Capítulo 57

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Domingo, 1 de enero.


Me levanto sobresaltada con la melodía de mi móvil retumbando sobre mi oído. La música de ayer aún resuena en mi cabeza y hace que mi cuerpo esté desubicado. Cojo como puedo el teléfono.

-¿Hola?-.

-¿Alice?-.

-Sí. Soy yo. ¿Quién es?-.

-Le llamo del hospital general de Londres- al oír al chico que está al otro lado de la línea me da un vuelco al corazón.

-Sí, dígame- me tiembla todo el cuerpo. ¿Qué es lo que pasa?

-Tenemos hospitalizado a un chico en la unidad de cuidados intensivos llamado Albert Collins. ¿Es usted familia suya?- me paralizo, no me sale una sola palabra. -¿Sigue usted ahí? -.

-Sí- la voz me tiembla. Me pellizco el brazo, esto no puede estar pasando.

-¿Y bien...?-.

-No soy familiar, pero soy una de sus mejores amigas. En seguida voy para allá-.

-Avise a los familiares por favor. Cuando lleguen pregunten por el nombre de su amigo y el equipo médico les explicará todo-.

-De acuerdo. Gracias-.

No asimilo nada de esto. Tampoco tengo el modo de contactar con los padres de Albert. Y sobre todo, no sé qué va a ser de mi amigo.

Me visto con lo primero que encuentro y despierto a Louis para que me acompañe al hospital. Él conduce lo más rápido que puede mientras un nudo en mi interior no me deja respirar. Se me pasean por la cabeza todo tipo de cosas que pueden haber sucedido, el miedo recorre mis venas y me temo lo peor.

Aparcamos en el ala de urgencias. Recorro los pasillos corriendo y cuando por fin llegó al mostrador pregunto por el nombre completo de mi amigo. Las únicas palabras que oigo son: "tienes que tranquilizarte o no te dejaremos verlo". Todo lo demás pasa desapercibido por mi cabeza, ni siquiera parece que la chica del mostrador y yo hablemos el mismo idioma.

Me siento. Por fuera parece que estoy relajada, pero en mi interior no es así. Es lo que debo hacer, si no finjo estar tranquila no me dirán que es lo que está pasando. Pero en la realidad es todo lo contrario, supongo que no soy ni la primera ni la última que vive esta situación.

Un doctor algo mayor se acerca a mí.

-¿Es usted la amiga de Albert a la que hemos comunicado su estado?- asiento. -¿Sabe usted todo lo que ha pasado?- niego con la cabeza, me muerdo atemorizada la uña del dedo índice de la mano derecha. -Su amigo ha sufrido un accidente automovilístico- Louis, que se encuentra sentado a mi lado, me agarra la mano y hace una leve presión. -Se encuentra en estado de inconsciencia, más comúnmente denominado como que ha entrado en coma. Presenta una contusión en el cráneo, varias quemaduras de diferentes grados y heridas producidas por el fuerte choque que ha sufrido- quiero gritar, golpear todo lo que tengo delante. ¿Por qué? ¿Qué ha hecho él para que le suceda esto? -Se encuentra en el box siete y puede entrar una persona a verlo respetando los horarios por si queréis ver cómo está, aunque les garantizo que no responderá a ningún estímulo ni nada parecido, lo siento, espero que esto se solucione pronto-.

-¿Puedo entrar?- trago saliva casi atragantándome.

-Claro- el doctor escribe un número sobre una pegatina que lleva impresa un código y el nombre de mi amigo en tinta negra. Me la pega sobre la chaqueta, y antes de irse nos desea suerte.

Beso a Louis, me adentro en el pasillo de cuidados intensivos pasando por un detector que lee el código que llevo sobre mi pecho. Leo con dificultad y nerviosismo los números que hay sobre las puertas. Cuando encuentro tras el que se encuentra mi amigo, no estoy muy segura de si quiero entrar ahí, no quiero verle así.

Caprichoso destino I: ¿Quién eres? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora