Confusión

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Veo el pelo azul en la esquina. Suspiro alegre de que tenga ese característico color, se me hace más fácil evitarlos. Giro apoyada sobre el árbol porque el plan es que pasen a mi lado mientras me escondo y así poder llegar al colegio a tiempo a encontrarme con Esteban. Miro mi reloj, tengo quince minutos ¿Por qué son tan lentos? ¿Por qué tardan tanto en caminar? Como si no tuvieran lugar a donde ir. Es probable que no lo tengan, escuché muchas historias de ellos, pero no sé qué hacen de sus vidas. Seguramente nada. Ser roñosos en las esquinas y aterrorizar a los que no son como ellos es lo primero que se me viene a la mente. Escucho el golpe de una puerta de auto cerrándose cerca y giro la cabeza, dejando a mis depredadores de lado pensando que es Esteban en su auto con alivio, pero no...

—¿Te estás escondiendo de alguien?

Una voz rota irrumpe en mi escondite, imagino que me voy a encontrar con un hombre mayor, pero en su lugar, el pelinegro de la banda está parado a mi lado, inclinando la cabeza para dejar sus ojos a la altura de los míos al lado de mi cabeza y deducir qué es lo que estoy vigilando, siguiendo el rango de mi visión. Con su cercanía me sorprendo y retrocedo un paso, todavía sujetándome del árbol. A él parece darle gracia, ya que retuerce una sonrisa mientras le pega a la base de su caja de cigarrillos ¿Cómo puede ser que dé miedo? Me sigue pareciendo una chica, con su cuerpo desgarbado. Una chica poco atractiva. Pero hay algo de su todo, que aunque este completamente vestido de negro con botas pesadas en pleno día de calor, proyecta feminidad. Se acerca para examinarme más intensamente, ahora enfrentándome y dejo caer mi cuaderno del susto. Y lo sé, es intimidante, su actitud lo es. Por eso me da miedo.

—No, no.

Sacudo la cabeza y me agacho para buscar mi cuaderno, pero me detiene con su mano en mi hombro para que no me mueva. Invadiendo mi espacio sin cuidado, tocándome con confianza aunque no nos conozcamos.

—A Ian le va a gustar verte, lo dejaste atontado al pobre, es la primera vez que lo dejan hablando solo...

Levanta la mano para llamar la atención de sus amigos, yo me cuelgo sobre ella y lo empujo para que se quede conmigo en mi escondite, presionándolo de los hombros y aunque es alto, me deja moverlo a merced. Se sorprende con mi contacto físico, como si estuviera acostumbrado a tocar pero no a ser tocado. Me mira atontado y se zafa de un empujón frunciendo el ceño como si estuviera viendo a un bicho raro. No le hago caso, solo giro la cabeza para ver si Ian, su amigo rubio, nos vió. Sé que el chico que me da más terror está en frente mío, pero él no tiene ningún motivo para hacerme nada, mientras que Ian está enojado conmigo por dejarlo como un tonto en frente de todos, especialmente de sus amigos, aunque fuera sin querer. No es tan grave, pero para ellos seguramente lo es, seguro me quiere prender fuego la casa, o peor ¡Pegarle a mi novio por mi culpa!

—Te estás escondiendo de Ian.

Asegura el de ojos azules y yo ruego compasión con mi mirada.

—Por favor, no le digas que estoy acá, tengo que llegar al colegio y quiero terminar la secundaria antes de morir.

Él vuelve a fruncir el ceño y vuelve a asomar la cabeza por el costado del árbol.

—No te va a hacer nada... ni siquiera está enojado.

—¿En serio?

Me relajo y respiro profundo con un gran alivio.

—Le molesta la gente en general, pero no te va a matar, vas a poder terminar el colegio, quedate tranquila... aunque creo que le irrita que uses falda larga, tal vez puede llegar a matarte por eso. Es esa clase de persona. Tal vez no lo termines después de todo...

El alivio abandona mi cuerpo y vuelvo a sentir que mis pupilas vibran.

—Es solo un chiste, Dios, relajate.

VirgenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora