Capítulo 17

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Ando nerviosa y decidida hacia su casa. Por mi cabeza pasa todo lo vivido con él, que no es mucho, pero me estoy dando cuenta de que igual quiero que todo esto siguiera igual. O sea que seamos amigos y seguir conociéndole antes de que sienta algo más fuerte por él. No quiero volver a pasar por lo que ya pasé. Estar enamorada y que la otra persona solo te utilice como juguete para exhibirte delante de sus amigos y presumir de novia, pero luego al estar a solas que ni te mire y vaya camelando a otras chicas, tontee con ellas delante de tus narices y tú no puedas dejarle por miedo a que te haga algo o simplemente porque le quieres demasiado y no puedes vivir sin él es la peor sensación que puedes vivir.

Al llegar una casa baja e independiente que ya conozco está ante mí. No parece la misma que el día de la fiesta, en realidad tengo la sensación de que está totalmente cambiada. Llamo al timbre, él me abre con el delantal puesto y un poco de salsa amarilla asomando por la comisura del labio, hasta manchado está guapo. Nos saludamos, cualquiera que nos viera se daría cuenta de la evidente tensión que hay entre nosotros desde el beso. Quizá esta viene causada por el miedo a confesar lo que sentimos o quizá es que realmente ninguno experimenta lo que piensa y es simplemente una atracción física y pasajera. Me invita a entrar. Miro todo de arriba a abajo, me reitero en que me siento extraña a pesar de que estuve aquí hace solo unos días, pero esto no es para nada igual que la noche en la que se celebró la fiesta. También me doy cuenta de que el lugar en el que me encuentro es realmente acogedor, moderno. En resumen, es la casa que cualquier chico de veintidós años como lo es Louis desearía tener.

Nos dirigimos a la cocina.

-¿Le queda mucho a esa cena cocinero?- me apoyo en el marco de la puerta mientras lo observo.

- No señorita, ya casi está. He preparado comida italiana, es mi favorita y la que mejor sé preparar, espero que le guste- bromea.

- Me encanta la comida italiana- coqueteo guiñándole el ojo derecho para después irme al salón como él me ha ofrecido, no quiero ver lo que está preparando para cenar, quiero que me sorprenda.

A los cinco minutos Louis aparece en el salón. No sé cómo lo ha hecho, pero está cambiado de ropa, lleva unos pantalones vaqueros en tono gris oscuro, jersey negro y zapatillas Adidas gris desgastado. Sigo viéndole guapo. Cojo una bocanada de aire cuando se acerca, y con ello reconozco perfectamente el perfume que usa.

Me coge de la mano y me conduce a una pequeña terraza que se esconde tras la puerta de atrás a la que se llega a través de la cocina. Sobre un suelo negro hay una mesa iluminada por los tímidos rayos de sol que poco a poco desaparecen a causa del anochecer, enciende el farolillo que ocupa el centro de la mesa y hace el típico gesto caballeroso de retirar la silla para que pueda sentarme.

-Que educado. Gracias- sonrío.

-No tienes que darlas, a las princesas hay que cuidarlas - me encanta cuando dice esas palabras, me hacen sentirme especial.

-Como a los príncipes también hay que cuidarlos...- Le tiendo una bolsa de regalo. Como si de un niño pequeño se tratara rompe el cierre del paquete y al ver lo que hay dentro se queda boquiabierto-

-¿Cómo sabes que me gusta el fútbol? -.

- Yo también tengo mis contactos- subo las cejas desafiante.

-¡Muchas gracias Alice!- me abraza. – Y, ¿por qué el número nueve? – dice al revisar la camiseta encogiéndose de hombros.

-Es el número del día que cierto idiota se cargó mi IPod- se queda mirando mi rostro, yo observo sus preciosos ojos azules que poco a poco se acercan más a mí hasta cerrarse mientras sus labios y los míos se rozan levemente. Al separarnos nos sonreímos, eso significa que todo va exactamente como tiene que ir y que yo sola con mis teorías negativas me impido disfrutar del momento al cien por cien.

Caprichoso destino I: ¿Quién eres? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora