Capítulo 2

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-¡Buenas tardes! ¿Qué desea para comer lasaña o ensalada de pasta?-me ofrece el mismo azafato que me dijo donde debía sentarme al principio del vuelo.

-Lasaña por favor-.

-De acuerdo-.

El hombre y la mujer de avanzada edad que llevo sentados a mi izquierda como compañeros de vuelo, al contrario que yo, optan por la ensalada de pasta. Mala opción, se ve que no han hecho muchos vuelos largos en avión, la pasta siempre se queda seca y la que ofrecen en los aviones tiene demasiado aliño para evitar que eso pase. Rápidamente llega la comida, devoro cada bocado con vigor, estoy hambrienta.

"Se da aviso a los señores pasajeros de que vamos a proceder a poner una proyección en las pantallas que ahora mismo se despliegan ante ustedes. Si desean escucharla conecten sus auriculares al asiento y pulsen el botón derecho para seleccionar el idioma. Gracias".

Hago lo que la voz en off dice, así el trayecto se me hará más ameno. ¿Qué película pondrán? Solo espero que sea alguna entretenida.

La película no ha estado nada mal. Aunque no quiera reconocerlo soy una chica demasiado romántica. Me derriten este tipo de películas. Ver el clásico Titanic me ha encantado, siempre he fantaseado con tener una historia de amor así, verdadero, puro. Pero a pesar de que ya tengo dieciocho años aún no ha aparecido la oportunidad.

Oigo claramente como la mujer que tengo a la izquierda le hace a su marido un comentario sobre mí.

-Mira esta. Con el pelo pintado, seguro que es una quinqui o de alguna banda callejera- me mira de reojo con desprecio.

-¡Oiga! Perdone usted señora. Porque lleve el pelo rosa no significa sea la persona que usted piensa, no se crea que porque usted lleve ropa recatada y vaya peinada de peluquería es usted mejor persona que yo- alzo un poco la voz. No me gusta que la gente juzgue por las primeras apariencias y si lo hacen por lo menos que se guarden para si mismos su opinión.

La señora y su marido me miran con cara de sorpresa.

-Qué carácter tiene la juventud de ahora- susurra. Decido callarme y no entrar en su juego sucio, no me merece la pena.

El resto del viaje lo pasamos callados, cada uno ocupado en sus cosas, pero aun así la tensión se podría cortar con unas tijeras sin el mínimo problema.

La música resuena en mis oídos y retomo la lectura del libro que he comprado en el aeropuerto.

"Atención señores pasajeros. Vamos a proceder a realizar el aterrizaje. Por favor coloquen sus asientos, apaguen sus teléfonos móviles y póngase los cinturones"

Me quito los auriculares y guardo todo lo que tengo desplegado sobre la bandeja en la mochila. Coloco esta última bajo el asiento y me abrocho el cinturón como dice el reglamento.

Por fin estoy sobre tierra inglesa. El aterrizaje ha sido algo raro, se me han taponado los oídos a pesar de estar chupando un caramelo. Y al tocar tierra la gente ha aplaudido como si estuviera loca en el momento en el que el avión ha posado las ruedas en el suelo de la pista.

Espero al lado de la cinta para recoger mis maletas. Mi obsesión con el color rosa se hace visible cuando mis maletas salen y yo las recojo. Color que comparten mi pelo, mi mochila y mis maletas, todo es rosa. Agarro mi equipaje y recorro los pasillos del aeropuerto hasta llegar a la puerta de salida. De nuevo estoy bastante perdida. Ya he visitado Londres antes, pero hace ya mucho tiempo de eso además de que venía con mis padres y llegamos a otro aeropuerto.

Me calmo cuando veo una gran fila de gente, al observarla me doy cuenta de que es para coger los taxis, ya no tengo ningún problema, llegaré a casa. Me pongo a la cola mientras aviso a mi familia y amigos de mi llegada. Después de quince minutos ya es mi turno.

Cuando monto, el taxista mete mi equipaje en el maletero. Saco el papel con la dirección de mi nuevo hogar de la mochila. Lo leo rápidamente para darle al hombre las indicaciones y arrancamos.


Caprichoso destino I: ¿Quién eres? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora