Euforia

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—¿Vamos a pasar la noche acá?

Pregunta Jimena que salta del auto y corre hacia la fogata que prendió Andy con las ramas que juntamos con Ian. Para ser improvisada, está bastante bien, es grande, chispa en el aire y las brasas se pierden en el atardecer que se empieza a poner detrás de la colina verde. Como estamos lejos de todo, la oscuridad pronto va a empezar a tragarlo todo, no tenemos casas alrededor, solo un par de árboles que se extienden cada tanto, viejos, todavía pelados, recuperándose del invierno. Sería lindo venir en pleno verano. Miro a Andy y me pregunto si lo vamos a lograr. Llegar juntos al verano.

—No.

Digo firmemente y Andy asiente llevándome la contra.

—Camping.

—¿Estás loco? No tenemos comida, nada para taparnos, tengo que dormir en mi casa...

Sigo enumerando todos los por qué no me puedo quedar a dormir al lado de una laguna en la noche y Berni levanta la mano para interrumpirme.

—Trajimos comida, compramos algo con Teo y yo traje mantas. —Sonríe contenta y señala el auto. —Están en el baúl.

¿Estamos todos locos? ¿Así de la nada van a decidir dormir en la intemperie? Sé que Andy no me va a llevar a mi casa, le robaría el auto, pero no sé cómo manejar. Mis amigas están en completo favor de pasar la noche acá, algo que me sorprende, ya que son super refinadas. Me imaginaba a Berni poniendo cara de asco y quejándose de los mosquitos.

—¡Trajimos torta!

Berni le pega a Jimena en la cabeza e intenta sonreír. Es Berni, no le queda bien sonreír, nos espantamos con la mueca que hace y su intento de hacerse la disimulada falla terriblemente.

—¿Torta?

Pregunta Ian extrañado y cierro los ojos, espero que no lo mencione.

—Para soplar las velitas... Es el cumpleaños de Cora a las doce ¿O no? ¿No estamos acá por eso?

Jimena mira a los chicos como si todos supieran y Andy me mira sorprendido. Eso explica por qué las chicas están dispuestas a pasar la noche conmigo.

—¿Es tu cumpleaños?

Les tendría que haber avisado que no podían decir nada. Ignoro a Andy rotundamente para que mi cumpleaños no se vuelva un gran tema o acontecimiento.

—Jime, ¿puedo decirle a mi papá que me quedo a dormir en tu casa? ¿Le podés avisar a tu mamá?

Ella sonríe y se sienta conmigo al lado de la fogata, saco mi celular y estoy haciendo una de las cosas que pensé que nunca iba a hacer: mentirle a mi papá. Sé que estas cosas nunca terminan bien. Veo toda la situación frente a mis ojos, mi papá va a ir a lo de Jimena por alguna emergencia y no voy a estar ahí. Se va a enterar de que me escapé y va a creer que no es la primera vez. Me va a castigar. Nunca me castigó antes. ¿Qué hará? Dejarme encerrada sin celular en mi casa hasta que cumpla treinta, seguro. Medito si vale la pena pasar el resto de mi vida confinada por solo estar acá esta noche. ¿Qué pasa si algo nos pasa? ¿Qué pasa si a Berni la muerde una serpiente y tenemos que...?

—Las chicas me prepararon una fiesta sorpresa... me quedo a dormir acá... sí, somos nosotras nada más... sí, no pasa nada, mañana voy a estar en el servicio.

Berni toma asiento y estamos todos rodeando la fogata, excepto Teo que está buscando la heladera con cervezas para dejarla cerca de nosotros. La deja en el suelo y antes de traerla, prende las luces del auto para que nos ilumine y sube el volumen de la música.

Tengo que relajarme, no puede salir nada mal, estoy en el medio de la nada con mis amigas y tres chicos pervertidos en ropa interior, a muchos kilómetros de casa al lado de una laguna abandonada mirando al atardecer en vísperas de mi cumpleaños, sin que mi papá sepa qué estoy haciendo. Si lo miramos, por un lado, pueden violarnos y dejarnos acá sin medio de transporte.

VirgenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora