Capítulo 31.

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Hermione nos dijo que sino nos importaba compartir habitación, ¡vaya estupidez! Llevamos compartiendo habitación desde antes de saber que existíamos.

Como Hermione no nos conoce lo suficientemente bien, y no la culpo, nos conoce de, ¿dos horas? ¿Tres?, nos separa en chicos y chicas y me guardo mis réplicas hacia Cara, porque en el colegio sigue con sus amigas, pero ya me saluda y esta mucho más amable. Parece que eso de ser hermana mayor y dar consejos se me da bien. Reivindico un premio por ello, porque ser hermano mayor no es fácil.

La habitación de Cara y mía, era amplia, más que las nuestras de casa, tenía las paredes con el mismo papel pintado que en el salón pero de tonos rosa ceniza, madera a la altura de un metro desde el suelo, el suelo de madera como el de toda la casa y un gran ventanal con un sillón en él. Siempre he querido una habitación así. Había dos camas, una a cada lado del ventanal. Las camas estaban en alto y debajo se encontraba el escritorio con una silla de despacho y algunas estanterías.

Para ser magos, era una casa muy muggle, se notaba que Hermione había decorado la casa y que seguía en contacto con la moda de ese mundo, al igual que Cara y yo.

Dejé a Cara elegir la cama, total, eran idénticas. Ella eligió la de la derecha, así que, yo izquierda.

Ahora que tenía la izquierda, e intentando levantar a pulso mi maleta, me di cuenta de que todavía me molestaba mi muñeca, ¡estúpida bola loca!

Coloqué ahí varios objetos personales que no tenía pensado llevar a Hogwarts, como la caja de mi abuelo. No quería que sufriera daños, ahora era más importante que nunca.

Luego me fijé en el armario, al lado de la puerta había un gran armario empotrado de madera idéntica al suelo. Metí ropa que pensaba dejar allí en el lado izquierdo, en parte porque era la más cercana a mi "zona", en parte porque Cara ya había metido cosas en el otro lado.

Cuando hube acabado, me subí en la cama, tenía un edredón rosa bebé y cojines grises. La verdad, aunque ame el rosa, tanto me estaba empezando a marear.

No llevaba ni cinco minutos tumbada en la cama cuando Hermione nos llamó a la mesa. Bajamos y nos dirigimos hacia el lugar por el que habíamos venido. Es decir, al salón.

La comida fue muy incómoda, porque nadie hablaba. Creo que se estaban arrepentiendo de la adopción, ya me veía en casa de tío Mat, asistiendo a un colegio muggle y muriéndome del asco por estar allí y no en Hogwarts.

Por suerte, espero que no fuera por ello, sino porque no habría tema de conversación.

La comida estaba muy rica, Hermione era buena cocinera. Y Ron se lo hizo saber queriendo repetir. Empecé a pensar que le entusiasmaba el pollo, porque repitió dos veces, y sí, había tanto como para repetir dos veces.

Subimos a la habitación y por fin, tras dos largos días pude dormir bien, fue una siesta larga, dormí hasta las ocho de la tarde más o menos. No soñé o por lo menos no recuerdo haber soñado. Creo que siempre había soñado algo, pero esta vez no. Me levanté y me senté en mi mesa con la caja del abuelo, había muchos trozos de pergaminos en blanco, no se si es para que escriba algo o yo que sé, el abuelo a veces hacia cosas raras, como las pistas para encontrar los regalos de Navidad.

Ese hombre tenía una mente brillante, hacia cosas muy buenas, por ejemplo: ¿a cuantos ancianos habéis visto haciendo chocolate caliente? Pocos, seguro.

El abuelo metió en la caja fotos de familiares, y eso me puso sensible. Poco después me llamaron para la cena. Estaban todos abajo, y se veían como una familia en Navidad, junto a la chimenea, con gruesos jerseys de lana, contándose historias y riéndose todos juntos. Me sentía fuera de lugar, mis hermanos habían encajado genial y yo ni siquiera había hecho el intento.
Entre haciéndome notar, para intentar integrarme.

- Hey, dormilona, nos han dicho tus hermano que estás en el equipo de Quiddich de Gryfindor.-dijo Ron entusiasmado.- Yo también estuve en el equipo, ¿de qué jugabas?

- Soy cazadora.- dije tímidamente.

- Tu y yo haríamos un gran equipo, yo jugaba como guardián.- dijo riendo. Ahora entiendo porqué Hermione acabó con Ronald, es muy adorable.

- En las próximas vacaciones jugamos.- le contesté sonriendo.

Y entonces, sólo entonces, me sentí como si volviera a tener familia. Pero una familia desconocida. A la que a penas conocía, pero, tendríamos tiempo, o eso esperaba.

Como Hermione había dicho, cenamos, pero cenamos en el suelo junto al fuego, siguiendo hablando y riendo, conociéndonos, siendo una familia...

La cena se me hizo corta y nos mandaron a la cama, porque mañana volveríamos a Hogwarts. Pero como supuse, no podía dormir, la siesta fue demasiado larga y ahora no tenía sueño.

Me puse a ver las fotos de la caja del abuelo, y revisando bien, advertí que había una pegada a otra, la cuál, no la había visto.

Las separé con cuidado para que no se estropearan ninguna de las dos fotografías.

Era una de nosotros pequeños, con papá y mama, en la playa de Bretaña a la que fuimos ese año. Lágrimas volvieron a brotar de mis ojos. Y sin darme cuenta, me quedé dormida encima de la mesa.

Al día siguiente me desperté con dolor de cuello y de muñeca, porque soy tan torpe que volví a dormirme encima de la muñeca herida.

Hermione me despertó dulcemente, dándome un beso en la mejilla. Igualita que Eli cuando estuvimos en el Caldero Chorreante, y nótese la ironía de la frase.

Decidí ir ya con el uniforme puesto, porque no quería perder más tiempo.
Más tiempo en no aprender, aprender mucho para encontrar a esos malos que han asesinado a mis padres y secuestrados a mis abuelos y matarlos, no, matarlos no. Porque yo no soy como ellos, los dejaría en Azkaban hasta que murieran del asco y se consumiesen por todas la leyes que  han incumplido. Sí, eso haría. Sería la nueva Hermione Granger de Hogwarts. Sacaré todo 10 de tanto aprender, me lo sabré todo.

Porque a esos cantones le van a dar su merecido, o mejor dicho, les voy a dar su merecido.

Nos dejaron en el andén, y nos subimos al tren. En él me dormí, últimamente dormía a destiempo, eso me provocaría un cambio fisiológico que no veas... Verás tú como me quedé tapón por culpa de esto...

Llegamos a Hogwarts pasadas las tres de la tarde.

Estaban los estandartes con banderas negras, por lo visto mis padres no fueron los únicos.

Antes de cenar, la directora dio un bonito discurso, recordando a todos los ex alumnos desaparecidos. Y lloré, he de admitirlo, no lo negaré, como
una magdalena.

También dijo que intentásemos seguir con las clases con normalidad, auque, nos sería difícil, pero yo estaba convencida a aprender. No ha sacar nota, sino a aprender, y a ser la mejor en Quiddich.

Y también por otra parte, conocer mi nueva familia.

Bueno, bueno. Otro capítulo.
Muchas gracias, por leerme y espero que os haya gustado el capítulo.
Besos de azúcar,
Andrea

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