Capítulo 34

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Martes, 2 de septiembre.


A primera hora de la mañana salimos hacia el aeropuerto para viajar a Madrid, la capital de España. Cuando entramos en el avión se puede notar un cansancio general destacándonos a Louis y a mí. Todos cogemos sitio y nos abrochamos los cinturones para despegar. Cuando ya estamos surcando las nubes noto frío, me pongo la sudadera de Louis que ya está casi dormido, me acurruco en su hombro y disfruto del olor característico a él que me desprende su ropa haciendo que recuerde la noche anterior mientras poco a poco caigo rendida.

-Ven- Louis me da la mano y en apenas unos segundos estoy bajando las escaleras del hotel a rápida velocidad. Cuando llegamos al vestíbulo tenemos que escondernos para que no nos vean salir. Atravesamos rápidamente por detrás de unos corpulentos sillones y ya estamos fuera.

-Y bien. ¿A dónde vamos?-.

-No conozco esto. ¿Pero las mejores aventuras se viven sin conocer el medio no?- asiento con la cabeza. - ¿Qué te parece empezar con un paseo por la playa a la luz de la luna?-.

-Perfecto- esta vez soy yo la que entrelazo sus dedos con los míos antes de seguir nuestro camino.

Andamos por el paseo marítimo, pero me apetece sentir la arena fina de la playa metiéndose entre los dedos de mis pies y él frío del agua salada del mar de una ola que rompe en la orilla mojando mi piel. Sin dudarlo me paro en seco, me quito las sandalias que llevo como calzado y corro como una loca sin preocuparme por si Louis sigue mis pasos. Hay un desnivel que separa la acera de la arena de algo más de un metro, salto sin pensármelo y estoy donde quería. Hundo los pies en la arena y muevo los dedos al sentir como esta roza mi piel. Me fijo en el agua, deseo tocarla. Me acerco rápidamente y ya puedo notar como me produce un escalofrío al contrastar su frialdad contra mi cálido cuerpo cuando simplemente me quedo mirando a la luna mientas disfruto del momento.

-¡Eh! ¿Qué pensabas? ¿En fugarte?- me pasa sus brazos por la cintura pegando su cuerpo contra mi espalda.

-No- me río. -Pensaba en ser libre por un minuto-.

-Tenemos toda la noche para ser libres- replica susurrando en mi oído.

En ese momento me gira, pega sus labios contra los míos haciendo que nuestras salivas vuelvan a juntarse de nuevo y que pueda saborear el dulce sabor que tiene su boca. Nos sentamos en la arena observados únicamente por la luna llena y sin importarnos lo que pase a nuestro alrededor durante un largo periodo de tiempo que yo utilizo para dejar mi mente en blanco y simplemente disfrutar de la escena.

-¿Y si ahora vamos a la ciudad?-.

-No me fastidie las ideas señorita Alice-.

-Lo siento me he adelantado- le guiño un ojo. -Venga vamos- me levanto impaciente y sacudo mi ropa antes de darle la mano para ayudar a que se levante.

-Hay un poco de camino hasta el centro, así que antes cuando he desaparecido después del concierto era para llamar a un taxista que nos está esperando al final de la calle-.

- Lo tienes todo planeado- asiente.-Vamos, hay mucha noche por delante-.

A cada paso que damos Barcelona me parece más bonita, nunca había estado aquí. La verdad es que no conozco mucho Europa, solo algunas capitales, Madrid, Roma, París, Berlín, Holanda y Londres, mi actual residencia. De pequeña viajaba cada verano a un lugar diferente en familia. A mis padres siempre les ha fascinado el turismo y han acabado contagiándomelo.

Caminamos por la rambla principal que atraviesa la ciudad. La calle está desierta, son casi las tres y media de la madrugada. Tenemos libertad hasta las siete para volver al hotel sin que nadie se entere de nuestra escapada. Pasamos por el Mercat de Sant Jusep, que, como es evidente está cerrado y disfrutamos un poco más de la inmensa ciudad en su máximo esplendor, sabiendo que nos queda mucho por conocer, pero bueno menos es nada.

Caprichoso destino I: ¿Quién eres? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora