Soledad

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Cuando llego a mi casa no solo tengo que entrar a mi habitación por el balcón, para cambiarme y maquillarme los chupones para volver a entrar por la puerta principal, sino que mi papá ya estaba listo con su sermón y su biblia en las manos.

Cosas que Cora no puede hacer de ahora en más:

1-Irse a dormir a lo de sus amigas.

2-Salir mínimo por tres meses.

3-Verse con las "nuevas juntas" que la llevaron por mal camino.

4-Salir de la casa sin avisar la hora de llegada.

Cosas que Cora debe hacer en el siguiente mes:

1-Focalizarse en su futuro.

2-Buscar un nuevo camino que me devuelvan a los brazos del Señor. La opción de un reformatorio religioso está en la mesa, pero mi papá no lo tiene completamente decidido.

3-Ir a las reuniones de donativos de la Iglesia por el resto de las vacaciones.

Le conté una historia a mi papá donde obvié el que me quede a dormir en lo de Andy, que tomé, que me quedé dormida inconsciente, que Esteban es gay y que terminé con él. Así que fue algo como "Me quedé dormida en lo de Jimena". Aunque no me creyó, me mantuve con esa historia. Si llega a saber la verdad, no me sorprendería que quisiera internarme en algún lugar en medio del campo sin pensarlo dos veces.

El almuerzo es lo peor de todo. La intriga de saber a qué hora se iba Andy me tiene angustiada, pero lo peor de todo es tener que aguantar las lágrimas y tragarlas con el suflé de zanahoria que me quedó horrible.

Subo las escaleras una vez que termino de lavar los platos. No sé a qué hora me acosté, pero me levanté temprano y mi cuerpo necesita descansar, más que nada necesito apagar mi mente. Todo es ridículamente estúpido, todo es retorcido, todo es una mierda.

—¡Mierda!

Grito en voz alta en mi habitación y revoleo un almohadón contra mi escritorio, el cual se estrella con todas los perfumes que tengo en la repisa encima del estante y estos caen al suelo. Grito contra mi almohada y me levanto para acomodar todo el desastre que hice. Entonces me doy cuenta de que mi celular vibra con llamadas de Jimena, seguro va a decir alguna que otra estupidez, así que pongo mi celular en silencio y vuelvo a acostarme en la cama. ¿Debería llamar a Berni?

—¿Qué tenés que hacer Cora?

Me pregunto esperando tener una respuesta para mí misma y parece que ni de casualidad la tengo. No hay que ser Einstein para darse cuenta de que ya le pedí a Andy que se quede y me dijo que no, además ¿Para qué quiero que se quede? Es un manipulador, un idiota, su cara me produce odio. ¡Dios! ¡Tanto odio! Estiro mis piernas frustrada y ruedo en mi cama. ¡Estoy siendo estúpida! ¡Él no me necesita, yo tampoco! ¡Que se vaya! ¡Nadie lo necesita!

Miro el reloj de mi mesa de luz ¿Se habrá ido ya? Y así, contando los minutos, me quedo dormida, mirando el tiempo pasar, esperando a... nada.

Me despierto, abro los ojos y el reloj sigue ahí.

Seis de la tarde.

—Andy.

Susurro y me vuelvo a envolver en mis sábanas para seguir llorando porque parece que es lo único que hago últimamente.

VirgenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora