Capítulo 6

464 37 0
                                    

Miércoles, 9 de julio.


Quince días más se suman a mi estancia en Londres. Ya me he acostumbrado perfectamente a este sitio. Incluso Eric me ha presentado a algunos de sus amigos haciendo que me integre más en la ciudad. Casi a diario salgo por ahí con ellos. Cada dos días hablo con mi familia por Skype, les informo de como me va todo por aquí y comentamos todo lo que nos echamos en falta. Además ya he llevado todos los papeles necesarios a la universidad así que tengo el resto del verano libre para disfrutar hasta que llegue el momento de volver a la rutina y empezar las clases.

Me dirijo a uno de los parques de Londres para tomar un poco el aire. Llevo mis auriculares rígidos puestos con la música a todo volumen. La canción que en este momento se reproduce resuena en mis oídos cuando entro al lugar y veo grupos de chicas un poco histéricas rodeándome. No sé qué está pasando, únicamente oigo el nombre de un chico que supongo que estará rondando por aquí. Pero ni si quera me paro a preguntar, obvio mi curiosidad, estoy dispuesta a darme un paseo tranquila.

Veo que en el centro del entorno hay un lago que me inspira tranquilidad, me dirijo allí para sentarme en uno de los bancos que lo rodean y contagiarme de esa calma.

-¿Pero tú eres tonto o qué te pasa? ¡Mira por donde vas!- alzo la voz cuando el cuerpo de un corredor colisiona con el mío.

-¡Perdón! ¡Perdón!- levanta las manos a la altura de los hombros excusándose.

-¡Ni perdón ni nada, me has tirado el iPod y los auriculares! ¡Los has roto!- recojo mis aparatos del suelo, el primero con la pantalla rajada al haber caído sobre una roca y el segundo hecho pedazos.

-Bueno, perdóname iba sin mirar y he chocado contigo. Lo siento ya está tranquilízate- no quiero, no quiero tranquilizarme, de echo tengo ganas de pegarle.

La rabia me hace apretar los puños con fuerza haciendo que me clave mis propias uñas en la piel. Pero algo me hace bajar la guardia cuando levanto la cabeza para mirar de quien se trata. Parpadeo y no tardo en darme cuenta de que es él. El chico del gorro que ocultaba su rostro y que hoy va con ello al descubierto. Amplío mi campo de visión, todas las personas que han sido testigo de lo sucedido nos observan, por ello suspiro e intento relajarme para hacer esto más fácil.

-Dame tu teléfono o tu dirección. Yo te compro un iPod y unos auriculares nuevos- dice él sosegado intentando solucionar el problema.

-Ni si quiera sé cómo te llamas. No voy a darte mi teléfono y mucho menos mi dirección- mi enfado crece. ¿Cómo puede llegar a creer que voy a informarle sobre mí si es un completo desconocido?

-Si lo prefieres podemos quedar mañana aquí a esta misma hora- me mira a los ojos y yo parpadeo intentando librarme de su mirada.-Así no tienes que darme ninguna información sobre ti. Yo vengo te entrego tus aparatos nuevos y asunto arreglado-.

-Está bien- ¿Qué hago? Estoy quedando con una persona que no conozco. Alguien normal aceptaría las disculpas y seguiría con su camino o en el caso más extremo denunciaría. Si algo está claro es que soy una experta en meterme en líos. Pero todo sea por poder recuperar mi reproductor y mis auriculares, son cosas a las que les tengo verdadero aprecio, son los que me ayudan a entrar en mi mundo y evadirme un poco de todo lo demás.

El chico, sin preguntar, coge lo que me ha roto. Antes de despedirse, se lo guarda en una pequeña mochila negra que lleva a su espalda y sigue su camino corriendo como si nada de lo anterior hubiese ocurrido.

Después de esto no me apetece seguir en el parque para que todos miren y juzguen libremente a la loca gritona que se preocupa más por algo material que por si al chico con el que ha chocado le ha pasado algo o se ha hecho algún tipo de daño. Así que sin pararme mucho a pensar me voy rápidamente de allí.

Paseo de vuelta a casa dándole mil vueltas a la cabeza pensando en lo acontecido. Si te paras a pensarlo es todo un poco extraño. No sé por qué todo el mundo miraba a ese chico tan atentamente. Tampoco el por qué un gran número de chicas me asesinaba sin pudor con la mirada por haberle gritado. He llegado a la conclusión de que quizá es alguien importante aquí en Londres, de ahí que hubiera tanta expectación en el parque, pero la verdad es que yo no tengo ni idea de quién es, y si la tuviera hubiese actuado igual porque no se puede correr sin mirar por donde vas. En Los Ángeles yo también hacía running algunas mañanas y no por ello me creía la reina del paseo.

-Alice!- grita alguien por la calle haciendo que me sobresalte y deje la mente en blanco. Me giro para averiguar de quien se trata y puedo ver que es ella.

-Ash!- grito mientras agito mi mano a modo de saludo. Ashley es una chica realmente encantadora, la conocí gracias a Eric. Tiene la misma edad que yo, y de todo el grupo de amistades es con la chica que mejor me llevo desde el primer momento. Se puede decir que solo hizo falta una tarde en un local donde hacen meriendas deliciosas para que conectáramos.

-¿Qué haces por aquí? - dice con la voz agitada cuando llega de una carrera a ponerse a mi altura.

- Voy de camino a casa, pero alguien me ha hecho pararme- las dos dejamos escapar una carcajada. -¿Te apetece venirte? Tengo pensado ir a la piscina el resto de la mañana-.

-Claro. Me apunto. Es mejor plan que el mío de encerrarme en casa- ríe. -Pero no llevo bañador ni nada-.

-No te preocupes, yo te presto uno-.

Por lo menos la mañana va a tener algo bueno. Nos damos un par de besos como saludo oficial antes de dirigirnos a mi casa. Por el camino la cuento lo que me ha pasado antes en el parque, no puedo sacármelo de la cabeza. Ash se queda algo sorprendida, dice que normalmente los chicos de por aquí no suelen ser tan agradables y mucho menos se prestan a reponer lo que han roto con algo nuevo.

-¡Chicas! ¿Dónde vais?- Eric saluda animado.

-Vamos a mi casa y luego a aprovechar un poco la piscina-.

-Es buena idea, no siempre hace el día de hoy en esta ciudad- Sonríe. -Pasarlo bien- Él siempre tan agradable. Tiene razón, hoy es un día resplandeciente aunque a principios de la mañana estaba el cielo cubierto por una niebla algo espesa, el sol ha conseguido derrocarla.

-Gracias- Ash le guiña un ojo. ¿Hay algo más allá de la amistad entre ellos? No lo creo, supongo me lo habrían contado.

Cogemos el ascensor y subimos hasta el último piso para prepararnos.

-Mira. ¿Me queda bien?- salgo paseándome por el salón con un bikini verde agua que me compré antes de venir a Londres como si de una pasarela se tratara.

-Qué envidia, que cuerpazo tienes- me mira de arriba abajo.

-¡Pero si tú estás igual!- la provoco que se ría. -Ven anda y elige un bikini- Ash me sigue, al descubrir el vestidor se queda boquiabierta, supongo que es por toda la ropa que hay. Solo llegué aquí con dos maletas, pero digamos que he hecho alguna que otra sesión de shopping para renovar mi armario.

Se decide por un bikini rosa fluorescente con flecos, es uno de mis favoritos. La dejo una toalla y yo me hago con la mía. Es una bandera de Estados Unidos, me recuerda a mi tierra y eso me gusta. Cogemos lo necesario y bajamos hacia la piscina.

Nos relajamos exponiendo nuestros cuerpos sobre las tumbonas unos minutos al sol. Ya estoy morena, es evidente que la temporada de sol en mi Tierra llega mucho antes que aquí. Pero quiero coger algo más de brillo y color. No entiendo muy bien el por qué, pero desde que he llegado aquí tengo la necesidad de empezar a ser una de las chicas que hay por aquí. Las típicas chicas de Londres coquetas, presumidas y siempre a la moda. Definitivamente esta no es la antigua Alice. Aunque todavía queda algo de ella, las cosas buenas como la lectura, la rebeldía y el buen gusto para la música, la verdad es que ahora con este pequeño cambio me siento mucho mejor conmigo misma.

Caprichoso destino I: ¿Quién eres? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora