Capítulo 37

82 13 0
                                    

Viernes, 5 de septiembre.


De nuevo en casa respiro el aire húmedo londinense mientras desayuno en el balcón y admiro la belleza de esta ciudad.

Hoy no tengo nada que hacer. Me voy a limitar a relajarme y cargar las baterías para empezar con buen pie la universidad. No me quito ni el pijama ni deshago la coleta con la que he dormido para hablar por Skype primero con mi familia y después con Louis que ya está en París preparando su concierto de mañana con los chicos.

Navego por los canales de televisión en busca de algo entretenido. Pero como siempre no hay nada interesante, así que dejo el primer canal que se me ocurre donde en este momento están retransmitiendo un programa en el que reforman casas. Lo observo con indiferencia mientras ojeo las redes sociales en mi teléfono donde encuentro alguna foto de los chicos. Al fijarme en la cara de Louis una sonrisa inconsciente ilumina mi rostro. Lo echo de menos.

Al ver un anuncio de pinturas de madera me doy cuenta de que necesito ir a comprar material para la universidad. Doy un brinco del sofá y me pongo manos a la obra. Primero empiezo con las tareas del hogar, no es que me guste limpiar, pero hay que hacerlo. Después me doy una ducha y por último me preparo para salir.

Antes de irme me aseguro de que lo llevo todo y bajo en el ascensor.

-¡Hasta luego Alice!-.

-Ciao Eric-.

-¡Espera, espera!-casi he salido ya del portal.

-Tengo un poco de prisa, me van a cerrar la tienda-.

-¿Qué tal todo?-.

-Genial. España es preciosa, es un país con encanto- hablo a toda prisa.

-Me alegro-.

-Te dejo que no llego-.

-Vale. Adiós-.

Ando deprisa hasta el supermercado más cercano a media hora de que cierre sus puertas y rápido cojo todo lo que necesito antes de pasar por caja. Guardo los artículos distribuidos en un par de bolsas y salgo de nuevo hacia casa cuando mi teléfono comienza a vibrar. Lo saco del bolso para leer quien es el que me reclama en la pantalla antes de descolgar.

-¿Hola?-.

-¡Alice! ¡Qué alegría oírte! ¿Ya has vuelto de España? -.

-Sí, llegué anoche-.

-Que ganas tenía de hablar contigo- la noto acelerada.

-¿Y por qué no me has llamado antes?-.

-No quería molestar-.

-No ibas a hacerlo. Tengo muchas cosas que contarte-.

-Yo a ti también. Por eso te llamo. ¿Tienes algo que hacer esta tarde?-.

-Nada-.

-¿Te apetece que nos veamos? -.

-Eso no se pregunta-.

-¿En el embarcadero del parque a las cuatro te parece bien? -.

-Perfecto-.

-Vale, pues nos vemos allí-.

Dejo la compra sobre la barra americana que separa cocina y salón para colocarlo cuando vuelva. Me queda una hora para ir hasta donde he quedado en ver a Ash y aunque parezca increíble, aún no he comido. Me retoco el pelo que ha descolocado el viento antes de volver a salir. Cojo una chaqueta, ya empieza a hacer frío y a nublarse el cielo como es tan característico en Londres.

Cuando bajo del autobús ya a unos cinco minutos andando del parque paro a comer algo. Ojeo la calle en busca de algún sitio de comida rápida o algo similar. A lo lejos veo una pizzería, ahí está mi solución, ese sabor a pizza recién hecha inunda mi boca. Me acerco para pedir una pieza pequeña de jamón y extra de queso acompañada de un refresco. Mientras espero que mi pedido esté listo me siento en una de las mesas y observo como los autobuses rojos de dos pisos recorren las calles a la vez que las personas con personalidades y apariencias muy dispersas ocupan las aceras.

-¿El 54?- dice alguien desde detrás de la barra. Esa soy yo. Cojo el ticket, me acerco hasta donde me dan mi pedido y vuelvo de nuevo hasta la mesa donde disfruto de la comida.

-Son las cuatro menos cinco- me digo a mi misma después de mirar el reloj. Creo que es hora de ir yendo hacia el lugar de encuentro. Recojo la bandeja y salgo del local para comenzar a andar hasta el parque.

-¡Eh! ¡Ten cuidado o te acabarán comiendo los patos!- alzo la voz al ver a Ash sentada en el muelle del lago con las piernas colgando y los pies casi rozando el agua.

-¡Alice! - grita al girarse y ver mi silueta. Parpadea un par de veces, se levanta demasiado rápido para abrazarme con tanta fuerza que podría partirme en dos. -¿Qué tal por España?-.

-Genial. ¿Y tú por aquí?-.

-Bien, como siempre, bueno como siempre no. Pero cuéntame tú todo primero y luego lo hago yo-.

-Quiero saberlo todo eh...-.

-Lo mismo digo- se hace un silencio. - ¡Venga! ¿A qué esperas?-.

-¿Para qué? -.

-Para contarme que ha pasado-.

-Pero primero nos sentamos o algo, ¿no?- se ríe al darse cuenta de su impaciencia.

-Sí, claro- nos dejamos caer sobre el mismo lugar donde me esperaba ella y en la misma posición. -¡Vamos dispara!-.

-Pues verás...- me aclaro la garganta y la cuento cada día con todo detalle de mi viaje. Se sorprende un poco al enterarse de que Louis y yo hemos tenido algunos roces, dice que somos tan adorables que no es capaz de imaginarnos discutiendo. Pero con todo lo demás escucha y sonríe mientras se alegra porque todo me vaya bien.

-Ahora es tu turno- digo animada.

-Mis días no han sido tan interesantes como los tuyos, así que igual no es necesario que te lo cuente para que no te aburras-.

-No me voy a aburrir. ¡Vamos cuéntame!-.

-Pues el día que te fuiste salí con el grupo, que por cierto dicen que has desaparecido. Tenemos que acordar un día para que puedan verte de nuevo-.

-Tendré que llamarles, porque la verdad que les he dejado un poco de lado con todo lo de Louis... Bueno sigue-.

-Salimos a jugar a los bolos y a cenar en una taberna irlandesa que no queda muy lejos de aquí. Al día siguiente tenía una entrevista de trabajo por la mañana y debí de hacerlo bien porque esta misma mañana me han llamado para informarme de que tengo el puesto-.

-¿De qué es?-.

-De ayudante en el obrador de Cake Town en el barrio de Picadilly-.

- ¡Qué bien Ash! Y supongo que el sueldo será bueno-.

-No tanto, pero creo que para pagar el piso y mis gastos sin tener que depender de mis padres llegará-.

-Me alegro mucho Ash-.

-Gracias- sonríe. –Eric ha ido a buscarme para que habláramos de ti- agacha la cabeza.

-Creo que aún no se ha dado cuenta de que no tiene nada que hacer conmigo-.

-Ya, pero no se da por vencido-.

-Es muy insistente-.

-A veces demasiado, tanto que hasta llega a ser agobiante- decimos a la vez antes de reírnos al darnos cuenta de que parece que nuestros cerebros estén intercomunicados.

-Y Alice hay otra cosa más...- mira hacia el infinito. No sé qué estará pensando, pero no es capaz de mirarme directamente a los ojos y soltarlo.

-Dime-.

-Pues verás...- veo como el nerviosismo se apodera de su cuerpo y tiembla a la vez que su cara se convierte en un poema desencajado.

-¡Ashley Johnson dime qué pasa!-.

Caprichoso destino I: ¿Quién eres? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora