Fragilidad

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Es raro despertarme al lado de Andy en su casa como si nada hubiera pasado. Me quedo mirando el techo un rato, Andy sigue dormido a mi lado aferrado a mi cadera y respirando suavemente sobre mi cuello. Solamente pienso en lo extraña que es nuestra relación, en lo raros que somos, en lo ajena que me parece mi vida en este momento.

Cuando giro sobre el colchón, Andy está acostado con los brazos sobre la cabeza, estirándose como un gato relajado, me sonríe y se frota un ojo. Es tan, tan... él. No puedo evitar arrastrarme por la cama y besarlo.

—Buenos días.

Dice con la menor preocupación, como si fuera que despertarse conmigo después de todo lo que pasó y lo que va a pasar, fuera totalmente normal.

—Hola, perdón por despertarte.

Se sienta para apoyar sus brazos en la cama y sonríe iluminando toda la mañana, borrando todo el estrés, todas mis preocupaciones, contagiándome con esa libertad. Andy es la calma que llegó a mi vida en forma de caos.

—¿Vamos a desayunar?

Veo el reloj y marca las once de la mañana.

—Creo que es mejor que vayamos a almorzar.

Sonrío quitándome la sábana de encima y parándome a su lado mientras él sigue con sus codos recostados en el colchón.

—Como quieras.

Se para de golpe para sujetarme de la cadera y caer conmigo otra vez sobre la cama.

—Pero primero saludame como se debe.

Acaricia mi pelo que está hecho un desastre como si fuera seda y me besa respirando profundamente por la nariz.

—Tengo que cambiarme...

—Puedo ayudarte en la parte en la que te sacás la ropa. —Tira de la tira de mi ropa interior con ojos dormidos. —No soy bueno en la parte donde te la ponés.

Acomodo la tela sobre mi cadera e intento levantarme de la cama, pero me detiene con un ligero empujón.

—Si querés ir a algún lado a comer, vas a tener que dejar que me levante.

—¿Cómo estás?

Por su repentino cambio de actitud supongo que está intentando con un poco de tacto, sonrió con su patético intento. Sé que es la primera vez que está en esta situación... supongo que no es de su estilo tener sexo con alguien que tiene su primera vez y quedarse al día siguiente.

—Bien.

Me acaricia el cuello que dejó de color morado y, tomándome de la nuca, me acerca hacia él para besarme la frente, un gesto que me agarra dormida y desapercibida.

—Vamos.

—¿Comida rápida?

Pregunto a la misma vez que me doy cuenta de que no tengo nada más que mi vestido arrugado para ponerme.

—Algunas veces me pregunto dónde estuviste toda mi vida.

Le sacó la lengua y él castañea los dientes amagando a morderla.

—No tengo ropa.

Extiendo mi vestido y él chista con la lengua.

—¿No podés ponerte lo mismo dos días seguidos?

—¡Obvio que no!

Busca una de sus cajas y sacudiéndose el mechón irregular de su cabeza, se acuclilla frente a ella para destrozarla y dejar que un montón de ropa se desparrame en el suelo, de ahí saca una remera y un bóxer. La remera negra tiene el logo de una banda de metal y el bóxer es suelto y tiene la estampa de una bandera extranjera.

VirgenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora