Capítulo 3

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Realmente no sé a donde me dirijo. Mis padres son los que se han ocupado de comprarme el piso, se han pasado meses buscando a través de Internet e incluso hicieron una conferencia vía Skype antes de elegirlo definitivamente. La verdad es que tengo una familia pudiente y eso ayuda mucho a la posibilidad de hacer todo esto que estoy viviendo desde hace unas horas.

Londres de noche es un lugar emblemático, digno de que todo el mundo tenga al menos una oportunidad para verlo. En el trayecto me quedo embobada viendo el cielo despejado, oscuro con alguna que otra estrella dejándose ver. Las luces alumbran el Támesis y los principales monumentos del centro de la ciudad los cuales veo solo de pasada. Todos menos uno, el puente de la torre por el que paso justamente por debajo, al hacerlo no puedo evitar mirar para arriba por la ventana y admirar esta preciosidad de ciudad.

-Ya hemos llegado- dice el taxista parando frente a la puerta de un elevado edificio. Él baja del coche y saca mis maletas. Yo salgo también, sacudo un poco mis vaqueros no sé muy bien por qué y me acaricio el pelo nerviosa.-Son 60 libras- dice antes de que yo saque el monedero para pagarle la cantidad en efectivo. – ¡Ah! Y que tengas una buena estancia en la maravillosa Londres-.

-Gracias- digo con una sonrisa nerviosa ocupando mi rostro. Por fin después de tanto tiempo deseándolo estoy aquí.

Me giro de golpe cuando el taxi se aleja. Estoy frente a un gran portal, miro la puerta de arriba abajo algo asustada. ¿Todo esto me va a gustar? ¿Será todo como yo me lo imagino?

De pronto me acuerdo de que el día anterior mi madre me dio las llaves del piso. Rebusco por la mochila hasta que las saco de ahí y dejo los miedos a un lado para meterme un poco más en mi aventura. En un llavero con forma de "a" mayúscula de plata adornada con brillantes hay dos llaves, ambas grabadas con un mensaje. En una de ellas se puede leer: "Portal". Y en la otra "Ático A". Abro la puerta con la primera y arrastro mis maletas hasta dentro de aquel gran vestíbulo. 

Al entrar en su interior me doy cuenta de que me encuentro en un edificio muy lujoso. Aunque un pequeño detalle me extraña cuando veo sentado sobre una butaca a un muchacho que parece algo cansado.

-Buenas noches. Usted debe de ser Alice- dice mientras se levanta a saludarme. -Me avisaron de que llegarías esta noche. ¿Quieres que te enseñe el edificio?-.

-Estás en lo cierto, soy Alice. No, gracias, ya lo veré mañana estoy algo cansada. Y no me trates de usted por favor-.

- Como quieras. Por cierto, me presento. Soy Eric, el portero del edificio-.

Veo un ascensor y suspiro aliviada, la idea de tener que subir ahora hasta un ático por las escaleras mata mis músculos de solo pensarlo. 

 En compañía del chico subo hasta el ático, él me lleva las maletas hasta la puerta y después vuelve a su lugar de trabajo. Yo abro por primera vez la puerta de mi nueva casa, lentamente, sin dificultad. Con tan solo un primer vistazo me quedo asombrada, es un piso precioso, cuidadosamente decorado de acuerdo a mi estilo y en el centro, no puedo pedir más.

Dejo las maletas en el recibidor y me dispongo a conocer mi nuevo hogar londinense. Avanzo hasta el salón, enciendo la luz. Lo primero que me fijo es en el color de las paredes, todas están pintadas en distintos tonos de rosa y colores crema. El salón es amplio, los muebles están hechos de madera blanca con un toque vintage y el sofá es una chaise longe de cuatro plazas tapizada en color azul pastel que conjuntan a la perfección con los cojines blancos que se suman a alguno más con los colores de las paredes además de tener algún estampado y mensaje escrito. La cocina comparte estancia con el salón, separadas por una barra americana que dispone de sillas altas fabricadas en la misma madera que los muebles, en el centro de la estancia una isleta de encimera y en frente de esta todo lo necesario para hacer todo lo que se supone que debe hacerse en este lugar. Ando un poco por todas partes viendo que la casa tiene dos habitaciones. Una de ellas, mi cuarto habitual, con una cama doble, bien amueblada, justo como cuando hablé con mi madre de como sería la habitación que quería, además de estar equipada con baño propio y un espacioso vestidor. La segunda es a la que he decidido adjudicar el título de habitación de invitados, tiene una cama doble, bastante espacio y un armario empotrado. También hay una tercera habitación con un armario a mi izquierda, ocupando por completo la pared de la derecha una estantería que me servirá como biblioteca y un puf que sin duda usaré para mis lecturas y al fondo un escritorio equipado con material de oficina y una pequeña lámpara que me servirá para estudiar. Es el lugar que denomino yo como sala de estar, estudio y lectura. Al lado de esta hay otro baño completo y seguidamente una sala para la colada y la plancha.

Después de descubrir mi casa al completo vuelvo al salón y me dejo caer sin reparos en el sofá, cojo un gran trago de aire y miro al techo. No puedo estar más contenta con lo que mis padres me han preparado. Y por otra parte acabo de comprender por qué todo está a mi gusto, el viaje de "negocios" que hicieron mis padres lo dedicaron a hacer posible todo esto.

Algo me dice que aún no lo he visto todo, me levanto y muevo las cortinas rosa pastel para descubrir que detrás de estas hay un ventanal con un poyete acolchado en el que me puedo acomodar para ver las hermosas vistas a la ciudad desde un lugar privilegiado. Es sin duda mi rincón favorito de la casa, aunque me cuesta decidirme. Me gusta todo.

Me quedo un momento observando el horizonte, casi está amaneciendo, el jet lag es quien me mantiene despierta. Miro el reloj ya con la hora cambiada para confirmar que es demasiado tarde para seguir desvelada, o demasiado pronto, depende de como lo mires. Por ello abro la maleta e improviso rápidamente un pijama con lo primero que saco y me echo a dormir estrenando mi cama mientras caigo rendida por el cansancio.

Caprichoso destino I: ¿Quién eres? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora