LIII✨

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Una semana después...

Travis me abrazaba por los hombros, mientras algunas lágrimas caían por sus ojos.

Ambos nos sentamos frente a la tumba, dejando un ramo de rosas en ella. En el cementerio no había prácticamente nadie.

—Es mí culpa —susurró.

—No lo es —le aseguré, abrazándolo con fuerza.

Se separó lentamente de mí, luego de unos minutos.

Apoyé mi cabeza en su hombro, dejando escapar las lágrimas. Nos mantuvimos así por varios minutos.

—Joder, no, no puede ser.

Confundida decidí levantar la cabeza. Mis ojos se abrieron mucho más de lo normal, al ver el porqué de sus palabras, y realmente quise que la tierra me tragara.

—¡Tenemos que salir de aquí, ahora! —exclamó, tomándome el brazo.

Me levanté rápidamente, mientras Travis me jalaba hasta su auto.

—Escuchame, Nina, necesito que, cuando te diga, corras con todas tus fuerzas y vayas por ayuda —me pidió—. No discutas, sólo hazme caso.

Y, por una vez, decidí simplemente aceptar en silencio.

—Aquí están las llaves del auto —dicho esto, metió las llaves sutilmente al bolsillo de mis vaqueros—. Y ni siquiera pienses en volver por mí.

Aquellos ojos verdes aparecieron frente a nosotros. El pelinegro me puso detrás de él, de manera protectora.

—No te atrevas a tocarla —le advirtió, en tono amenazador—, hijo de puta.

Noté a la camioneta que se acercaba a toda velocidad al lugar donde nos encontrábamos.

—No lo tomes personal, tuvimos buenos tiempos —dijo el ojiverde—. Pero la chica se va conmigo.

—Ella no va a ninguna parte.

—Eso esta por verse —lo desafió.

El vehículo frenó bruscamente, y varios hombres comenzaron a correr en nuestra dirección.

—Por favor, cuídate —le susurre, notando que William estaba totalmente distraído en la camioneta.

Él me lanzó una mirada tratando de calmarme.

—Yo estaré bien —me aseguró—. Tú eres quien debe prometerme que va a cuidarse.

—Prometido.

Asintió.

—Ahora —susurró.

Comencé a correr rápidamente por el lugar, hasta salir de él. Miré atrás por unos segundos, esperanzada con la posibilidad de que nadie me hubiese visto, mas no fue así; cinco hombres, incluyendo a William, me perseguían a paso rápido.

Subí al automóvil lo más rápido posible, no sin antes notar que las luces se habían quedado encendidas. Nerviosamente puse las llaves, rogando para que arrancara, mas esto no sucedió. Intenté un par de veces más, hasta que una pequeña luz parpadeante de color rojo me avisaba que no tenía batería.

Maldecí, mientras golpeaba el manubrio.

Bajé rápidamente del auto y nuevamente comencé a correr. Al parecer ellos habían entrado al callejón equivocado, por lo que aproveché para continuar.

Sin saber cómo, terminé parando en un desolado callejón sin salida, mientras mi mente no hacía más que repetir que saliera de inmediato de allí. Mas cuando quise hacerlo, era demasiado tarde.

El ojiverde junto a dos de los hombres me observaba atentamente, casi con una pizca de diversión en los ojos. A mis espaldas se encontraban los otros dos.

Estaba oficialmente pérdida.

El rostro de William se veía mal, muy mal. Parecía como si no hubiese dormido en días, además de la expresión de loco que traía.

—¡Déjame en paz, pedazo de imbécil! —grité.

No tardó en sacar su arma para apuntarme.

—Perdóname, Nina, pero debo terminar lo que empecé —dijo, con la mano temblorosa.

—Pues ya hazlo de una buena vez y deja de hablar —dije, sin una pizca de miedo.

—Perdóname.

Y en ese mismo momento, un disparo se escuchó, mas no provenía del arma de William. Así le siguieron tres más, y uno por uno todos, excepto el ojiverde, cayeron.

—Te juro que si te atreves a tocarle un solo pelo a mí chica, te vas a arrepentir.

Me congelé al oír su voz. Por un momento pensé que incluso podría estar imaginando todo. Casi me pareció un espejismo; sabía que era él... Aunque le estaba dando la espalda, no confundiría aquella voz jamás.

Sin miedo di la vuelta, encontrándome con su rostro. Tuve unas ganas enormes de llorar, y debo reconocer que una o otra lágrima cayó. Ahí estaba; de pie en la entrada del callejón, con una pistola en las manos.

La chaqueta de cuero dejaba ver las pequeñas manchas rojas en su camiseta; sangre de la herida que obviamente aún no había sanado por completo.

—Me cansé de juegos, Bosworth —dijo, firmemente—. Baja el arma o disparo. Y créeme, no fallaré.

Su mirada era tan penetrante. Y, Dios, se veía tan sexy con aquella arma que me daban ganas de... ¡¿Qué rayos estaba pasando conmigo?! ¡No podía estar pensando en eso en una situación como esta! Definitivamente debía estar perdida, totalmente perdida bajo el “Efecto Shawn Mendes”.

Strings; memories never die✨ ➳s.mDonde viven las historias. Descúbrelo ahora