Fastidio

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Me despierto aturdida por el sonido del despertador, me duele la cabeza y tengo puesto el uniforme. ¿Con tres latas me emborraché? Vi a mis amigas y ellas tienen que tomar como diez para estar borrachas. Me sacudo la cabeza y todavía tengo recuerdos de ayer, pensé que la gente cuando tomaba se olvidaba de todo. Andy me trajo a casa y no hizo uno de sus juegos para besarme antes de que me bajara del auto y por algún motivo eso me enoja más que todo lo demás. A mi papá lo evité diciéndole que me sentía mal, no hizo el control que hace cuando salgo porque, es obvio, no se le cruza por la cabeza que puedo llegar borracha un martes a la noche.

Bajo a desayunar, como si fuera un sábado, en pijama y pantuflas. Mi papá no tarda en preguntarme si estoy enferma y sí, siento que lo estoy. Mi otro uniforme está lavándose y no tengo forma de sacarme este dolor de cabeza.

Nunca falto a clases, estoy segura de que hoy puedo faltar si miento. Otra vez.

—Creo que me estoy enfermando de gripe pá. Me voy a quedar en casa.

—No te preocupes, hija. ¿Querés que le avise a Esteban para que te venga a cuidar? No puedo quedarme yo.

Sacudo la cabeza, tengo el pelo todo abarrotado contra mi cara y me molesta. Mi papá es tan comprensivo que me dan ganas de saltar por encima de la mesa y abrazarlo.

—No, tiene trabajo, facultad y clases de natación. No quiero molestarlo hoy. Es solo un resfriado. No va a pasar nada.

En realidad creo que no tengo el estómago para verlo todavía, después de lo que hice ayer. Por algún motivo no siento que estuviera mal, no me siento tan culpable, me estoy convenciendo de a poco que las cosas que hago con Andy no tienen importancia y que como ninguno de los dos siente nada, no tiene por qué significar algo. Sé qué está mal, pero también está mal mentir, tomar y todas esas cosas que hago últimamente, lo peor de todo es que todas me divierten y me hacen sentir bien. Andy me hace sentir bien y eso no es un pecado. Me hace sentir de una forma retorcida, más viva que antes.

—Está bien, quedate en la cama y no hagas ningún esfuerzo, no queremos que te enfermes y faltes toda la semana.

—No, creo que con un día libre voy a mejorar.

En realidad tengo resaca y sé que se va en un día.

Mi papá me cuenta sobre sus planes y tengo que hacer un esfuerzo para sonreír, muero de ganas de saltar al sillón con mi manta y poner televisión para llorar con películas románticas. Cuando mi papá al fin se va, lo hago y no solo eso, me preparo un balde de pochoclos para acompañar mi tarde y dejo a mano un paquete de pañuelitos para mis lágrimas.

Veo mi película romántica favorita por cuadragésima vez. Uno de los pocos DVD que no están bloqueados por las restricciones parentales que tiene mi papá. Amo al personaje principal, es tan bueno y simpático, hace todo por ella y hay veces que siento que mi amor por Esteban es igual de infinito, por eso no me preocupa Andy para nada.

No puedo evitar sentirme incómoda en la parte en que ellos tienen su primera vez, obviamente no muestran nada, lo insinúan con ellos despertando juntos en la cama, besándose con pasión. Si tuviera algo de sexo, mi papá no me dejaría ver la película.

Ahora estoy más que intrigada, vi la escena miles de veces, pero nunca había sentido ese cosquilleo. ¿Qué se siente hacerlo? Me gustaría que alguien pudiera enviarme ondas telepáticas y me hiciera sentirlo solo por curiosidad. Pienso en Andy y su oferta y sacudo la cabeza rápidamente, no hay forma de que eso pase. No, no, nunca.

Escucho ruidos extraños en la planta de arriba y pongo pausa, cuando veo que está en la pantalla la escena con ellos desnudos la adelanto. La repetí miles de veces como psicópata sexual. Otro ruido, juro que si ese llega a ser Andy que se subió a mi balcón lo voy a matar. Dejo mi manta de lado y camino furiosa hasta las escaleras, estoy a punto de subir el primer peldaño y Esteban aparece en la planta de arriba.

—Creí que estabas en tu cuarto.

Sonrío aliviada.

—No, estaba viendo una película.—Y menos mal que no dejé esa escena en la pantalla. —Mi papá te llamó ¿No?

—Sí, me dijo que estabas sola y enferma.

Revoleo los ojos y me dirijo al living para volver a mi posición de larva.

—Le dije que no te llamara, Dios, hay veces que ese hombre no me escucha. ¿No tenías natación? Decime que no faltaste por mí.

Me siento en el sillón y le dejo un lugar a Esteban que se recuesta y me estruja contra su cuerpo.

—No pasa nada, quería estar para cuidarte.

Es tan bueno, yo falté a clases por emborracharme y estar con un roñoso, mientras que él dejó de lado sus ocupaciones para venir a verme. La culpa es como una persona cosquilleándome debajo de las orejas.

—¿Qué estás viendo?

—La película donde la chica conoce a un chico en la laguna...

—¿Otra vez?

Me tapo con la frazada y me quedo contra el pecho de Esteban que ahora me está acariciando el pelo suavemente.

—Me gusta mucho.

Me río y él se hunde más en el colchón en señal de que quiere verla conmigo. Estoy cansada de repente, y relajada, sus caricias son lo mejor del mundo, consiguen calmarme siempre.

—¿Querés dormir?

Suena mi teléfono y quiero dejarlo sonar por un rato, no quiero hablar con nadie, quiero disfrutar de este pequeño momento. Esto, lo que tengo ahora es impagable.

Mi celular sigue sonando y tengo que destaparme para alcanzar la mesa ratona y alcanzarlo.

Llamada: "El primero que te va a hacer gemir en tu vida."

VirgenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora