Capítulo 9

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Él anda rápido y decidido mientras yo le sigo a paso rápido pensando en la clase de lío en el que me he metido.¿Dónde se supone que vamos? La verdad, no lo sé. Estoy muy perdida, no conozco esta zona de Londres y tampoco sé por qué tengo que hacer esto cuando todo se podría haber solucionado rápidamente simplemente con que me devolviera mi Ipod y mis auriculares.

-¿Piensas seguir andando hasta que salgamos de la ciudad o qué?- digo con desprecio.

-Eres tú la que ha decidido venir- Ni siquiera se gira al decirlo. Eso hace que me enerve.

-¿Perdona? ¡Mira chaval yo estoy aquí porque me rompiste algo que era mío y me has obligado a venir! ¡Porque si no venía hasta aquí el señorito no me lo daba!- alzo la voz. Él se ríe como si nada mientras sigue su camino y yo miro enfadada su espalda.

Otros cinco minutos más andando se suman a la caminata cuando entramos en un bar en el que no hay mucha gente. Tiene un aire vintage que lo hace elegante a la vez de humilde y se respira un agradable  aroma intenso a café recién hecho.

-Esther pon un par de Coca Colas-  le dice el chico a una camarera con demasiada confianza.

-¿Qué haces?- le doy un manotazo en el hombro. Si se cree que voy a tomar algo con él lo lleva claro. Es un impresentable.

-Tranquila que invito yo- otra vez esboza esa risita que crispa mis nervios.

Nos sentamos en una mesa con unas sillas de madera que me resultan cómodas al posarme en ellas. Él se quita el gorro y un pañuelo que lleva al cuello que hace no se le vea mucho la cara. No entiendo por qué se oculta. Detrás de esas prendas aparece una cara de ángel con unos llamativos ojos azules que te hacen querer quedarte mirándolos para siempre, una perfecta sonrisa y un pelo castaño algo largo y despeinado que le hace sexy además de atractivo. Acto seguido se quita la chaqueta, no sé como no se muere de calor con todo eso encima. Al observarlo me doy cuenta de que lleva ambos brazos tatuados el derecho bastante más que el izquierdo, me quedo embobada sin darme cuenta mirando los dibujos que lleva sobre su piel.

-¡Eh! ¡Que se te cae la baba!- dice divertido.

-A mí no se me cae la baba por ningún tío- él vuelve a reírse. Idiota.

La camarera a la que había llamado antes nos trae los refrescos hasta la mesa,

-Gracias Esther- dice.

-De nada. Sabes que siempre es un placer atenderte- ella contesta y él da un trago al vaso después de servirse.

-¿Qué pasa? ¿No te la vas a beber?-fija su mirada en mí.

-No- lo miro descarada.

-No seas tonta. Venga- me acerca un poco más el vaso lleno.

-Para ya de tratarme como si fuera una amiguita tuya- ha llegado a mi límite de paciencia. -Dame lo que me debes y me voy-.

-Bueno pues no bebas si no quieres. Más para mí- me echa una sonrisa desafiante de medio lado. Bebo un sorbo solo para molestarle, en realidad me encanta la Coca Cola es una de las cosas más buenas de este mundo. Él se ríe una vez más, ha conseguido lo que quería y yo he sido tan tonta de hacerlo.

-Sabía que acabarías bebiendo-.

La tensión que hay entre el silencio en el que nos mantenemos se podría cortar con un cuchillo. Cuando se ha terminado el refresco no ha hecho más que mirarme sin decir una sola palabra. Termino de beber, cojo una servilleta para secarme los labios y algo me llama la atención. Puedo leer "The Angels Tabern" sobre el papel escrito con una caligrafía impecable en color amarillo limón.

Caprichoso destino I: ¿Quién eres? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora