Capítulo 51

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Viernes, 23 de diciembre.


Huele a tortitas con sirope de arce y mantequilla cuando me acerco a la cocina. Efectivamente, ahí está mi madre preparándolo. Es mi desayuno favorito. Cuando aún vivía aquí era nuestra forma de empezar cada sábado, tortitas y batido, algo muy americano.

-Buenos días- unos brazos me rodean y unos labios besan mi mejilla cosquilleándola con los cabellos de su barba de un par de días.

-Buenos días Peter- me giro y lo abrazo. Echaba mucho de menos a mi hermano. Cuando pasó por Londres a verme no tuve casi tiempo para pasar con él, y por fin voy a pasar más de dos días seguidos con él en mucho tiempo.

-Buenos días mis pequeños- dice mi madre al vernos entrar en la cocina.

-Buenos días mamá- decimos a coro. Lleva desde que llegamos melancólica, no hace más que decirnos lo que hemos crecido y lo que nos echa de menos. La entiendo, yo lo pasaría igual de mal o peor que ella si mis hijos se fueran de casa, y más si cambian de estado o cruzan el océano.

-No es sábado, pero he pensado que sería buena idea hacer vuestro desayuno favorito-.

-Has pensado bien mamá- la beso en la mejilla y hundo el dedo en el cuenco de sirope para probarlo.

-Mia se está cambiando ha dicho que ahora baja, la daba vergüenza que la vierais en pijama- mi hermano cambia de tema. Mi madre y yo rompemos a reír cuando entra mi padre de la misma forma por la puerta de la habitación en la que nos encontramos.

-Parece muy tímida-.

-Y lo es papá- afirma mi hermano. -Pero es una gran chica-.

-En eso estamos de acuerdo- interviene mi madre esta vez.

-¿Y Louis?- mi padre mira a su alrededor percatándose de que efectivamente no está aquí.

-Sigue dormido, creo-.

-Pues sube a despertarle que esto casi está apunto- ordena Claire.

-Vale, voy- acato su petición.

Subo las escaleras. Cruzo un "buenos días" con Mia que va en sentido contrario a mí. Una vez arriba, atravieso el pasillo, y sin llamar a la puerta, entro con cautela, sin hacer ni el mínimo ruido. Doy pasos cortos hacia él, que duerme como un lirón tendido sobre la cama, medio fuera medio dentro de la sábana, oigo como respira y ahora mismo reconozco que lo besaría como si nada hubiera pasado, pero hay algo que no me deja tener esa libertad y sé perfectamente lo que es, el orgullo.

-Despierta señor dormilón- le digo suavemente al oído haciendo que abra los ojos y que se dé media vuelta haciéndose el remolón. -Venga Louis. El desayuno está listo-.

-No quiero desayunar, tengo sueño- le entiendo yo también tengo jet lag, pero no podemos quedarnos en la cama todo el día, no hemos venido para dormir.

-Venga, que en cuanto pruebes los pancakes de mi madre te acabas de despertar-.

-¿Hay pancakes? -.

-Sí. Y batido- lo provoco para que se levante paseando las yemas de mis dedos por su espalda.

-Dame dos minutos y bajo- se gira y habla convencido.

-Vale, pero solo dos minutos que si no mi madre se enfada-.

-No te preocupes. No tardo- asiento con la cabeza y salgo de la habitación para volver con mi familia.

Desayunamos manteniendo una agradable charla con el sol radiante entrando por el ventanal del salón. Ahora es la hora en la que mi padre se va al trabajo, mi madre va a salir a hacer compras, y tiene que pasarse por el restaurante de la ciudad para supervisar el menú de noche buena y navidad, los cocineros llevan semanas preparándolo y hoy es la cata en la que se decide que se va a servir en los dos próximos días en el local. Peter y Mia van a salir a acabar las compras navideñas y Louis aún no sabe qué va a hacer, pero yo sí. He programado la mañana y parte de la tarde para pasar el día juntos. Mañana es su cumpleaños, quiero que se sienta como en casa y disfrute de estos días, además de que si queremos solucionar las cosas, ambos tenemos que poner de nuestra parte para conseguirlo.

Caprichoso destino I: ¿Quién eres? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora