Contrariedad

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—Sentate en la esquina.

Mabel, la mamá de Esteban, me acomoda en la mesa, estoy segura de que, por su nombre, ella siempre está alegre. Camino para rodear la mesa con mantel de puntilla y acomodarme en el lugar que me corresponde en frente del florero que siempre está presente en las cenas y almuerzos de esa casa, aunque con distintas flores. Esta vez Mabel usó rosas blancas para decorar la mesa. Ella es una mujer bajita y regordeta, como está en contra de modificarse el cuerpo, tiene un par de mechones blancos en su ondulada cabellera castaña.

—¿Cómo está tu papá?

Me pregunta Justo, mientras se sienta en la esquina contraria y acomoda su corbata negra. Siempre fue un poco intimidante, a diferencia de Mabel, Justo casi nunca sonríe, es un religioso hecho y derecho. Casi no tiene pelo en su cabeza, solo en los laterales por encima de sus orejas, su nariz es ancha y la gordura de su cuello se ajusta al cuello de su camisa. Viendo fotos, Justo era un chico precioso cuando era chico, de ahí salió la belleza de Esteban, pero algo en los años cambió y ahora es un hombre poco favorecido.

—Bien, contento con el nuevo órgano de la capilla.

Sonrío y me acomodo el mantel sobre la falda. Me alegra haberme puesto mi falda de gasa blanca con una blusa rosa. Los papás de Esteban están siempre presentables y les gusta cuando yo parezco más de un siglo pasado que de la modernidad, pero ahora que veo que vamos a comer pastas con salsa rosa, hubiera deseado ponerme una falda de otro color.

—Tu papá es un buen hombre.

Repito las palabras en mi cabeza, es como si Justo no se diera cuenta de que cada vez que pregunta por mi papá, no importa cuál sea mi respuesta, él siempre dice la misma frase. Justo tiene devoción por mi papá y es solo porque es el reverendo y está más que orgulloso de que su hijo salga con la hija del líder de la iglesia. Es una iglesia pequeña, no hay mucha gente del pueblo que asista, por lo que nos conocemos todos y es más fácil para mi papá mantener contacto más estrecho con los fieles.

—Bueno, bueno. Comamos y nos contás cómo están tus cosas, linda.

Cuando me dice "linda" los pelos de los brazos se me erizan y solo puedo pensar en la voz grave de Andy y cómo en sus labios la palabra suena tan sensual.

Nada, estoy engañando a su hijo con un punk que escucha metal y tiene amigos que probablemente conforman un grupo satánico.

—Todo muy bien, por suerte. Terminando el último año, muy contenta.

Me sirven unos agnolottis* en el plato y asiento en modo de agradecimiento. Espero a que Mabel, como es costumbre, de las gracias antes de comer y poso las manos sobre el borde de la mesa para cerrar los ojos y agachar la cabeza. ¿Hace cuanto no rezo? Desde que hago las cosas que hago, me siento más y más alejada de Dios, como si tuviera que mentirle a Él también, o esconderle las cosas que hago por vergüenza. No debería ser así, pero hablo más con Andy que con Él últimamente.

—¿Sabés qué vas a estudiar?

Miro a Esteban que está a mi derecha ya tragando la comida y me sonrojo.

—No, todavía.

Cuando veo que Esteban no me piensa ayudar a salir de la situación me meto un agnolotti completo en la boca para no poder hablar más. Los papás de Esteban son muy estrictos con casi todo en la vida, creen que todo debe ser planificado con anticipación y meticulosamente meditado. Sé que no les convence de que todavía no tenga idea de qué quiero hacer con mi vida, y ya tuve muchas de sus charlas en las cuales la gente que se deja estar, se convierte en un "parásito de la sociedad". Sé que mi papá no espera nada de mí con respecto a mis estudios, pero mis suegros creen que tengo que educarme de alguna forma antes de quedar embarazada y ahí dejar todo. A mí me parece una pérdida de tiempo.

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