Consuelo

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Me revuelvo en mi cama y mi papá insistente sigue intentando levantarme, es de noche todavía y puedo ver por mi ventana la oscuridad y el reflejo de la luna. Me cubro completamente, entre dormida.

—Cora. —Vuelve a insistir y esta vez me destapa. Me siento furiosa sobre la cama y veo unos enormes dientes y unos ojos azules en la punta. —Despertate vamos.

Andy se tropieza con las sábanas y cae al suelo. Prendo la luz de noche y veo en el reloj que son las dos de la mañana.

—Andy...

Levanta la cabeza que aparece en el borde de la cama, con la luz tenue puedo ver sus ojos rojos. Necesita ayudarse del colchón para pararse. Como estoy totalmente descolocada, no sé qué decir. Se agacha frente a mi cara con su cabeza de costado.

—Te vine a rescatar.

Dice riendo destilando alcohol por los dientes y lo callo con mi mano en su boca porque está hablando muy alto.

—Estás borracho.

Afirmo cuando veo que vuelve a tambalearse.

—Un poco, vamos.

Tira de mis manos y yo las recupero soltándome enseguida.

—¿A dónde?

—A casa.

—Andy, son las dos de la mañana y mañana tengo clases... y estás borracho.

Se sube a mi cama, gatea obligándome a recostarme y frena cuando está justo encima de mí.

—¿No estabas triste?

—Te dije que estoy bien. No fue nada.

—Vamos a casa, te devuelvo antes de las seis, nadie se va a dar cuenta. Te vas a sentir mejor después de tomar un poco de aire.

Me habla cerca de la cara y siento el aliento a tabaco fuerte que desprende.

¿Cómo entró? Miro mi ventana, me reincorporo en un movimiento y golpeó su frente cuando veo que desarmó la cerradura para poder entrar. Se toma la frente en gesto de dolor y vuelve a caer al suelo.

—¿Desarmaste mi ventana?

Andy se revuelca en el suelo, frotándose la frente y sonríe, recostándose con los codos a su espalda.

—Es increíble todo lo que puedo hacer con las llaves de mi auto.

Otra vez está hablando fuerte, por lo ebrio que está, no creo que se dé cuenta de los volúmenes de voz que hay que tener en las casas de familia a la madrugada. Salto de mi cama y me paro encima de él.

—Vení.

Lo tomo de las manos para ayudarlo a recomponerse. Tiro de él y siento cómo me da un apretoncito en las manos. Lo llevo al balcón para hablar con él, cerrando la puerta, o intentando, porque ahora no tiene traba.

—¿Qué hacés acá?

—Vine a verte.

Dice tambaleándose. Intenta ser delicado y correr un mechón de mis ojos y termina apoyando toda su palma sobre mi cara, sacudo la cabeza y está cae sobre su costado. Se abalanza encima de mí y lo aparto del pecho.

—No podés venir a esta hora, desarmar mi puerta...—Suspiro, me está mirando, pero no está prestando nada de atención, todo lo que diga ahora no tiene sentido, no se va a acordar. Tengo que tomar una decisión: o me voy con él y evito que haga una escena o me resisto y sufro el riesgo de que mi papá se despierte con los gritos de Andy y me vea con el borracho. —Vamos.

VirgenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora