Felicidad

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Cuando me despierto tengo una resaca horrible, no me acuerdo de nada de lo que pasó ayer, es decir, fracciones, pero las cosas del medio son difusas.

Miro a mi alrededor y estoy en la cueva de Andy tirada sobre él como quien intenta sofocar a alguien, me separo de su cuerpo y siento que mi piel literalmente se despega de la suya. ¿Por qué estamos desnudos? Me acuesto sobre la cama y veo un pedazo de nilón pegado a mi pecho, lo separo sin darle importancia y debajo veo el horror. Tengo una mancha con sangre, lo examino mejor y veo dos alas de murciélago. No queda otra opción, tengo que gritar.

—¡¿Qué pasó?!

Andy se sobresalta sobre la cama y me ve extendiendo las manos a los costados mientras observo mi nuevo tatuaje.

—¡Tengo un tatuaje!

Lo miro espantada y él sonríe frotándose un ojo con la mano.

—Sí, ya sé.

—¿Me tatuaste mientras dormía?

—No, vos me lo pediste... me rogabas que te hiciera un tatuaje porque necesitabas tener algo tatuado por mí, así cuando me hiciera superfamoso podrías decir que es mío. Además, dijiste que querías acordarte de mí para toda la vida y llevarme con vos a la tumba porque soy totalmente necesario en tu vida.

Es obvio que está mintiendo, lo noto en sus ojos divertidos, yo nunca diría esas cosas.

—¿Se puede sacar?

—No, es para siempre.

Me dejo caer sobre la almohada y me llevo ambas manos a la frente.

—¿Qué mierda hicimos ayer?

—Salimos a tomar algo por ahí.

—Y terminé tatuada.

Observa su trabajo de cerca para ver el estado y se muerde el aro de su labio inferior.

—No llores, nadie lo va a ver y te queda lindo.

Me río porque es ridículo cómo intenta sacarle importancia a todo, supongo que ya no puedo hacer mucho, vuelvo a mirar el tatuaje y tampoco está tan mal, es lindo, muy lindo y tierno.

—¡Tengo un murciélago entre las tetas!

Me llevo las manos a la cara y me tiro contra la almohada.

—El murciélago más feliz del planeta.

—Idiota.

Se reincorpora en la cama y sosteniéndose con los brazos, se acomoda encima de mí para dejarse caer y aplastarme con su cuerpo. Me quejo, pataleo mientras me río sofocada y él enseguida se quita de encima de mí... algo le está doliendo demasiado.

—¿Estás bien? ¿Te hice mal?

Se abraza el torso y se muerde el labio inferior.

—Me fisuré dos costillas y duele como la mierda.

—¿Qué? ¿Cómo?

—Tuve la misma reacción cuando Luis me dijo, pensé que pesabas menos, vas a tener que dejar los postres.

—¿Qué? ¿Cómo pasó?

Andy se ríe para quitarle importancia, pero yo sigo seria.

—Te quisiste meter a un banco en medio de la noche a robar, te detuve a la mitad para que hagas locuras, pero no podía bajarte de las rejas, estabas como un mono intentando cometer un delito, tiré de vos y nos caímos ambos al suelo, vos encima de mi pecho.

Lo miro horrorizada ¿Yo hice eso?

—¿Robar un banco?

—Sí, decías algo... necesitabas plata para comprar los miles de vibradores que vas a usar de ahora en más.

Intento pegarle en el hombro con el puño cerrado porque se lo merece, su historia es totalmente falsa y él detiene mi golpe sujetándome de la muñeca.

—Andy, ponete serio. ¿Qué tenés que hacer?

Coloca una mano sobre uno de mis pechos y me guiña el ojo.

—Esto.

Me apretuja y revoleo los ojos. Hasta para su propia salud es subnormal. Quito su mano y Andy se relaja, tirando la cabeza para atrás, lamentándose.

—Andy...

—Nada, se van a curar solas. Tengo que tomar analgésicos nada más. El proceso será acelerado con un poco de amor, dijo el doctor.

Desliza su mano por mi muslo desnudo y lo detengo.

—No podemos hacer cosas si tenés una costilla fisurada.

—Pero yo quiero.

Dice en tono ofendido como un nene de cinco años al que no le dan un chupetín.

—No vas a ser delicado y eso me preocupa.

Se sube arriba mío y me sujeta las muñecas por encima de la cabeza.

—No me podés pedir delicadeza cuando te tengo en la cama para mí.

Muerde mi labio inferior con una frustración que transmite cuando hace fuerza de más. Sé que seguramente me va a dejar los dientes marcados, pero siento como traba la mandíbula para no arrancarme los labios.

—Andy, sos muy bruto.

Le digo jadeando, me encanta que lo sea. Él ladea una sonrisa mientras se hace paso entre mis piernas con su cuerpo, todavía sosteniendo mis brazos en alto y comienza a frotarse contra mí. No puedo decir que me desagrada, es más, se lo agradezco porque ya necesitaba algo de estímulo para no convulsionar.

—Pero linda, me pones así, me hacés desesperarme. Te veo y solo pienso en las cosas que podría hacerte... ahora quiero darte vuelta contra el colchón, ponerte en cuatro y cogerte hasta que no puedas caminar.

Hago un gesto de desaprobación, espero que ni lo intente, no soy médica, pero sé que no puede hacer esas cosas. Y después reflexiono en que de verdad me gusta caminar.

—No me aprietes los labios así, solo me dan ganas de sentir otra vez cómo tu boca se ajusta alrededor de mi verga.

Me besa atrapando mi labio inferior dolorido por su anterior mordida y entro en pánico, si sigue hablando, lo más probable es que yo termine rompiéndole las costillas.

—Andy...

Susurro mientras él sigue clavando su cosa entre mis piernas.

—Tengo poco tiempo. Tenemos, poco tiempo.

Besa la base de mi cuello y deja mis muñecas libres para deslizar los breteles de mi vestido a los costados. Lo miro fijamente mientras lo hace.

—No te vas a controlar, yo tampoco.

Cuando pienso que va a ignorar mi vaga oposición se retuerce de dolor.

—Mierda.

Se hace a un lado y se recuesta sobre la cama.

—¿Ves?

—Pero la tengo muy dura y no sé qué es peor.

Me río con una risita ínfima que contengo llevándome la mano a la boca, algo que Andy encuentra lindo o adorable al juzgar por sus ojos. 

VirgenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora