Inconformidad

7.4K 718 109
                                    

Por algún motivo, Esteban le creyó más a Andy que a mí, cuando él dijo que no había pasado nada entre nosotros, eso dejó a mi novio tranquilo. Aunque sigue resentido conmigo, no tanto como esperaba, un poco. Sus respuestas son ásperas y cortas, cuando nos vemos después de clases es de manera fugaz y aunque seguimos cumpliendo los compromisos de visitar a nuestras familias, siento como si todo fuera una cáscara vacía que está sostenida por escarbadientes. Es momento de empezar a construir algo más fuerte o morir aplastados por los cimientos de lo que era nuestra relación.

Esteban está enojado conmigo. No tanto como Andy, nunca nos mandamos mensajes desde que nos conocemos, pero ahora, él dejó de hablarme por dos semanas completas. No sé nada de él, no me llamó, no apareció con su cacharro por ningún lado y aunque una vez cuando estaba haciendo una encomienda en el centro lo vi pasar en su auto, él me vio de reojo y aceleró para desaparecer en una esquina. Si lo ponemos en perspectiva, esta es la vez que más tiempo lleva sin dirigirme la palabra.

Creo que por ahí ya se aburrió de mí, de mi drama y nuestra situación.

Durante las semanas me limité a estudiar, tenía que adelantar todas las tareas que había dejado de lado por la repentina presencia de Andy en mi vida, la cual parece haber girado mi existencia ciento ochenta grados. Ayudé a mi papá, hice las tareas de la casa, vi otra vez mi película romántica favorita y me aburrí, me aburrí horrores. Nunca me había dado cuenta lo monótona y aburrida que era mi vida antes de él.

Ahora mi vida había tenido un intenso y emocionante paréntesis que me hizo contemplar la realidad desde otro punto de vista. No tengo nada en mi vida que realmente me emocione, o me interese. Nada me llama realmente la atención más que cocinar y así termino con cientos de galletas, magdalenas y tortas que tengo que apilar en mi heladera y sobre la mesada de mi cocina. Esperando a que Esteban se digne a hacer un tiempo para mí. Con natación, la facultad y su trabajo, parece cada día estar más cerca de ser un adulto mientras yo me quedo estancada en mi vida neutra de doncella virgen. Espero que me lleve a una aburrida cita en la cual, enfatiza lo mal parado que lo dejé frente a todo el mundo y lo enojado que está con la idea de que me hice amiga de un vago. Mientras los días pasan, más le digo que parece que nuestra amistad llegó a su fin.

Quedamos en ir a la pileta del club para poder vernos. Los días están lindos y él quiere pasar el fin de semana con sus amigos de natación. Son los primeros días de primavera, el sol se asoma radiante y la pileta está climatizada. Obviamente, es el punto de encuentro para todos ellos. Como tengo que hacer un esfuerzo para empezar a recomponer mi relación y tengo que deshacerme de toda la pastelería que se acumula en mi cocina, acepté a pasar el tiempo, sonreír un poco y ver a mi novio siendo el centro de atención con su cuerpo perfecto de deportista de espalda ancha.

Termino de preparar las cosas que necesito y despedimos a mi papá que nos saluda en la puerta. Hago un repaso mental: filtro solar, mis lentes de sol, revistas, un arsenal de comida y toalla. No sé para qué llevo la toalla, nunca me meto en la pileta, odio meterme al agua, odio quedarme casi desnuda frente a extraños y es por eso que nunca aprendí a nadar. Tal vez me sirva para sentarme.

En el auto, Esteban pone su CD de música pop de los ochenta que, por algún motivo, hoy me irrita. Entiendo que le guste, pero ya debe haber escuchado el disco miles de veces, no entiendo cómo no sufrió algún daño por el uso todavía o mi novio un daño cerebral por la repetición. Me imagino a mí misma haciéndole un pequeño rayón al dorso del disco, para por lo menos no tener que escucharlo hasta que Esteban lo reemplace.

—¿Te pasa algo?

Me pregunta bajando el volumen de la música, un poco nada más.

—Estoy un poco fastidiada, estuve encerrada en casa toda la semana.

VirgenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora