Especial Cinderella Ball

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10 de agosto.


Entrego el resguardo de reserva en el mostrador de la tienda. Puedo recoger mi vestido en cuanto la dependienta comprueba la referencia en el ordenador para ir a buscarlo al almacén y terminar entregándomelo.

En el interior del portatrajes negro opaco se encuentra una prenda hecha cuidadosamente ajustándose a mis medidas. Larga hasta más abajo de los tobillos, si no fuera por la altura de los zapatos incluso lo arrastraría. Tejida en tela de seda suave y tul que da vuelo a la falda. Todo completo en tono azul cielo. Al pecho se suman cristales a la vez de pedrería que dan vida y brillo al vestido. Un corte en forma palabra de honor con un detalle diferente marcado por las mangas caídas que, al llevarlo puesto quedan a la altura del escote. Y para rematar una espalda que se ajusta al cuerpo apretando las cintas al más puro estilo corsé.

Me aguanto las ganas de destaparlo mientras ando por la calle, pero aún debo recoger los zapatos. Cuando llego al comercio, la dependienta me reconoce y saca mi encargo de un mueble que ocupa la parte de atrás del mostrador. Me siento en uno de los sillones y al probármelos encajan perfectamente con mis pies, los cuales miro admirando el gran trabajo del diseñador. Un par de piezas que imitan a los zapatos de cristal de cenicienta, exactamente no sé en qué material han sido fabricados, pero cumplen por completo su función.

Al llegar a casa no puedo aguantar más, saco la prenda de la funda que lo mantiene guardado, lo estiro sobre la cama y coloco los zapatos a los pies de esta última para después quedarme embobada mirando el modelo que marcará mi silueta esta misma noche. De pequeñas todas hemos soñado o jugado alguna vez a ser princesas, a convertirnos en las dueñas de nuestro propio reino, y yo en cierto modo voy a cumplir ese deseo hoy mismo. Voy al vestidor en busca del traje de Louis con la intención de ponerlo junto al mío y lo mismo hago con sus zapatos. Por un momento me imagino a los dos vistiendo las telas y el calzado que tengo en frente, bailando en el centro de la pista con todos los presentes admirando como la magia de nuestros movimientos inundan el salón.

Vamos a ser príncipe y princesa por unas cuantas horas, aunque los verdaderos protagonistas del evento no vayamos a ser precisamente nosotros dos.

Llega la hora de la comida, pongo la mesa para dos en la barra americana del salón antes de que a Louis le dé tiempo a aparecer por casa. Enciendo la vitrocerámica y me dispongo a preparar algo sencillo: pollo marinado y unas patatas fritas como guarnición. Justo en el momento en el que empiezo a repartir la comida, él aparece por la puerta principal, lo sé porque solo Louis tiene esa manera de hacer sonar las llaves para entrar.

-¿Qué has preparado?-.

-Para ti nada- me río.

-Entonces. ¿Quién va a comer contigo? Porque hay dos platos preparados-.

-Eso es para Ash-.

-Si no está-.

-Pues para cuando vuelva- el juego entre nosotros es constante, nos gusta tomarnos el pelo aunque los dos sepamos exactamente de qué va todo.

-¡Anda quita boba!- se ríe, me da un pequeño empujón para quitarme del medio y poder robarme el plato para empezar a probar las patatas.

-¡Eres idiota!-.

Comemos tranquilos, sin prisa, manteniendo una agradable conversación sobre el evento que empezará en tan solo unas horas.

Para no llegar tarde y no olvidarnos nada, colocamos todo lo necesario sobre la cama antes de visitar a Lou que será quien nos ayude a arreglarnos para la velada.

-¿Está todo listo?-.

-Sí- digo convencida. -Bueno no- rectifico al acordarme de algo muy importante.

Caprichoso destino I: ¿Quién eres? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora