Vacilación

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—¿Tenés casa?

Le pregunto de la nada, no sé ni por qué lo hago, tal vez porque es la primera vez que estoy con él y no intenta sacar tema de conversación conmigo. Me siento incómoda en nuestro silencio, no me gusta para nada cuando él no toma el control de nuestras interacciones.

—¿Por qué esa pregunta? Es obvio que tengo casa. Te conté de mi cueva ¿O no?

—No sé, cómo estabas durmiendo afuera de mi casa el otro día...

Me rasco las rodillas nerviosa. Estoy diciendo estupideces y estoy nerviosa, él obviamente se da cuenta, me lee como una revista abierta, seguramente porno, porque no creo que lea otro tipo de revistas.

—Estaba borracho ese día y cuando te fuiste solo quería dormir.

—¡¿Me llevaste borracho a mi casa?! ¡¿Estás loco?!

—Estoy borracho ahora y no te molesta.

¿Cómo es que está borracho? No se le nota para nada.

—¿Sos alcohólico?

Le pregunto indignada y él ríe, por suerte pude romper ese silencio, pero ahora estoy más preocupada por cómo maneja que por eso.

—No. Obviamente no.—Levanto la ceja y no le creo nada, si toma siempre porque sí, solo, manejando. Suena a alcohólico para mi. Es solo cuestión de tiempo que se pierda entre copas, seguramente va a terminar como esos borrachos que duermen en la calle y va a desperdiciar su vida en la adicción y... — Disfruto de tomar cada tanto...—¿Cómo son sus papás? Drogadictos, seguro, para que su hijo salga tan doblado, su madre prostituta debe ser la que consigue drogas. —La gente toma de vez en cuando, es divertido.

—No si lo hacen mientras conducen. Pensé que me quería quedar más tiempo con vos, pero me equivoqué, perdón, ¿podés frenar? Me quiero bajar.

Se pone tenso y aprieta la mandíbula y eso que se lo dije con toda la paz del mundo, no como la loca histérica que escondo en mi interior. Me quiero lanzar del auto, pero sé que si se lo digo de mala manera me va a molestar y va a empezar con otro de sus jueguitos.

—¿Te querías quedar más tiempo conmigo?

Me mira de costado mientras maniobra con el volante sin parar el maldito auto.

—Lo pensé.

—¿Por qué?

Levanto los hombros e intento que no desvíe el tema, me quiero bajar.

—Porque me divierto con vos, a veces, pero ahora no. Estacioná el auto.

Ladea la cabeza y se tira hasta el asiento de atrás sin mirar el camino. Convengamos que los asientos toman todo el ancho del auto por lo que no hay espacio entre ellos, eso lo obliga a tener que pasar por encima y me está a punto de dar un paro cardiaco.

—¡Mierda! Agarrá el volante, por favor.

Lo suelta como si nada y yo me tiro sobre él intentando saber qué hacer. Nunca manejé un auto y es la primera vez que tomo el volante, pero siento que de esto depende mi vida.

—¡No sé manejar!

—¡No importa! Mantené el volante quieto nada más. Derecho.

Nos vamos a matar, nos vamos a matar. ¿Qué va a pensar la gente cuando salgan las noticias de mañana? "Hija del reverendo muere en un horrible accidente de auto con un chico punk ebrio al volante" Mi papá, pobre, mi papá, se va a quedar solo y...

—Listo.

Andy vuelve a tomar el volante y yo estoy sudando frío. Salta para acomodarse y me tira una lata de cerveza sobre mis piernas, pero no reacciono.

—¡Nunca más hagas eso! ¡Me podría haber muerto! ¡Sos un inconsciente!

Levanta la mano e intenta calmarme con ella, pero estoy exaltadísima, me encontré con la muerte frente a frente por primera vez.

—Linda... No te quiero desilusionar, pero vamos a treinta Km/h, si hubiéramos chocado solo se hubiera abollado un poco el auto y detenido.

—No importa, estás mal de la cabeza.

—Creo que esa sos vos. Dale, tomá.

Veo la lata que está en mi regazo, está definitivamente del coco. Nos puso en peligro solamente para alcanzar una lata ¿Para qué? ¿Para que yo tome?

—No tomo.

—Ya sé, por eso te estoy dando la lata de cerveza, tomá ahora.

—No.

Tomo la lata y la dejo en el asiento.

—Está fría, tengo una heladerita atrás.

—Eso no me importa, no voy a ingerir alcohol, además... ¡Vos estás borracho y seguís conduciendo! ¡dejame bajar!

—Nope.

Vuelve a bajar las trabas del auto y otra vez estoy encerrada en la cafetera con él.

—Andy...

—Me encanta cuando decís mi nombre, decilo de nuevo.

Pone su mano en su oreja como para escucharme mejor y estoy intentando con todo mi ser no pegarle para que no choquemos por mi culpa, si vamos a chocar, prefiero que él tenga la responsabilidad.

—Andy...—Repito en un tono de voz más calmo y él cierra los ojos disfrutándolo. —No soy como vos, no tomo, y no hago estas cosas de subirme a autos de gente tomada, dejame bajar ¿Por favor?

—Nope.

Repite y mi calma se va por la ventana.

—¡Dejame bajar!

—Tomá y te dejo.

Revoleo los ojos, no sé ni por qué intentó razonar con él si ya sé como es. Abro la lata de cerveza y me la llevo a la boca. No tomo, solo pretendo hacerlo.

—Ya está.

—No tomaste nada, te vi. Terminate la lata y relajate, estamos lejos de tu casa, en la otra punta diría yo.

Miro por la ventanilla y tiene razón, estamos como a una hora caminando de mi casa. Planeó todo, el idiota me trajo hasta acá para que no pueda volver caminando. ¿Dije idiota? Aunque sea en mis pensamientos... ¿Insulté a alguien?

Cierro los ojos y le doy un trago a la cerveza. Es horrible, tiene gas, algo que no sabía, y es amarga. Hago un gesto horrible con la cara y me estremezco.

—Mmm, puede ser que hayas tomado, pero no estoy seguro.

—¿No viste mi cara? Esto es horrible.

—Pudiste haber actuado.

Suspiro y tomo otro trago, sigue siendo horrible, sigo odiándolo, nada cambia, mi gesto es el mismo.

—Mm, no sé. Ya sé, dame un beso.

—¿Qué?

¿Cómo llegamos a esto otra vez?

—Así voy a saber.

No quiero admitirlo, pero hay algo en mí que quiere besar a Andy, quiero sentir sus labios una vez más y una vez más. Sentir esa sensación de nuevo, quedar como seda y quiero que mi pecho se vuelva tibio y frío a la vez. Quiero...

—No quiero.

—Es solo con propósitos de investigación. Dale, dame un beso.

Me muerdo los labios y tengo que recordarme a mí misma que tengo novio para no saltar hacia él, no sé qué cosa tiene que me obliga a hacer todo lo que él quiere siempre. No puedo, no debo. Cierro los ojos y me giro hacia la ventana, no tendría que ni estar debatiendo esto conmigo misma. Pero lo hago y encima estoy perdiendo la batalla.

Lo vuelvo a mirar y está precioso con una sonrisa macabra. Puedo hacerlo, puedo darle un beso más. Me miento y me digo que no me va a dejar bajarme y que lo tengo que hacer para no morir en el auto con él, pero en el fondo sé que es mentira y que en realidad es porque lo anhelo. 

VirgenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora