Aburrimiento

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Mientras espero en la puerta a que pase Esteban con su auto clásico de alta gama, suena mi celular y veo que es "Desconocido", estoy a punto de colgar cuando me acuerdo de que así tengo agendado a Andy. Rápidamente, presiono atender y escucho su risa entre la música de fondo.

¿Qué hacés, linda?

—Estoy saliendo del colegio.

Lo sé. Te paso a buscar.

Miro a las esquinas esperando que no diga que "lo sabe" porque está cerca.

—Viene a buscarme mi novio, vamos al zoológico.

Baja la música y escucho a sus amigos riéndose de fondo.

¿Qué?

—Que me pasa a buscar Esteban.

Ríe y sé que es esa risa maliciosa.

No importa, apuesto a que puedo llegar primero.

—Andy, no.

Estoy yendo.

—Andy, por favor, puedo ir después. Voy a tu casa, pero por favor, no vengas ahora.

No sé cómo convencerlo, pero sé que mis súplicas suenan tan desesperadas que lo logro hacer dudar.

¿A qué hora?

—En dos horas, tres.

Dos.

Dice y corta el teléfono sin despedirse. Ahora, estoy ansiosa, siento que lo extrañé de alguna forma bizarra. Pasó una larga semana, mis amigas no tienen mucho que charlar conmigo, así que volví a mi estado fantasma en nuestras conversaciones, me siento más unida con ellas, pero con poco para acotar y cada vez que eso pasa no puedo no pensar en él.

Esteban llega con su reluciente auto que no hace ruido y que está perfectamente limpio a la hora exacta que me prometió que me iba a buscar. Está con sus jeans y con una remera de polo, está más bronceado que de costumbre y su pelo castaño parece todavía más claro. Lo que más me gusta es que puedo ver sus torneados brazos debajo de su remera.

En el zoológico, todos nos miran como la pareja perfecta, somos bastante iguales, algunas personas nos confunden por hermanos, pero no me molesta, es verdad que somos tal para cual. Ambos fuimos criados de la misma manera, es solo que a veces que seamos tan iguales hace nuestras citas algo aburridas. Vemos todos los animales y me detengo dos veces en la parte de los murciélagos por unos minutos, están durmiendo, obvio, es de día, pero me encanta verlos, me hacen acordar a Andy y a su tatuaje de murciélago mal dibujado. Esteban me da la mano, cansado de ver bichos negros y malolientes, sin hacer nada y me lleva a la zona de las tortugas, donde se queda fascinado viendo como tardan años para comer entre todas un pedazo de lechuga. Cuando pienso en cómo sería una cita en el zoológico con Andy me doy cuenta de que sería mil veces más interesante que ver a Esteban fascinado con los animales más lentos del mundo, comer un vegetal que no tiene casi sabor. Andy saltaría a una jaula para bailar con monos y ser escoltado por seguridad fuera del recinto.

Veo el reloj cada vez que Esteban no me está mirando, no es que me quiera ir, estoy impaciente, tengo miedo de llegar tarde y me busque o algo parecido, este es el único zoo del pueblo y le dije que estaba en el zoológico como una boba. Me miento y me digo que la ansiedad es porque quiero ser puntual y no porque hace una semana que no lo veo y lo extraño.

Después de una hora ya estoy cansada de ver animales, no es que no me gusten, pero están todos echados en sus jaulas y es algo deprimente verlos así. Esteban me ofrece comer algo en el lugar, pero no creo que el olor a excremento me ayude a disfrutar de la comida.

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