Deseo

11.1K 811 93
                                    

—Primero decime que tengo que contarle a mis amigas.

Gira en una esquina desviándose de mi camino a casa sin pedirme permiso, pero lo ignoro, quiero su información.

—¿Cómo?

—Cómo lo hicimos... o mejor dicho, cómo se supone que lo "hicimos".

Hago comillas en el aire. Las pupilas de Andy están tan chicas y sus ojos tan blancos por la luz del día, que parece una figura satánica con los tatuajes y su remera negra. Es tan tétrico, incluso cuando sonríe, siento escalofríos cada vez que lo hace. Me gusta cuando lo hace, puedo admitirlo a mí misma, es algo que me voy a llevar a la tumba: me encanta su sonrisa.

Veo cómo sus rodillas se escapan de su jean roto y como tiene una cadena colgando de los ojales para el cinto. Me tomo el tiempo para observar las dos finas cadenas de plata que lleva en el cuello y cómo se enredan entre ellas. Él se toma las cadenas con el índice y deja su brazo colgando de ellas.

—Primero, eras virgen, así que no podés decir que hicimos algo divertido.—Sonríe y me pellizca el muslo por encima de mi larga falda del uniforme, dejando las cadenas de lado que dejan una marca roja en la piel de su cuello. —Como me imagino que sería... mmm, obviamente vos estarías muerta de vergüenza como siempre...

Llegamos a un parque y estacionamos para que pueda concentrarse en mi historia, además de prender otro cigarrillo que deja colgando de sus labios mientras habla, compenetrado en su mente y en su imaginación.

—Tardé años en convencerte para que vengas a mi casa, te llevo a mi cueva...

—¿Cueva?

—Mi sótano, tiene cama y otras cosas. No me interrumpas. Te llevo a mi cueva y te sentás en el sillón, obviamente cohibida y como un conejito asustado, porque eso es lo que sos.—Sostiene el cigarrillo con sus dientes y sonríe mirando el parque, echado sobre el asiento. —Tarde horas en que me dejaras acercarme, pero con una o dos películas, acepatas, porque te gusto, aunque no puedas admitirlo...

Me lo tomo en serio y lo interrumpo otra vez, no puedo evitarlo. Él se saca el cigarrillo de los labios exasperado.

—¡No me gustás! ¡Te odio!

—Ok ¡OK! Ya sé, tampoco cogimos ¿O sí?. —Pone los ojos en blanco y continúa poniendo su bota sobre el volante y su brazo relajado sobre su rodilla. —Como te gusto, no podés resistirte a mis caricias en los muslos, te tiemblan las piernas cada vez que paso las manos por encima...

Pasa la mano por mi falda y como si me hubiera embrujado, estas tiemblan, pero por suerte no se da cuenta y las aparto disimuladamente. No voy a revivir el cuento, definitivamente está loco si lo cree.

—Te resistís, obvio, porque sos así, pero después de que insisto sucumbís a mis manos, te rozo por encima de la bombacha repetidas veces.

En vez de llevar su mano a mi entrepierna como espero que lo haga, me sorprende acariciándome el cuello, la sensación es exquisita y algo se desenchufa dentro de mi mente, estoy a pleno metida en su relato, expectante, concentrada y embrujada. Es más excitante escuchar una escena de sexo que verla por internet.

Quiero rogarle que pare de tocarme así, mi piel arde bajo sus yemas, pero no quiero admitirle que me está produciendo algo.

—Me pedís que pare en un gemido, pero no amagas a detenerme ni por un segundo, volvés a repetirlo entre suspiros y yo me excito cada vez más.

Algo entre mis piernas me produce un cosquilleo incómodo y aprieto los muslos. Me siento rara, estoy agitada y siento mis labios palpitar. La transpiración se acumula en el interior de mis muslos y tengo que relajarlos. Siento cómo el estómago se me contrae de una punzada. No, no es mi estómago, es más abajo.

VirgenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora