Cuidado

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—Te doy el control, prometo no moverme ni ser bestia, pero, ayudame, esto es tu culpa.—Súplica como si fuera un náufrago pidiendo agua y debo decir que es muy gracioso. —Necesito cogerte para sobrevivir.

Lo miro intrigada, no entiendo del todo su propuesta.

—¿Cómo funciona eso?

Andy se baja los bóxers y se los quita por completo, usa sus manos de almohada y me queda contemplando.

—No hago nada.

Levanto la ceja divertida, no es mala idea. Puedo aprovecharme de su situación.

—Subite arriba mío.—Jugueteo con mi dedo sobre su pecho y veo como los abdominales de Andy se contraen. —Sos malvada.

Soplo lentamente su cara, se revuelve en el lugar y pide clemencia con los ojos, creo que es una de las pocas veces en las cuales él me va a dejar el control y quiero aprovecharla.

—¿Cómo dijiste?

—Que sos condenadamente hermosa, que quiero estar entre tus muslos a como dé lugar y quiero cogerte, en los próximos diez segundos si es posible.

—O que yo lo haga.

—Sí... o que vos me cojas.

Me toma de la nuca porque sabe que me ganó con esas palabras y para volver a recuperar el control lo tomo con mi mano. Cierra los ojos y maldice a lo bajo apretando el pelo.

—No sé qué vas a hacer, hace cualquier cosa, pero hacelo.

Bajo rodeándolo con mis labios, solamente quiero molestarlo un poco, entorna los ojos vidriosos ahogados de placer y me mira con odio.

—Sos la mujer más linda que puede existir y ganas puntos extra con mi verga en tu boca de esa forma.

La dejo de lado y cuando yo también empiezo a sentir los efectos de mi propio juego gateo hasta colocarme encima de su cara.

—No podés hacer nada.

Le digo en tono severo, él asiente, jurándome con la mirada que no piensa moverse.

—Preservativos.

Le digo una vez que me acuerdo de un detalle muy importante.

—Mierda.

Se estira por la cama y toma su pantalón.

—¿Qué pasa? ¿No tenés?

—Sí... en alguno de estos bolsillos.

—Parece que no.

—Sí, tiene que estar por algún lado.

—Soy virgen, no tengo ninguna enfermedad.

Andy empieza a revisar otro pantalón que tiene cerca, es gracioso que lo haga estando acostado.

—Linda, si fuera solo por eso... sos la cara de la pureza. Hubiera saltado de cabeza a sentirte sin un pedazo de plástico y a acabarte adentro. Pero... yo no.

Dice en tono sarcástico y me siento estúpida por no haber reflexionado en eso.

—Bingo.

Andy saca una caja completa de preservativos y me asusta un poco pensar por qué tiene en todos sus pantalones y que piense que debe tener siempre a mano.

—¿Qué hacés todavía en ropa interior? Se te va a morir tu paciente.

Me río cuando comienza a desabrocharme lentamente el corpiño. Me paro encima de él con una pierna a cada lado para quitarme la ropa interior mientras él acaricia una de mis piernas. Se pone el preservativo con mucha habilidad y se vuelve a recostar levantando las manos en gesto inocente.

VirgenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora