Epílogo

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— ¿Estas lista?

Los recuerdos son lo más hermoso que tenemos en la vida. Cada persona atesora sus más hermosos recuerdos, los guarda y protege para no olvidarlos, porque son lo más preciado que poseen.

Yo lo intentaba. Realmente intentaba olvidar los malos recuerdos. Pero ellos volvían a mi mente una y otra vez cuando menos lo pensaba, después de un largo análisis, llegue a una sola conclusión: No debía olvidarlos. Los malos recuerdos eran los que me volvían Amber. Los de mi madre, de mi padre, o incluso de mi hermana.

— No estoy lista, para nada lista. Creo que debería aplazar todo una semana más.— Mehgan me abrazo como un oso habría abrazado a su cría bebe. — Estoy asustada, Mehgan, muy asustada.

— Por eso se trata de una aventura. — Ambas nos reímos, y a continuación ella pasos sus dedos por la carta de mi madre, bien cerrada con un poco de cinta adhesiva, pulcramente colocada sobre mi ropa doblada. Con mi nombre escrito sobre ella, y... — Te voy a extrañar, Amber. No sabes cuánto.

Tomo la otra carta de mi cómoda vacía, y la abrió. Allí, en letra negrita y con un sello particularmente llamativo en la esquina superior izquierda, estaba la más grande noticia que podían haberme dado en esos días. Estimada Amber Winstone, es un placer para nosotros informarle que ha sido aceptada en la universidad Sant Louise de Artes. Deberá estar en nuestras instalaciones en la fecha indicada y llamar al número de teléfono adjunto a la carta para completar el proceso de traslado hasta Francia. Imagínense que sucedió luego de leerla, prácticamente tuvieron que recogerme del suelo entre tres personas.

— ¿¡Quien está lista para irse a la universidad!? — Kate abrió la puerta con un fuerte estruendo bañado de emoción. En sus manos traía una mochila arrugada color rosa, Mehgan la tomo de sus manos para guardar la poca ropa que quedaba sin empacar sobre mi cama. — ¡Oh dios, mi bebe hermosa se va!

— Lamento no estar aquí para el nacimiento de Dalton.— Susurre, algo tímida. Ella palmeo su enorme barriga bajo su vestido blanco que bien podía haberse puesto un elefante y sacudió su cabeza. El embarazo la hacía lucir hermosa, radiante, llena de felicidad, casi podía ver los rayos de luz sobresalir de cada partecita de su cuerpo. Era como una gigantesca bola de felicidad, literalmente, el pequeño bebe Dalton (Si, Nathan gano la batalla de que no sería Daltónico si se llamaba Dalton) era muy grande, la había hecho subir casi seis kilos en los últimos meses.

— ¡Ah, cariño! No tienes nada de lo que disculparte. No todos los días se va a una universidad tan prestigiosa. Nathan está abajo guardando las maletas en la cajuela de la camioneta, podría decir que está más feliz que yo. Habla con la Tia Ancy para que sepa cuando aterriza tu vuelo.— Mehgan apretó mis manos con emoción y luego acaricio la barriga de Kate, que siguió hablando y hablando sin detenerse de lo feliz que estaba por mí. No podía decir lo mismo de una semana antes, durante los primeros minutos luego de habérselo dicho, Nathan y ella parecían haber entrado en un colapso mental. Ambos se habían quedado tiesos y muy sorprendidos ante la carta que yo les tendía en la sala, temblando y asustada, con Mehgan tras de mí, incitándome a decirles. Al inicio creí que estarían enojados, o alguna otra expresión fuera de lo que me esperaba. Sin embargo, solo estuvieron así por tres minutos, lo que paso después fueron risas, orgullo y felicitaciones para mi gran logro. Después de todo, los había agarrado por sorpresa, ni siquiera les había dicho que había solicitado para un cupo en semejante universidad. Lo que paso después aún es muy borroso para mí, solo recuerdo estar emocionada y feliz cuando la Tia Ancy hablo conmigo por teléfono exclamando a toda voz que ella se encargaría de mi sin dudarlo. Kate me llevo de compras, por desgracia para Nathan, fue obligado a venir con nosotras y fue bastante incómodo para el pasarse todo el día de tienda en tienda. El pobre no alcanzo a la segunda hora.

Lycans I: EclipsisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora