Capitulo 18

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Es raro como el ser humano intenta adaptarse. Allí sentada, envuelta en una manta color verde agua, palomitas en las manos y un cojín sobre las piernas, me resultaba un poco difícil acoplarme a la situación. Si bien me gustaba por fin estar a gusto con Edward, aun no podía creer que estuviese a un metro de mí, con ambos brazos sobre las piernas y ambos ojos fijos en el televisor. Era raro que luego de tres películas, yo aún no me acostumbrase a sus detalles físicos, como su risa ronca y baja cuando creía que yo no lo oía. O cuando la película se ponía demasiado aterradora como para mirar.

Un fantasma, o un maldito demonio enloquecido, apareció, y ambos soltamos exclamaciones de sorpresa, y nos miramos, sin poder evitar juzgarnos. Él se volvió hacia mí— Gritas como niña.

Entre dolida y divertida, respondí: — Tu también.

Reímos en voz baja, y luego de un par de miradas incomodas, se formó el silencio tan común que aparecía si estabas cerca de él. Le ofrecí palomitas, algo nerviosa y el acepto. La película termino, y aunque quería seguir allí viendo películas, no sabía si el pobre moría de cansancio y yo le retenía aquí, impidiendo que fuera a dormir. Así que, dudosa, me gire para preguntarle, pero él se me adelantó.

— No tengo sueño, ¿Quieres ver otra? — Lo mire, tenía una sonrisa tímida, su piel olivácea bajo el foco de luz y su cabello tal paja cayendo sobre su frente. Muchas veces había querido tener el pelo de ese color, exactamente igual al de mi hermana. Un dorado muy hermoso. Antes de poder asentir, Edward levanto un CD de películas de Harry Potter.— Quizá tardemos un rato aquí.

Oh, dios, claro que sí.

Preparamos más comida en silencio mientras la primera película corría. No hubieron muchas palabras mientras nos sentábamos para ver el inicio de la segunda. Edward era un chico que hacia bromas cuando debía. Todo lo contrario a Cameron, que era reacio a abrirse conmigo y charlar como gente normal, era más almeja que hombre y yo era una idiota intentando abrirla sin éxito.

Cuando íbamos a la mitad de El prisionero de Askaban y las palomitas estaban por acabarse, un extraño sonido en el piso de abajo resulto el activador de nuestro sentido de alarma. Deje de moverme por instinto propio y mire a Edward, quien miraba las escaleras con ambos ojos entrecerrados. Nos miramos y en silencio comunicamos lo más básico: ¿Oíste lo que yo oí? Su rostro además de estar pálido carecía de expresión. Antes de que pudiera decir algo, otro sonido sacudió el silencio. No era uno fuerte. Era el sonido de una pisada. Pero era extraño. La pisada no sonaba común, sino más bien algo forzada. Intente no asustarme, y en ese momento otro sonido llego a mis oídos: Uno inusual para otros, pero común para nosotros. El de un arma siendo cargada. Edward se puso de pie tan rápido como pudo. Le acompañe, dejando el bowl de palomitas a un lado.

Me envolvió una ola de calor mezclada con preocupación; ¿Acaso alguien había entrado a la casa? ¿Iban a hacernos daño? ¿De que manera podríamos escapar?

Lycans I: EclipsisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora