Capitulo 19. Se descubre el pastel

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Sonó la alarma y maldije en voz baja. Le di un golpe con todas mis fuerzas y dejó de sonar. Perezosamente me puse el uniforme.

Las últimas semanas habían pasado rápido, evitando a James y Fred y centrandome en los estudios y en el equipo se me hicieron nada.

Cuando estuve vestida, desperté a Erika. Con ella había cogido mucha confianza y, prácticamente, era mi mejor amiga.

No tenía una relación de amistad con una chica desde que dejamos el colegio muggle. De veras echo mucho de menos a Manon y a Julia. Pero eso ya pasó, mi vida ha dado un cambio muy radical, y ahora estoy rodeada de mucha gente que me quiere y apoya. He encontrado un deporte que se me da bien, las clases las llevo perfectamente, mis calificaciones son buenas y no tengo que preocuparme de volver a casa todos los días. Hogwarts es mi casa.

Erika me peinó mientras intentaba sin éxito hacerme el nudo de la corbata, nunca aprendería.

Bajamos todavía con el sueño en los ojos. Los chicos, como de costumbre, ya estaban allí.

- Llevas mal puesta la corbata.- me dijo George, anulando la corbata bien.- Así esta mejor.

- Gracias.- dije un poco sonrojada.

Estos chicos me sacaban los colores.
Bajamos a desayunar. Ya era costumbre coger la mochila y llevarme algo para entre las clases, y suelen ser magdalenas.

Estuvieron hablando sobre las clases de Historia y el por qué el profesor no se jubilaba ya. Era un fantasma que desconocía que estaba muerto, no se iba a jubilar.

Cuando acabamos nos dirigimos a la sala de Defensa. Entonces los demás alumnos entraron. Y allí estaban. La profesora y mi primo en una fogosa sesión de besos. Todos se quedaron con la boca abierta y yo me abofeteé mentalmente por no haber parado a los alumnos. Pero no se podía alargar lo inevitable.

Los alumnos empezaron a cuchichear y luego, entró Flinch. Y tal y como entró cogió a mi primo de la oreja izquierda y se lo llevó seguramente al despecho de la directora. La profesora avergonzada salió tras ellos.

Por lo cual, adiós clase del lunes. Pobre Donald. Pobre profesora.

Estuvimos sin clases hasta por la tarde, ya que los profesores estuvieron reunidos en un claustro para saber qué harían con ellos.

Oh, mis tíos, mis abuelos, mis padres, todos. Todos lo teníamos como un ejemplo a seguir, el chico perfecto. Pero supongo que la perfección existe o es subjetiva y que nada es lo que realmente esperas.

Como no hubo clases, nos dejaron libres, Erika y yo fuimos a la biblioteca. James me estuvo mirado desde la mesa de enfrente sin parar. Me sentía tan observada que mi concentración era muy baja. Al rato, Erika se fue con una amigas a no se qué y nada más irse por la puerta, él se sentó a mi lado.

- Hola.- me dijo en susurros.

- Hola, James.- dije yo también en susurros.

- Necesito que hablemos.

- Estamos en una biblioteca, aquí no se puede hablar.- entonces entendí que quería que saliésemos fuera. Recogí mis cosas y salimos.

- Ya sé que seguro que no, pero, ya lo sabes. Me gusta cada pequeña parte de ti. Y cada día va a peor. Sólo quería proponerte que salieras conmigo.- dijo cada vez más rojo.

- James, no es por ti...

- Típico, oye si no te gusto, de verdad, dimelo, me ahorrarías mucho sufrimiento.- dijo él interrumpiendo me.

- ¿Te estas dando cuenta de que tenemos solo 11 años? No tenemos madurez suficiente para esto. Mira, dentro de unos años, cuando surja mi interés por vosotros, estarás en mi lista seguro. Pero ahora mi cabeza se divide en Quiddich y las notas. No hay lugar para nada más.- dije optando por serle muy sincera.

Conociendo HogwartsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora