Agobio

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Andy tiene definitivamente un problema con la lluvia, dejamos el auto lejos de la entrada del lugar y mientras yo hago pequeñas corridas a espacios donde haya techo para no mojarme tanto, él camina bajo la lluvia como si no pasara nada.

Entramos al antro y para mi sorpresa Andy me toma de la mano. Como esperaba, todo el mundo me mira raro por lo que tengo puesto, parezco un corderito a sus ojos, pero las peores miradas extrañas se las lleva Andy por sostenerme de la mano, a él no le importa como todo lo demás, incluso no creo que se dé cuenta de que lo están mirando. La diferencia más grande entre nosotros es que a Andy le gusta vivir su vida sin importarle nada de lo que pasa alrededor, mientras que yo no puedo evitar rebotar de expectativa ajena a expectativa ajena. Mientras yo vivo como quien salta de una piedra a otra sin intentar mancharse los pies, Andy simplemente salta en el barro haciendo un desastre a su alrededor, solo porque es lo que a él le divierte.

Él, empapado, avanza entre la gente mientras lo sigo detrás apretando su mano, no sé cómo me dejé convencer de volver a este punto. La última vez que estuve acá, me encontré en el patio con una de las peores/mejores cosas de mi vida.

—¡Hola!

Grita Andy a sus amigos y se acomoda en la mesa empotrada en la pared con sillones acolchonados a los laterales. En ella están Teo, Ian, Katia la rubia, Rocío la castaña y la morocha, de quien ya me olvidé el nombre. Otra vez me siento terrible ¿Por qué Andy nunca me avisa cuando son tres y tres? Siento que estoy arruinando todo.

Se sienta al lado de Ian y Teo, en el otro sillón están las chicas y no queda lugar para mí. Se palmea la pierna en un gesto para que me siente arriba de él y ladeo la cabeza, no quiero sentarme, en realidad me quiero ir, no sé por qué me está afectando tanto que sus amigos estén acá.

—¿Es porque estoy mojado?

Niego y muevo las manos nerviosa.

—Hola.

Saludo y todos hacen un saludo sin mucho entusiasmo con la mano o la cabeza. Andy me toma de los brazos y me sienta arriba suyo a la fuerza.

Veo que los demás ya terminaron un par de cervezas, están desparramados en sus asientos, algunos con el celular, otros tomando y mirando a algún punto fijo en la nada. ¿Habrán fumado droga ya?

Un mozo pasa y alzo la mano, quiero tomar algo, definitivamente necesito tomar para que todo esto pase de forma más amena, o sin que me estrese tanto. Andy me acomoda mejor sobre su regazo y lo miro para que pida algo por mí.

—¿Qué vas a tomar?

—Lo que vos tomes.

Respondo mientras abraza mi cintura con ambas manos, gesto que sus amigos no pasan por alto.

—Dos vodkas.

Nunca tomé eso, nunca tomé nada que no fuera cerveza hasta ahora. El chico que tiene las orejas con miles de aros y rastas me mira frunciendo el ceño y evito mirarlo a los ojos para no darle espacio a hacer un comentario.

—Creo que le gustaste.

Me susurra Andy al oído mientras lo sigue firmemente con la mirada hasta que desaparece entre la gente y quiero explicarle que por más de que él sea un subnormal y no se dé cuenta de que no encajo en este lugar, no significa que haya gente que no lo haga, pero Ian me interrumpe antes de que pueda expresarme carraspeando la garganta.

—¿De dónde vienen?

Pregunta Rocío.

—Cenamos en su casa.

Le dice Andy sin cuidado y la morocha con cara de no tener amigos que está a su lado, levanta las cejas sorprendida.

—¿Están saliendo?

VirgenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora