Capitulo 16. Las pruebas de Quiddich

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Por fin lunes. Di las gracias a que sonara el despertador. Me desperté con mucha energía, aunque sigo sin saber de donde la saqué.

Como de costumbre, Isa no está allí, ya se habría ido. Lo que madrugaba era chica no era ni normal.

Me puse el uniforme, hoy sin túnica, no se me apetecía, aunque la cogería y la metería en la mochila por sí me decían algo.

Bajé ya con los libros del primer periodo metido, pasaba de subir, la pereza era muy real.

Al bajar estaban todos, con la cara de dormidos de siempre.

- ¿Y tu como puedes estar feliz tan temprano un lunes? ¿Qué clase de súper poder es ese?- dijo Teo, tan hablador como siempre.

- ¿No os lo dije? Hoy hago las pruebas para el equipo.

- Pero los de primer año no pueden.- replicó Teo mientras salíamos.

- Pues el mismísimo hijo de Harry Potter me ha dicho que vaya, y él es el capitán.

- Joder, tienes que ser muy buena.- contestó Teo.

- Menuda suerte.- dijo Dyl. Y George ni sí quiera habló.

Tenía el ojo más morado todavía, y el labio hinchado. Me daba pena, espero que Dyl y él acaben de una vez con todo. Me siento mal por esto, es mi culpa que estén así.

Llegamos al gran comedor, y como siempre estaba casi vacío. Pero hoy desayunaría tranquila, porque no tengo que subir a por nada.

Como siga subiendo cada dos por tres a la torre voy a tener una figura muy musculada.

Tomé un fuerte desayuno, huevos revueltos, y tostadas con un gran vaso de leche con azúcar.

Mientras comíamos, vi venir a las lechuzas, entre ellas estaba mi lechuza color chocolate, Athenea, traería la respuesta de mamá.

Efectivamente era la respuesta de mamá y también traía una carta del abuelo y un periódico.

En el periódico decían que estaban empezando a desaparecer misteriosamente ex funcionarios del ministerio. Eso no me gustaba, me sentía en peligro, sólo esperaba que lo solucionasen.

Los chicos se fueron a por las cosas y vendrían a buscarme antes de ir a la clase de la señorita Hastings. Acababa de recodar, que ella y Donald se meten mano. Mal, ahora no la vería sólo como una profesora. Pero intentaría enmascarar lo que sé lo mejor que pueda.

Mientras ellos subían decidí abrir la carta del abuelo, que decía así:

" Querida nieta Emma,
Os echo mucho de menos y ni siquiera he tenido mucho roce con vosotros.
Te escribo para decirte, que las noticias están siendo espeluznantes en el mundo mágico, te mando el Profeta, para que lo puedas ver por ti misma.
También te quiero decir, que aunque te conozca, desgraciadamente, desde hace poco, te quiero mucho.

Con mucho amor,
Tu abuelo Robert."

Dios, cada día amo más a este hombre. Es un amor de persona. Y además adorable, parece un oso de peluche, y con su gorrito de lana. En fin, amo a mi abuelo.

Acabé la carta y la guardé en la mochila. El periódico lo dejé ahí, por sí alguien lo quería.

Salí feliz del comedor cuando una gran parte del alumnado estaba dentro desayunado. Me quedé esperando apoyada en la pared. Me distraje jugueteando con la corbata. Tenía que aprender a atarla bien. ¿Cómo pueden tardar tanto los chicos?

Como veinte minutos después, por fin, llegaron. Juntos, como siempre, nos dirigimos al aula de Defensa. Ellos quisieron entrar, pero los detuve, Donald podría estar allí, y no querría que más gente lo supiera seguramente.

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