Plenitud

7K 699 40
                                    

—¿Vamos?

—No sé, Andy.

—No seas una abuela, es viernes a la noche y mirá lo que tenés puesto. Vamos a festejar que sos inteligente.

Miro mis pantalones y mi remera, estoy con ropa de casa, no es tan grave, iba a cambiarme, pero Andy llegó muy rápido.

—Perdón por no recibirte como a un rey.

—Deberías, es mi segundo nombre. No tendré corona, pero sé que mando en tu reino.

Me muerdo el labio inferior y niego sonriendo, es tan tarado.

—Está lloviendo.

Me toma de la cintura y me sube a su hombro.

—Estuviste una semana encerrada en tu cuarto... No tenés remedio, hay que obligarte a hacer todo. Pensé que estábamos mejorando con esto de la obediencia.

Pataleo para que me suelte, pero a mitad de camino me rindo y me dejo llevar como un trapo, cuando dejo de luchar contra él, me pega con la palma en el glúteo.

—Sos odioso ¿Sabías?

—E increíblemente irresistible.

Me deja en mi habitación y se dirige a mi placar, moviéndose por mi casa como si fuera suya, revisa mis vestidos.

—¿Qué hacés?

—Te elijo algo para que te pongas.—Me siento en la cama y cruzo las piernas mientras veo a Andy examinar todos mis vestidos. —Te recomiendo que te bañes porque vas a salir.

—Me bañé en la tarde. No me vengas con eso, que vos nunca te bañas.

—Para esperar a mi noviecito perfecto, me bañé y me perfumé.

Hace voz de chica, o intenta, la voz de Andy es muy profunda, suena más como un alien que como una nena malcriada. Ignoro sus burlas y cruzo los brazos, antes de darme cuenta tengo un vestido cubriéndome la cabeza.

—Ese.

Me saco el vestido, es uno que me regalaron hace tiempo, la falda es corta y nunca lo usé porque la espalda está abierta. Me gusta el estampado, es blanco con pequeñas frutillas en él, pero no me gusta el corte.

—Pensé que ibas a elegir algo negro o no sé, sexy.

Se ríe y se sienta en la silla de mi escritorio, con el respaldo en el frente donde recuesta sus codos.

—¿Para qué?

—Así no te avergüenzo, si vamos a ir al antro, estoy segura de que se van a burlar de mí si uso este vestido.

—A mí me gusta... No me gusta cuando cambias por otros.

Posa su mejilla en su mano y hace girar las llaves del auto en su dedo índice libre. Sus declaraciones siempre tan directas me erizan la piel y tengo que sostenerme a mí misma para calmar las palpitaciones. Me hace sentir tan bien conmigo misma, todo el tiempo, sin siquiera poner esfuerzo.

—No quiero usarlo.

—Qué lástima, no te queda otra.

—Andy, no...

Hace un movimiento para callarme con un "chist" como si yo fuera un perro que se está portando mal.

—Mala chica.

—Andy...

Chista otra vez.

—Vestido, ahora, acá, mientras yo miro. No quiero más discusiones... y después voy a querer un beso, pero todavía no estoy seguro.

Me río porque todo lo que hace es ridículamente divertido. Me saco el pantalón, lo desabrocho rápido y me lo bajo desafiante, me quito la remera en un movimiento mientras tomo mi vestido sin dejar de mirarlo con odio.

—¡Alto!—Alza la mano y me asusto cuando grita. —Ya lo decidí, quiero el beso ahora.

Me pongo el vestido ignorándolo.

—Ya es suficiente con que me puse este vestido.

Me mira de arriba abajo, es la primera vez que uso algo que muestra tanta piel, no sé por qué pone esa cara cuando ya me vio completamente desnuda. ¿Dibujará esto después?

—Ya lo tenías que arruinar, voy a empezar a aplicar castigos.

Lo sobro con la mirada mientras me giro para buscar mis zapatos, en realidad sería bueno ponerme zapatillas, está lloviendo, creo que tengo unas rojas...

Andy me toma de la cintura y me tira en la cama, se sube encima de mí y mete su mano por debajo de mi vestido, le cuesta un poco, ya que tiene una segunda capa de tela armada abajo, pero lo logra. Me acaricia vilmente y corre mi bombacha en un movimiento hábil para hacer esa cosa fantástica que hace con los dedos, suavemente. De a poco me quedo relajada mientras me acaricia con su mirada intensa de ojos azules.

—Dame un beso.

No lo tiene que pedir cuando hace eso, me aferro con las manos de su pelo y lo traigo hacia mí para besarlo con necesidad. Mete los dedos profundos sin perder tiempo y gimo contra sus labios, quiero morderlo, quiero, no sé. Aprieto los puños tirando de su pelo y vuelvo a gemir, para el momento que mejor la estoy pasando, retira su mano y acomoda mi ropa interior.

—¿Qué?

—Castigo número uno por desobediencia.

Se reincorpora con los brazos y se para en la punta de la cama mientras me quedo atónita acostada ¿Me va a hacer esto?

—¡No podés!

—Si puedo, linda... estás muy sexy de piernas abiertas y enojada porque no te hago acabar.

Le tiro mi almohada y ríe cubriéndose con el codo.

—¡Sos...!

Me paro para arrojarle el almohadón otra vez o para saltarle encima, pero él corre por la puerta de mi cuarto. Me calzo las zapatillas blancas que tengo a mano sin atarme los cordones y corro detrás de él.

Andy sale por la puerta principal cuando empiezo a bajar las escaleras, tomo las llaves que están en el living por costumbre y corro fuera de mi casa. Cuando atravieso la puerta, Andy sale de su escondite a un costado, me asusta levantándome del suelo y grito como una nena de trece años. Andy explota con carcajadas, hunde su nariz detrás de mi oreja y respira profundamente dejando un beso en el cuello y me abraza contra su cuerpo con fuerzas. Eventualmente, tiene que dejarme en el suelo mientras ríe y la lluvia nos empapa a ambos. Le pego en el pecho y amago a volver a entrar.

—Me va a dar un paro cardíaco.

Andy me toma de la mano y evita que vuelva a entrar a mi casa.

—Vamos.

—Tengo que arreglarme.

—Así estás perfecta, además, está lloviendo, no importa.

—Pero tengo la cartera...

Me quejo mientras me arrastra de la mano hacia él.

—¡No la necesitas!—Me toma de la cintura y me coloca en su cadera para llevarme hasta el auto como si no estuviera lloviendo y nos estuviéramos mojando completamente. —Estás conmigo.

VirgenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora