella voz.
—¡Will! —salté de la cama para abrazarlo, siendo totalmente correspondida.
—¡Me haz hecho una falta inmensa! —admitió—. Nunca más permitiré que te alejes de mi. Lo juro.
Sonreí débilmente.
—También te he extrañado.
Suspiró, y acarició mi mejilla.
—Travis me ha contado todo —comenzó diciendo—. O la gran mayoría. Por favor, Nina, olvídate de él.
—No puedo hacerlo —confesé—. No puedo. Mucho menos ahora.
—¿Por qué lo dices?
Lo miré fijamente por varios segundos.
Todo se estaba volviendo demasiado, y ya no creía poder aguantar el peso de tantas cosas. Necesitaba desahogarme con alguien que me entendiera, y William, quizá, podría ser ese alguien.
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Strings; memories never die✨ ➳s.m
Fanfic"-Jamás lo lograría, porque los recuerdos nunca mueren... Nuestros recuerdos nunca morirán, Shawn." Estrictamente prohibida la copia parcial o completa de la historia.