Simpatía

9.6K 831 116
                                    

Me despierto con la alarma y estoy sudando a mares gracias a mi pesadilla producto de mi nuevo trauma. Me levanto y empiezo con mi rutina de siempre. Ato mi pelo colorado a lo alto y lo fijo con miles de invisibles, guardo los demás en el bolsillo de mi falda. Tengo que ponerme una curita en mi tobillo por la ampolla que está ardiendo sobre mi carne. Me pongo unos pantalones anchos y remera de volados blanca. Luego de desayunar salgo de mi casa con mi cartera cosida al hombro. Hoy es un sábado normal, mi papá tiene sus grupos de caridad y estoy pensando ir a comprar un par de cosas que faltan en la casa. Los fines de semana aprovecho a poner la casa en orden. Tengo que comprar papel higiénico, crema de cuerpo, tomates, lechuga... Levanto la vista para ver el cacharro negro que tiene una leve capa de polvo sobré el capó y una llanta salida de lugar.

Él sigue ahí, en su auto, en mi entrada.

Me acerco furiosa y golpeo la ventanilla con todas mis fuerzas. No puede dormir acá, no frente de mi casa ¿Y si los vecinos ven que tengo este auto en la puerta? Oh Dios, espero que mi papá no lo haya visto. ¿Pasó la noche acá? ¿Qué pasa si lo vió? Él desarma el agarre de sus brazos y se acomoda perdido para acercarse al vidrio que nos separa.

—¡Buen día, mentirosa!

Sonríe con sus lentes negros de sol puestos y saluda con la mano desde adentro.

—Hola. —Respondo secamente mientras espero que baje la ventanilla. —¿Qué hacés acá? ¿No tenés casa?

Esquiva mi pregunta y se acomoda el pelo carraspeando la garganta. Su voz suena mucho más gruesa de lo que recordaba.

—¿A dónde vas? ¿Te llevo?

—No, de ninguna manera me voy a volver a subir al auto con vos. ¿Qué hacés en la puerta de mi casa? No podés quedarte acá como si nada...

—La calle es pública, puedo dormir donde quiera.

Revoleo los ojos y empiezo a caminar. No se puede discutir con él, así que no sé por qué me molesto. Él enciende su auto y ya sé lo que se viene. Camino más rápido y me ajusto la cartera contra mi cuerpo para que no golpee contra mi espalda. Esta vez por suerte tengo zapatillas.

—No entendés los chistes.

Lo miro de reojo y está divino, sacando su brazo por la ventana y apoyando su cabeza en él. Algún día se va a matar si sigue conduciendo como un mono.

—Admití que te gustó. Te encantó el beso y no dejaste de pensar en mí.

Sigo caminando como si no existiera y toca la bocina para hacerme saltar del susto. Es un denso, demasiado, prefiero tener piojos que esta plaga.

—No, para nada.

Se baja los lentes a la nariz para mirarme de arriba abajo.

—Te puedo llevar si querés. Decime a donde vas.

—A hacer las compras, no creo que sea algo divertido para alguien como vos.

—Con vos todo es divertido, linda.

Me sonrojo un poco por cómo pronuncia la palabra "linda", con cuidado, haciendo énfasis en las consonantes en vez de las vocales. Lo odio tanto, es tan molesto.

—dejame en paz.

—Somos cómplices ahora ¿Te acordás? Tenés que tratarme bien si no querés que todo te explote en la cara.

—Bien. ¿Qué querés de mí? ¿Qué tengo que hacer para que me dejes en paz?

Lo digo con el tono más dulce que puedo y siento que se desperdicia en él.

VirgenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora